Schubert y el sosiego
Nos conmueve Schubert. Da lo mismo que estemos en el a?o del bicentenario de su nacimiento o en otro cualquiera. Su m¨²sica sigue despertando pasiones tranquilas, provocando nuevas amistades, haciendo compa?¨ªa. A veces nos preguntamos por qu¨¦ queremos tanto a Schubert. No es f¨¢cil explicarlo. Tal vez sea por la humanidad a flor de piel que desprende una m¨²sica en la que conviven incluso c¨®modamente el amor y el dolor, o tal vez por su poes¨ªa sosegada alimentada a partes iguales por ra¨ªces cultas y populares. Una cosa est¨¢ clara. Necesitamos a Schubert, sus lieder, su m¨²sica de c¨¢mara, sus viajes de invierno, sus truchas y sus doncellas.?nicamente Schubert puede inspirar un festival como el de Vilabeltr¨¢n, en el Ampurd¨¢n (la joven y extraordinaria soprano Juliane Base pondr¨¢ ma?ana el punto final a la actual edici¨®n). Unicamente el m¨²sico vien¨¦s puede explicar el milagro en las bellas regiones del Vorarlberg austriaco de la Schubertiade, un festival de irresistible encanto en su combinaci¨®n de naturaleza, recogimiento y b¨²squeda de esencias art¨ªsticas. No es la Schubertiade un tipo de convocatoria en que se marquen tendencias est¨¦ticas como Salzburgo, ni donde se combine musicolog¨ªa con teatro como P¨¦saro, ni donde se trate de popularizar la m¨²sica culta como los Proms de Londres, o donde se apuesta por la vanguardia como Amsterdam. En la Schubertiade lo que verdaderamente importa es el disfrute sereno de la m¨²sica de Schubert y otros compositores m¨¢s o menos afines.
Este a?o han batido r¨¦cords de asistencia con m¨¢s de 34.000 espectadores (a lo m¨¢s que hab¨ªan llegado anteriormente era a 25.500), en 69 conciertos distribuidos entre mayo y septiembre por varias poblaciones del oeste de Austria y zonas lim¨ªtrofes de Alemania. La media docena de exposiciones dedicadas a Schubert con motivo del bicentenario han sido tan oportunas como sugerentes, especialmente las ubicadas en el castillo de Achberg por sus valores musicol¨®gicos y las del Museo Hist¨®rico de Lindau por sus aspectos iconogr¨¢ficos y documentales.
La Schubertiade actual es heredera de la que surgi¨® en Hohenems en 1976 bajo los auspicios del bar¨ªtono Hermann Prey. La capacidad limitada de la sala de los caballeros y del patio del palacio de Hohenems hizo que los ojos se volvieran hacia la poblaci¨®n cercana de Feldkirch, donde exist¨ªa un auditorio, rehabilit¨¢ndose adem¨¢s la sala de conciertos del Conservatorio y hasta prepar¨¢ndose un curioso escenario natural en el interior de un bosque pr¨®ximo al r¨ªo. Los noventa han supuesto una notable expansi¨®n de los espacios de la Schubertiade, incorpor¨¢ndose a la misma lugares como el castillo de Achberg, la bella localidad de Lindau en el lago de Constanza, la abad¨ªa benedictina de St. Gerold y especialmente el bell¨ªsimo entorno de alta monta?a de Schwarzenberg, al comienzo de los bosques de Bregenz, con la sala Angelika Kauffmann, de ac¨²stica id¨®nea para la m¨²sica de c¨¢mara y capaz de acoger a 500 personas. El pasado s¨¢bado actu¨® all¨ª por primera vez la mezzosoprano madrile?a Teresa Berganza, acompa?ada al piano por Alvarez Parejo. Fue un recital memorable, edificado a partir de una feliz asociaci¨®n Rossini-Schubert, para irse luego adentrando en territorios m¨¢s pr¨®ximos a la voz latina.
La Schubertiade seduce, qu¨¦ duda cabe, pero no solamente a un tipo de espectador que busca la integraci¨®n de m¨²sica, paisaje y hasta gastronom¨ªa, sino especialmente a unos int¨¦rpretes que encuentran reposo y condiciones de relajaci¨®n ideales para el ejercicio de la m¨²sica. Algunos hist¨®ricos, como Dietrich Fischer-Dieskau, Brigitte Fassbaender o Hans Hotter, no se resisten a faltar a la cita y buscan un hueco bien como narradores o bien dando clases magistrales de canto. Para dar una idea de los int¨¦rpretes que acuden a la Schubertiade basta enumerar algunos de los m¨¢s significativos anunciados para la pr¨®xima edici¨®n de 1998: Harnoncourt, con la orquesta Philarmonia de Londres; Cecilia Vartoli, con la pianista Maria-Joao Pires; Pr¨¦gardien, con Andreas Staier alfortepiano; Banse, con Andras Schiff, y, en fin, los cantantes Terfel, Quasthoff, Goerne, B?r, Kirclisclilagen, Gruberova, Sch?fer, Schreier, los cuartetos Hagen, Mosaiques y Alban Berg, o los pianistas Brendel y Ugorsky.
El p¨²blico de la Schubertiade -silencioso y respetuoso como pocos- est¨¢ formado mayoritariamente por alemanes, suizos y austriacos. Los japoneses a¨²n no han llegado y los americanos (o los espa?oles) se cuentan con los dedos de la mano. Pero los que vienen transmiten boca a boca, como un tesoro oculto, lo que han visto. La Schubertiade se ha consolidado como el buque insignia de los festivales europeos intimistas. Verdaderamente, los schubertianos tienen lo que se merecen.
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