La madre Teresa nos muestra el camino
La madre Teresa de Calcuta, con su entrega incondicional a los m¨¢s pobres, se nos muestra ahora como una figura de validez universal. Nacida en Albania, arraigada en la India, viajera incansable por todos los continentes, en di¨¢logo con las personalidades m¨¢s relevantes de nuestro tiempo, su palabra y, sobre todo, su ejemplo y su obra, han sido una proclamaci¨®n de la dignidad del pobre, del d¨¦bil, del marginado. Ella ve¨ªa en cada ser humano que sufre a Jesucristo presente. Se ha acercado a los enfermos y moribundos abandonados, con verdadera ternura.Ha hecho el bien y ha procurado que otros lo hagan: la congregaci¨®n femenina fundada por la madre Teresa Misioneras de la Caridad y otra fundaci¨®n m¨¢s reciente para varones, los muchos colaboradores de toda condici¨®n que participan en la realizaci¨®n de sus m¨²ltiples iniciativas al servicio de los pobres, ponen de manifiesto su voluntad de propagar por el mundo esta atenci¨®n concreta a las personas aplastadas por la miseria m¨¢s extrema.
La madre Teresa ha sido como un instrumento viviente de la misericordia y del amor de Dios hacia todos. Ella nunca ha rechazado la necesidad de que se promuevan reformas profundas en el ¨¢mbito pol¨ªtico y social para erradicar las causas de la pobreza. Pero entendi¨® siempre que su vocaci¨®n personal no era ¨¦sa. Ella se sent¨ªa atra¨ªda por el imperativo del contacto directo, personal, con la persona del pobre. En esta ¨¦poca en la que vivimos y actuamos todos condicionados por estructuras organizativas complejas, solicitados por discursos abstractos de solidaridad, el ejemplo y la acci¨®n de la madre Teresa de Calcuta nos recuerdan que, m¨¢s all¨¢ de nuestros programas y estructuras, est¨¢ el ser humano, viviente, real, con su dolor, con su desesperanza, con su soledad y desamparo, que necesita se- alguien para alguien; necesita a su lado una persona que le mire con amor, que le escuche, que comparta su dolor, aunque no pueda hacer nada. La mayor pobreza para una persona es no sentirse amada por nadie.
Para nuestra cultura vigente, inclinada a medir el valor de las personas por su saber, por su poder econ¨®mico y pol¨ªtico, o simplemente por su utilidad mayor o menor, resulta casi escandaloso el amor de la madre Teresa por los seres humanos in¨²tiles, de los cuales ya nada se puede esperar en este mundo. Ella serv¨ªa a cada uno con alegr¨ªa y humildad, amaba a cada uno contra toda esperanza, iluminada por su fe y esperanza en Jesucristo resucitado.
Es aleccionador el hecho de que la madre Teresa sirvi¨® y am¨® de coraz¨®n a los pobres de cualquier religi¨®n o creencia: hind¨²es, musulmanes, cristianos, y alejados de toda fe. Nos mostr¨® el camino de la verdadera felicidad: damos a los dem¨¢s.
La madre Teresa no hizo concesiones a la galer¨ªa. Su razonada firmeza contra el aborto, su amor al Papa, su palabra directa, evang¨¦lica, comprensible para todos, ante los foros internacionales, constituyen un testimonio de aut¨¦ntica libertad y de amor a la verdad, La clave de la vida de la madre Teresa de Calcuta se expresa en esta frase suya: "Para amar... como Cristo nos ha amado desde la Cruz, hemos de amarnos mutuamente y damos a los dem¨¢s".
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