"Me impresionaba su tenacidad para salir adelante"
La princesa Diana pasar¨¢ dentro de muy poco a formar parte de, la leyenda. Se escribir¨¢n sobre ella miles de palabras, pero la mujer que yo conoc¨ª era mucho m¨¢s que un figur¨ªn, un s¨ªmbolo, o incluso que una princesa. Era una persona que, al igual que muchos de nosotros, se esforzaba por criar a sus hijos, desarrollar su identidad y utilizar sus dones especiales para cambiar el mundo. Desde su tr¨¢gica muerte, el pasado fin de semana, he estado pensando en lo que ella signific¨® para m¨ª y para todos nosotros.Conoc¨ª a Diana por primera vez durante las ceremonias oficiales para conmemorar el 50? aniversario del D¨ªa-D, en junio de 1994. Poco despu¨¦s, dijo a una amiga de ambas que quer¨ªa hablar conmigo. Yo ten¨ªa muchas ganas de conocer a la mujer tras la sonrisa deslumbrante. Pero, como las dos est¨¢bamos muy ocupadas, tardamos meses en concertar una cita. Por fin nos reunimos en octubre de ese a?o, con ocasi¨®n de un almuerzo en su honor en la embajada brit¨¢nica en Washington. Diana brome¨® durante todo el almuerzo y despu¨¦s, tras decir adi¨®s a los dem¨¢s invitados, mantuvimos una reuni¨®n privada.
Hablamos de los desaf¨ªos de la vida p¨²blica y de la lucha para proteger a nuestros hijos del escrutinio del mundo. Me coment¨® sus esperanzas y los nuevos planes que ten¨ªa de utilizar su posici¨®n para centrar la atenci¨®n en las necesidades de la gente que sufre. Aunque parec¨ªa vulnerable e insegura acerca del rumbo que estaba tomando su vida, percib¨ª en ella una reserva de fuerza moral y determinaci¨®n que la ayudar¨ªa a tomar las riendas de su propia vida y a socorrer a otros, a pesar de los obst¨¢culos.
A lo largo de los a?os siguientes, seguimos en contacto. Vi a Diana por ¨²ltima vez en junio de este a?o, durante su visita a Washington para reforzar su campa?a para la prohibici¨®n de las minas antipersonas. Mientras tom¨¢bamos el t¨¦ en la Sala del Mapa de la Casa Blanca, habl¨® apasionadamente de su reciente viaje a Angola y del que iba a hacer a Bosnia. Compartimos nuestras ideas sobre los avances que se estaban logrando en todo el mundo en la lucha contra el sida. Brome¨¦ sobre la subasta ben¨¦fica de sus vestidos y coment¨¦ que era la estrategia m¨¢s inteligente inventada para hacer hueco en el armario.Y, como siempre, hablamos de nuestros hijos. Me puso al d¨ªa en cuanto a lo que hac¨ªan sus hijos, Guillermo y Enrique, lo r¨¢pidamente que estaban creciendo y sus esfuerzos para darles una infancia lo m¨¢s normal posible. Me pregunt¨® acerca de los planes de Chelsea respecto a la universidad y quer¨ªa saber m¨¢s cosas acerca del sistema universitario estadounidense.El tiempo que estuvimos juntas se nos pas¨® r¨¢pidamente. Salirnos al corredor del piso bajo, que se denomina Galer¨ªa de las Primeras Damas, y present¨¦ a Diana a una adolescente muy emocionada, hija de una familia que estaba pasando unos d¨ªas con nosotros. Un fot¨®grafo de la Casa Blanca nos sac¨® una foto ante el retrato de una de mis predecesoras hace m¨¢s de 100 a?os, Frances Cleveland. Al igual que Diana, fue una joven novia que en seguida tuvo que hacer acopio de todo su garbo y aplomo, ya que se convirti¨® en la obsesi¨®n de los medios de comunicaci¨®n, que no la dejaban ni a sol ni a sombra. La iron¨ªa de esa foto nunca dejar¨¢ de sorprenderme.
Diana y yo nos dimos un abrazo de despedida. Mientras la observaba alejarse, vi a una mujer joven m¨¢s segura de s¨ª misma y eficaz por fuera que la que hab¨ªa conocido tres a?os antes. Me impresionaban su valor y tenacidad para levantarse y salir adelante cada vez que la vida le hac¨ªa desmoronarse. Yo estaba encantada porque parec¨ªa m¨¢s feliz y en paz consigo misma.
Voy a echarla de menos, voy a echar de menos el orgullo en su voz cuando hablaba de sus hijos, voy a echar de menos escuchar sus relatos sobrela gente a la que intent¨® ayudar y voy a echar de menos verla construirse una vida.
Me viene a la memoria algo que dijo en una ocasi¨®n acerca de la enfermedad de no ser amado. Lo que quiso decir es que la falta de amor te impide desarrollarte plenamente como ser humano. Conf¨ªo en que todos los que lloran la muerte de Diana honrar¨¢n su memoria haciendo cuanto puedan por llevar amor y consuelo a todos los que sufren. Pocos o ninguno de nosotros seremos nunca tan bellos por fuera como ella lo fue, pero todos nosotros podemos esforzamos por desarrollar esa belleza interna de coraz¨®n y de alma que ella valoraba y consideraba m¨¢s duradero e importante. Copyright Creators Syndicate, Inc.
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