Antes, durante o despu¨¦s del accidente
El autor dice que es insostenible la acusaci¨®n de homicidio involuntario que pesa sobre los fot¨®grafos implicados en el mortal accidente
GONZALO MART?NEZ-FRESNEDAEn la muerte de la princesa Diana, su relevancia personal, as¨ª como el car¨¢cter novelesco de su biograf¨ªa, es decir, su condici¨®n de personaje, contribuyen a que la gente se remita inmediatamente, ante la noticia de su muerte accidental, a los motivos personales que la llevaron a esa circunstancia fatal. El inter¨¦s del p¨²blico por las pulsiones ¨ªntimas del personaje -el mismo que alimenta la labor de los paparazzi- se reduplica ante el momento de su muerte, hasta otorgar le un doble privilegio que en absoluto se concede a los dem¨¢s automovilistas que se matan cuando van a 200 kil¨®metros por hora: el de preguntarse por qu¨¦ raz¨®n personal iba a semejante velocidad y el de elevar esa raz¨®n subjetiva a la categor¨ªa de causa suficiente de justificaci¨®n, de tal manera que la culpa por la imprudencia temeraria de circular a 200 kil¨®metros por hora en pleno casco urbano se proyecta hacia terceros.De tal modo es as¨ª, que el hallazgo de un elevado ¨ªndice de impregnaci¨®n alcoh¨®lica en la sangre del conductor del coche de la princesa -un ex polic¨ªa dedicado a tareas de seguridad privada- no ha sido un elemento que haya venido a interferir notablemente en esa correlaci¨®n absoluta entre el accidente y la presencia de los fot¨®grafos, que de forma autom¨¢tica se ha dado por sentada desde que se difundi¨® la noticia. El dato tampoco ha impedido que el juez de instrucci¨®n dirija contra los periodistas gr¨¢ficos la imputaci¨®n de homicidio involuntario -castigado con tres a?os de prisi¨®n-, acusaci¨®n tanto m¨¢s sorprendente cuanto que todas las fuentes de la investigaci¨®n reconocen que no existe ning¨²n indicio de que las motos o los coches de los fot¨®grafos intervinieran en el accidente. Quiz¨¢ por ello los reproches hacia los paparazzi se han desplazado a otros momentos del drama. Su culpa se situar¨ªa ahora tanto en su acoso permanente antes de que el coche iniciara su fatal carrera, como en su acoso posterior al accidente, llegando a entorpecer las labores de auxilio. Sin embargo, desde el punto de vista jur¨ªdico, poner en relaci¨®n la precipitada carrera del coche de Diana hacia la muerte con el supuesto acoso anterior de los fot¨®grafos, como pretende el desatar un abogado de la fa milia Al Fayed, hasta el punto de establecer una relaci¨®n de causa a efecto entre ambos hechos, es algo que carece del m¨ªnimo fundamento. Para que los paparazzi fueran responsables de las consecuencias del accidente por homicidio involuntario -figura penal del derecho franc¨¦s parecida a nuestro homicidio imprudente- se exige la concurrencia de una serie de requisitos que aqu¨ª no existen. B¨¢sicamente, se requiere una adecuada relaci¨®n de causalidad entre la conducta de los fot¨®grafos y el resultado de muerte o lesiones. Esa conducta ha de suponer la inobservancia de un deber y, adem¨¢s, desatar un riesgo de un peligro potencial entrevisto o que se haya podido prever, que luego se hace realidad.Est¨¢ claro que aqu¨ª no concurre ninguno de esos requisitos, ya que ni la conducta de los fot¨®grafos era infractora de un deber de cuidado puesto que hac¨ªan su trabajo legalmente en un lugar p¨²blico, ni fue creadora de un riesgo previsible ya que la escapatoria a 200 kil¨®metros por hora no era un peligro que hubiera de entreverse racionalmente ni, en definitiva, el resultado acaecido puede entenderse derivado -en adecuada relaci¨®n de causalidad- de la conducta de unos fot¨®grafos que vigilan en la calle para tomar unas fotos de la misma forma en que lo hab¨ªan hecho otras muchas veces.
A pesar de ello, la polic¨ªa parisiense ha seguido sus investigaciones centr¨¢ndose en la intervenci¨®n de los fot¨®grafos; ¨¦stos han estado tres d¨ªas presos -aunque su detenci¨®n recordaba a las pel¨ªculas del Oeste, porque era como estaban m¨¢s seguros- y luego han sido inculpados por un juez. ?D¨®nde situar su participaci¨®n en el drama? Parece ser que el momento en que el papel de villanos adjudicado a los fot¨®grafos y la ley penal vienen a coincidir de forma inapelable es en el de su ep¨ªlogo. En efecto, la acusaci¨®n m¨¢s seria formulada contra ellos es la del delito de no asistencia a persona en peligro, que en Francia se castiga con cinco a?os de prisi¨®n. Los fot¨®grafos llegados al lugar del accidente no sabemos si los mismos que esperaban a la puerta del hotel Ritz- se habr¨ªan preocupado de obtener fotograf¨ªas del estado del coche y de las v¨ªctimas, en lugar de prestarles ayuda. Habr¨ªan hecho as¨ª un alarde supremo de su condici¨®n de desalmados.
De todos modos esta acusaci¨®n tambi¨¦n reclama sus matices. En primer lugar, se nos dice que as¨ª fue porque lo han declarado m¨¢s de 10 testigos (entre ellos una pareja de turistas americanos que llevan toda la semana en las pantallas de las televisiones), pero nadie se pregunta qu¨¦ auxilio prestaban esos 10 testigos mientras observaban la falta de auxilio de los fot¨®grafos. Tampoco se aclara cu¨¢l era la naturaleza del auxilio exigido: si se trataba de rescatar a las v¨ªctimas de entre los hierros retorcidos, parece que los bomberos, con sus sopletes especiales, tardaron m¨¢s de una hora en conseguirlo. Y si se trataba de avisar a la polic¨ªa o a las ambulancias, es seguro que fueron avisados por alguien de inmediato, hasta el punto de que alguno de los reporteros detenidos lleg¨® al lugar despu¨¦s de la polic¨ªa. Estos matices han hecho que el reproche penal haya seguido necesitando nuevos apoyos.Por fin, dos agentes del orden presentes en el lugar han aportado un testimonio m¨¢s preciso: seg¨²n ellos, los fot¨®grafos se resist¨ªan a apartarse, continuaron haciendo fotos y entorpecieron voluntariamente la labor de estos agentes que hab¨ªan acudido en socorro de las v¨ªctimas. Pero el problema es que este testimonio tampoco ser¨¢ determinante desde el punto de vista penal si el entorpecimiento no ha puesto en peligro la vida o integridad de las v¨ªctimas, conclusi¨®n a la que nadie llega abiertamente, bien sea porque se trat¨® de un entorpecimiento intrascendente o bien porque las v¨ªctimas, por su desgracia, no pod¨ªan ya ser auxiliadas. Con car¨¢cter general hay que decir que las protestas policiales sobre entorpecimientos en el momento en que est¨¢n actuando -al igual que sus quejas sobre falta de colaboraci¨®n ciudadana cuando no est¨¢n actuando- no deben tomarse siempre en sentido estricto. Otra cosa es el desorden circulatorio y el nerviosismo que el accidente provocar¨ªa. Es f¨¢cil imaginar la escena de confusi¨®n y espanto que en pocos segundos se organiz¨® en el t¨²nel. Pero si algo debi¨® caracterizarla fue el exceso de personas, veh¨ªculos y servicios de urgencia que concurrieron al lugar; todo lo contrario que un accidente acaecido en una carretera perdida o en un paraje solitario, donde las v¨ªctimas pueden permanecer abandonadas mucho tiempo hasta ser atendidas y donde la inhibici¨®n del primero que las vea s¨ª puede resultar criminal. En conclusi¨®n, s¨®lo en el supuesto de que los paparazzi eludieran atender a las v¨ªctimas del accidente, de que ¨¦stas estuvieran desamparadas de otra protecci¨®n y de que adem¨¢s su estado permitiera alg¨²n tipo de auxilio inmediato por parte de los fot¨®grafos, cabr¨ªa al final exigirles alguna responsabilidad penal, invocando esa figura delictiva que est¨¢ tan olvidada en estos tiempos como la omisi¨®n del deber de socorro. Tan olvidada, que en el nuevo C¨®digo Penal espa?ol se castiga s¨®lo con una pena de multa. Cuesti¨®n de matices.
Leo en Le Monde que Buckingham estudia personarse en el procedimiento judicial como acusaci¨®n particular. Curioso destino ¨¦ste de los reporteros gr¨¢ficos que, como ha dicho uno de ellos, pasaron de ser testigos a ser detectives y, -ahora, a ser los reos.
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