Hombrecillos verdes para un planeta rojo
La piedra marciana Percebe Bill tiene una composici¨®n que la aproxima a las rocas volc¨¢nicas terrestres denominadas andeasitas. Por su parte, el pedrusco Scooby Doo podr¨ªa ser una riolita o hasta, ag¨¢rrense, un basalto. No, realmente no se puede decir que, de momento, la misi¨®n Mars Pathfinder est¨¦ aportando datos que estremezcan al hombre de la calle y le hagan mirar hacia el cielo con respeto y hasta aprensi¨®n. El cacharrito teledirigido tipo Mecano o Lego, el pedregal de Ares Vallis, digno de un spaghetti western con escasez de figurantes, la jerga geol¨®gica, el airbag... todo resulta un poco decepcionante, desde la perspectiva m¨¢s profana, para un mundo, Marte, cuyo solo nombre evoca emociones de primera. Marte, el planeta rojo, el de los canales artificiales de Percival Lowell, el de los espantosos bichos chupasangre de H. G. Wells y los hombrecillos verdes de aviesas intenciones de Mars attack! La ciencia, desgraciadamente, obliga a una contenci¨®n monacal de la imaginaci¨®n. Por suerte, nos queda la ciencia-ficci¨®n, para complementar. El g¨¦nero, literario y cinematogr¨¢fico, ha imaginado Marte y a sus habitantes. Tambi¨¦n ha especulado con c¨®mo ser¨ªa nuestra vida all¨ª y ha avanzado c¨®mo podr¨ªamos colonizarlo: quiz¨¢ transform¨¢ndolo para hacerlo similar a la Tierra o, por qu¨¦ no, convirti¨¦ndonos nosotros mismos en marcianos, incluso monstruosos, como el cyborg de la novela Homo plus, de Frederik Pohl.
Lolita marciana
Visiones de Marte: los traviesos marcianitos verdes de Marciano, vete a casa (Mart¨ªnez Roca), de Frederic Brown; nuestros propios colonos, raros y rebeldes como el mes¨ªas de Extranjero en tierra extra?a o la Lolita marciana de Hija de Marte (ambas obras de Heinlein en Mart¨ªnez Roca); el paisaje marciano como una excrecencia de la mente en las novelas de Phllip, K. Dick (y en esa adaptaci¨®n al cine que fue Desaf¨ªo total)...El cuarto planeta del sistema solar siempre ha sido muy bien tratado por la ciencia-ficci¨®n. Es l¨®gico, en vista de los sentimientos que ha despertado en la humanidad. La gente ha tenido desde el alba de los tiempos a Marte como algo especial. Un planeta muy similar, el que m¨¢s, en el que no era extra?o situar vida. No es una casualidad que el nombre de marcianos se haya extendido popular mente a todos los extraterrestres, mientras que neptumanos suena algo m¨¢s ex¨®tico. Que brillara en rojo en el cielo nocturno provoc¨® indudablemente su asociaci¨®n con el dios Marte, el Ares griego: el rojo es el color de la ira, de la guerra. No es raro que la humanidad lo imaginara un mundo caliente, con desiertos y habitantes fieros y agresivos. En realidad est¨¢ a temperaturas que enfriar¨ªan a Amundsen, parece poseer poca arena (aunque s¨ª un mont¨®n de polvo) y la roca Yogui no aparenta entra?ar, de momento; una amenaza letal. Toda la geograf¨ªa, del planeta rojo est¨¢ sembrada, como por la mano de un Jas¨®n, de top¨®nimos de impactantes resonancias: Mare Cimmerium, Mons Olympus, Noctis Labyrinthus, Trivium Charontis.
La primera gran huella de la ciencia-ficci¨®n en Marte la dej¨® ese Neil Armstrong del g¨¦nero que fue H. G. Wells. Nadie que haya le¨ªdo La guerra de los mundos (1898) -hay edici¨®n en Anaya- podr¨¢ librarse nunca del ominoso sonido de la tapa del cilindro marciano al desatornillarse en el p¨¢ramo de Horsell... y de la descripci¨®n del primer marciano: "Brillaba como cuero humedecido. La redonda masa ten¨ªa un rostro, si vale esta palabra. Hab¨ªa bajo los ojos una boca cuyos bordes sin labios, temblorosos y palpitantes, segregaban saliva. Suspiraba y lat¨ªa el cuerpo convulsivamente". Diecis¨¦is tent¨¢culos alrededor de la boca, h¨¢bitos vamp¨ªricos, reproducci¨®n asexuada. Diablos, eso s¨ª que eran marcianos y no Percebe Bill. Wells, con sus despiadados invasores procedentes de un viejo mundo que se extingue, marc¨® un camino que han seguido innumerables autores y que llega hasta los marcianitos de Tim Burton.
En 1917 public¨® Edgar Rice Burroughs, el padre de Tarz¨¢n, su novela Una princesa de Marte (Laertes). No es que sea una obra muy cient¨ªfica: el protagonista es john Carter, de Virginia, un ex capit¨¢n del ej¨¦rcito confederado que aparece en el planeta rojo por m¨¦todos m¨¢s cercanos al espiritismo que a la astron¨¢utica. Describe Marte como un planeta anciano y desecado y muy parecido al desierto de Arizona (hasta aqu¨ª vamos bien), pero lo puebla de criaturas extra?as, entre ellos los marcianos, verdes, de cinco metros, 200 kilos, cuatro brazos, ojos escarlata, mil a?os de vida y un car¨¢cter m¨¢s bien dif¨ªcil: "Su concepto de humor est¨¢ en contraposici¨®n con nuestras ideas de lo que incita a la alegr¨ªa. Las agon¨ªas de muerte de sus cong¨¦neres son, para aquellos extra?os monstruos, la causa de la m¨¢s escandalosa hilaridad", apunta Carter. Afortunadamente Marte tiene una fauna variada que incluye a Dejah Toris, princesa de H¨¦lium, una individua de piel rojiza, esbelta, morenaza y, ejem, "tan desprovista de ropas como las marcianas verdes que la acompa?aban". El romanticismo de Burroughs te?ir¨¢ tambi¨¦n todo un subg¨¦nero marciano.
Ray Bradbury, la voz m¨¢s l¨ªrica d¨¦ la ciencia ficci¨®n, public¨® en 1950 sus Cr¨®nicas marcianas (Minotauro), un libro maravilloso que narra la conquista de Marte por la Tierra en 27 relatos independientes y. en el que el autor, como dijo Borges, puso "sus largos domingos vac¨ªos, su tedio americano, su soledad". Habr¨ªa que a?adir tambi¨¦n su infancia, con sus sue?os y sus terrores. Las Cr¨®nicas marcianas constituyen una de las obras m¨¢s melanc¨®licas y estremecedoras que puedan leerse. Los marcianos son una raza fantasm¨¢gorica, antigua y en declive, de ojos amarillos, casas de cristal, libros de plata y viejos canales en los que anta?o corr¨ªa un licor verde. En los cuentos, la cotidianidad se mezcla con im¨¢genes on¨ªricas de enorme belleza. Los marcianos se extinguen a causa de la varicela, pero sus esp¨ªritus siguen poblando Marte.
Marsupiales herb¨ªvoros
Arthur C. Clarke, patriarca del sector m¨¢s cient¨ªfico de la ciencia-ficci¨®n, tambi¨¦n ha estado en Marte. En 1951 se pos¨® con la nave Ares junto a Puerto Lowell, la capital del planeta ya colonizado, en Las arenas de Marte (Edhasa). La novela narra las tensiones entre la colonia y la Tierra, un asunto muy frecuente que lsaac Asimov, por ejemplo, ha tratado en A lo marciano (Mart¨ªnez Roca), y presenta un proyecto de "terraformaci¨®n" para hacer de Marte un lugar m¨¢s favorable a la vida humana. Pese a su esp¨ªritu cient¨ªfico, Clarke no renuncia a la poes¨ªa ("colinas carmes¨ªes en el borde de la llanura esmeralda") ni al placer de retratar marcianos aut¨®ctonos: son marsupiales herb¨ªvoros y parece importarles un pimiento la presencia de los humanos.Marte Rojo (primera parte de una trilog¨ªa de la que ya se ha publicado en Espa?a tambi¨¦n la segunda, Marte Verde, ambas en Minotauro), de Kim Stanley Robinson, es la gran novela contempor¨¢nea (1993) sobre el planeta. Narra su colonizaci¨®n y su terraformaci¨®n desde la llegada en el 2026 de un grupo de pioneros. La ciencia, la aventura, la pol¨ªtica y hasta el amor y el sexo atraviesan sus prolijas p¨¢ginas, en las que late un aliento ¨¦pico. Los paisajes de volcanes, ca?ones, cr¨¢teres, son descritos con una prosa apasionada: "Hermosos, o m¨¢s que eso: parcos, austeros, desnudos, silenciosos, estoicos, rocosos, inmutables. Sublimes. El lenguaje visible de la existencia mineral de la naturaleza". Aprende, Pathfinder.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.