El muerto m¨¢s solo del mundo
La llamada del muec¨ªn resuena en vano entre los cipreses, pinos y olmos del cementerio de Brookwood, donde en un rinc¨®n del cementerio isl¨¢mico un piquete de alba?iles trabaja noche y d¨ªa para terminar la tumba de Dodi Fayed. La peque?a mezquita est¨¢ tan vac¨ªa como el aparcamiento del cementerio, y s¨®lo un pu?ado de dolientes se acerca a la verja de madera y alambrada para echar un vistazo al sitio donde desde el domingo pasado yacen los restos del playboy egipcio de 42 a?os que en seis semanas de romance veraniego en el Mediterr¨¢neo y la Costa Azul conquist¨® el coraz¨®n de la princesa Diana de Gales.Es una escena que contrasta dram¨¢ticamente con el multitudinario y constante peregrinaje de millares de personas que acuden a los palacios de Kensington y Buckingham, en Londres. A mediod¨ªa, aqu¨ª hay exactamente 23 personas, incluyendo una enigm¨¢tica se?ora inglesa vestida de negro que acaba de llegar en una flamante berlina Volvo, tambi¨¦n negra. Sin decir una palabra, deposita un ramo de rosas a unos seis metros de la tumba.Acercarse es imposible. Los trabajadores est¨¢n puliendo la losa de granito para colocar luego la l¨¢pida que, con el nombre de Emad Mohamed Fayed, o Dodi, quedar¨¢ con direcci¨®n a la Meca como la tumba de todo buen seguidor del islam.
Ese detalle es uno de los pocos recordatorios de que Dodi era ¨¢rabe y musulm¨¢n. Bajo cuatro paraguas verdes con la inscripci¨®n de Harrods, justo al lado de una camioneta destartalada, la familia Al Fayed ha colocado en una mesa rectangular cuatro libros de condolencias. Con excepci¨®n de un mensaje escrito en ¨¢rabe, todas las condolencias han sido escritas en ingl¨¦s. Dodi, al parecer, ten¨ªa m¨¢s amigos anglosajones que ¨¢rabes.
Un jefe querido
No es, por cierto, la impresi¨®n que tiene Mick, un fornido joven londinense que supervisa los trabajos en su capacidad de miembro del staff del se?or Al Fayed". Mick mira incialmente con sospecha al grupo de espa?oles que visita el cementerio. Pero accede a conversar y es entonces cuando uno se entera de que es un guardaespaldas al servicio de la casa de los Al Fayed. Bajo el ch¨¢ndal verde se puede advertir el correaje de una sobaquera. "Dodi era muy querido por todos", dice Mick, un ex militar de la marina brit¨¢nica. "Como todo jefe, ten¨ªa sus cosas cuando estaba estresado, pero se le pasaban pronto. Era muy querido".
Con cara entristecida, Mick cuenta que estaba en Saint Tropez cuando se enter¨® de la muerte de su patr¨®n y de Diana. "Fue un golpe muy duro. Los hab¨ªa visto en el jonikal", afirma, refiri¨¦ndose al suntuoso yate de los Al Fayed a bordo del cual Diana y Dodi fueron sorprendidos bes¨¢ndose el mes pasado.
Mohamed al Fayed viene aqu¨ª todas las noches. Quiz¨¢s porque sabe que, con toda la atenci¨®n mundial volcada sobre el funeral de Diana, Dodi puede sentirse en algo el muerto m¨¢s solitario del mundo.
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