Fuego de paja
Es probable que en catal¨¢n haya un proverbio parecido: "Lasto su, kakazu" ("El fuego de paja es sucio"). Raimon debi¨® tenerlo en cuenta antes de lanzarse a su arriesgada y generosa apuesta en el homenaje a Miguel Angel Blanco. Recuerdo bien aquel 18 de mayo de 1968 en la Facultad de Pol¨ªticas y Econ¨®micas, cuando el de J¨¢tiva cant¨® por primera vez en Madrid su homenaje al Pa¨ªs Vasco. Gritar en p¨²blico "?Gora Euskadi!" estaba prohibido, pero ¨¦l lo hizo aquel d¨ªa, en vez del "gora gora diuen f¨®rt" a que le obligaba la censura, igual que todos los colores del verde de la tierra a que hac¨ªa referencia. El recital termin¨® con una gran manifestaci¨®n hacia Arg¨¹elles que atrap¨® por azar en el atasco al autom¨®vil en que viajaba la princesa Sof¨ªa y ¨¦sta no debi¨® escuchar entonces cosas muy agradables porque ella y su esposo Juan Carlos encarnaban la continuidad del franquismo.Desde entonces han transcurrido casi 30 a?os. El actual rey ha asumido sin problemas la ambivalencia de su posici¨®n preconstitucional y la canci¨®n de Raimon se inscribe en el repertorio que explica la amplitud del movimiento cultural y social en que hab¨ªan de apoyarse la democracia y la concepci¨®n plurinacional de Espa?a. Ese pueblo que ha sufrido tanto sigue haci¨¦ndolo, pero no a causa de las detenciones y torturas de militantes obreros y nacionalistas por la Guardia Civil y otras fuerzas de seguridad del Estado, sino por el terror de ETA. Ten¨ªa, pues, pleno sentido confirmar la desesperada solidaridad con la causa nacional vasca en este otro contexto. Era el mejor servicio que pod¨ªa prestarse a la democracia y a la memoria de Miguel Angel.
El error fue no contar con el destinatario. Una cosa fue la movilizaci¨®n de masas en julio, donde los gritos de fascistas y partidarios de la pena de muerte resultaron acallados por la inmensa mayor¨ªa, y otra la suma de ultras, de populare y de fans de las estrellas basura que pod¨ªan verse atra¨ªdos por un festival que colocaba como protagonistas al primer contribuyente del reino, Julio Iglesias, a Ana Obreg¨®n o a Macarena. Era l¨®gico que semejante auditorio se cebase en el pasado pol¨ªtico de Jos¨¦ Sacrist¨¢n o en el simple hecho de que un valenciano cantara en catal¨¢n, destrozando as¨ª el llamado "esp¨ªritu de Ermua". Un buen recordatorio para los enemigos de los nacionalismos, mostrando que la irracionalidad no reside s¨®lo en catalanistas y abertiales.
Y sobre el triste episodio, con el fuego de la paja sembrando l¨®gicamente suciedad, el PP al desnudo. En algunas de sus gentes vociferando como en el pasado, pero sobre todo en la pretensi¨®n de capitalizar solos la tragedia, en el p¨¦simo gusto de la elecci¨®n del tipo de acto y en la incapacidad para reaccionar, donde sus responsables rozaron la infamia y/o la incompetencia. Nadie sali¨® al escenario para respaldar a Mat¨ªas Prats, desautorizando los abucheos. Luego ¨¦stos fueron refrendados por el hombre del PP en TVE como signos de libertad de expresi¨®n. Libertad que no existi¨® en su televisi¨®n oficial, que trat¨® de echar tierra sobre el asunto y realzar el supuesto ¨¦xito. A modo de tel¨®n de fondo, la foto de Aznar y sus folcl¨®ricos, feliz a los acordes de Macarena cuando lo que se conmemora es un crimen. Para rematar la faena, Aznar declara que los abucheos son s¨®lo una an¨¦cdota.
Una an¨¦cdota, no; un s¨ªntoma. Sin llegar a los tonos apocal¨ªpticos empleados por Gonz¨¢lez, resulta hoy m¨¢s cre¨ªble que nunca la perspectiva de un conservadurismo autoritario cuyo prop¨®sito sea compensar la pobreza mental de unos gobernantes con el control de los medios. Una vuelta a los tiempos bobos, aderezados con misisipis, moros, cristianos, pel¨ªcanos, marcianos y otras t¨®mbolas, mientras la informaci¨®n se centra en las aventuras de un atajo de figurones, de Cosas en el sentido de la palabra para Maruja Torres, quienes a golpe de miles de millones nos proporcionan el diario hartazgo de bal¨®n. Pronto en un bosque de decenas de canales, tambi¨¦n bajo control.
Pluralismo en apariencia, debidamente filtrado. Y que nadie dude de los ¨¦xitos de Aznar, pase lo que pase.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.