El camino de la santidad
Varias personas aseguran haber visto la cara de la princesa Diana sobre el retrato de Carlos I en Saint James
ENVIADO ESPECIALYa han comenzado las apariciones. En la cola del Saint James Palace no se habla de otra cosa que del fen¨®meno que varios peregrinos, llegados a firmar en el libro de condolencias, aseguran haber visto sobre el retrato de Carlos I pintado por Edward Bower. Es cierto que el cuadro no se encuentra homog¨¦neamente iluminado y que, ubicado al fondo de un corredor, su nitidez es incompleta, pero de lo que s¨ª se sienten seguros los visionarios es que el rostro de Diana se plasma all¨ª, en el ¨¢ngulo izquierdo de la pintura, y en la postura -con el rostro apoyado entre las manos- que propag¨® Bower en su cubierta. No es pues cualquier Diana la milagrosa sino aquella que ha quedado fijada en los media, apresada una y otra vez por los fot¨®grafos, repetida en toda clase de papeles, carretes y cintas de v¨ªdeos, multiplicada como ninguna otra mujer en la historia del planeta.
Los conmovidos visionarios dicen tambi¨¦n que la imagen reflejada sobre el cuadro se desvanece, no obstante, cuando la curiosidad se acerca demasiado. Prueba, se entiende, de que la princesa est¨¢ m¨¢s que harta de ser escudri?ada. En varios modos, su hu¨ªda de este mundo ha sido un testimonio de martirio contemplativo. Martirio sufrido aquella fatal noche de amor en-la que Dodi acababa de regalarle un anillo de treinta millones y medio de pesetas y martirio general en el que le hab¨ªa sumido su propia imagen. No es incoherente pues que pronto, por la imaginaci¨®n, vaya ingresando en la imaginer¨ªa. Y en la devoci¨®n.En las colas del duelo, en los supermercados, en cualquier parte donde se pregunte a una empleada o a una ama de casa qu¨¦ destacar¨ªa m¨¢s en la atracci¨®n de Diana, la respuesta alude, a su piedad y a su calidez ("she was so warm!").
Haciendo pues balance entre el p¨²blico las mujeres la adoran como buena mujer y buena madre y, un poco m¨¢s all¨¢, como el arquetipo femenino de nuestro tiempo: v¨ªctima de algo y valerosa ante todo. En cuanto a los hombres, la estiman porque es imposible no inclinarse hacia una princesa bien parecida, en galanada, rubia, rica y fotografiada hasta el exorcismo.
Empieza, por tanto, a ser normal que se la asimile a una santa. Todav¨ªa no ha brindado ning¨²n milagro reglamentario pero ?qu¨¦ mayor prodigio que convocar la atenci¨®n de 2.500 millones de televidentes o a atraer millones de d¨®lares para caridad?
Apenas quedan flores en Londres y las que se venden han multiplicado por cuatro o cinco sus precios. Todav¨ªa quedan gentes que no han dejado sus flores en los per¨ªmetros sagrados -ahora agrandados con la abad¨ªa de Westminster- pero a quien se interrogue responder¨¢ que no dejar¨¢ pasar la oportunidad, hoy o ma?ana de visitar los lugares de esta historia. Todos los c¨¢lculos que se han ido divulgando sobre los asistentes al funeral han sido sucesivamente corregidos al alza. A medida que se anuncia una previsi¨®n m¨¢s alta de asistentes, m¨¢s ciudadanos se sienten atra¨ªdos a participar en la concentraci¨®n.Como de la misma manera, cuantos m¨¢s se d¨¦ en los medios que los entrevistados subrayan la bondad de la princesa m¨¢s gente reclama su santidad. Ella dio la mano a los enfermos de SIDA cuando todav¨ªa mucha gente los rehu¨ªa, ella entreg¨® sus vestidos de gala para que los 500 millones de pesetas de recaudaci¨®n -hoy convertidos en m¨¢s de 5.000 millones seg¨²n Pam Danzinger, editor de Colectibles Business News Letter- se ofrecieran a los pobres y a los enfermos. Ella ha sido la que ha hecho a Gran Breta?a representante de la cruzada contra las minas personales y, ella en Fin ha logrado el efecto pol¨ªtico de hacer sentirse unida a la naci¨®n.Podr¨ªa ser una santa y a¨²n se quedar¨ªa corta. Una santa para el siglo XXI, larga, rica y sexy. En todas partes, en Londres, se pueden adquirir estampas de la princesa y no pocos escaparates de boutiques o grandes almacenes le rinden tributo de esta manera. Una docena de compa?¨ªas est¨¢n preparando, entre tanto, v¨ªdeos sobre su vida, desde la boda hasta el accidente mortal.
Los norteamericanos, que son incomparablemente m¨¢s despiertos que los ingleses para el negocio, calculan que las ventas de souvenirs en torno a Lady Di alcanzar¨¢n los 30.000 millones de pesetas en 1998. O m¨¢s. Darci Ross, presidente de la compa?¨ªa CMG Worldwide, que gestiona el patrimonio de Marilyn Monroe y James Dean asegura que lo superar¨¢ en ventas de merchandising. De hecho, entre los norteamericanos, ya hay una fuerte demanda para colgar alg¨²n motivo de la "princesa de los corazones" en el pr¨®ximo ¨¢rbol de Navidad.
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