Europa gana la Ryder de Espa?a
Angustioso triunfo: por un punto y en el ¨²ltimo hoyo 40 Montgomerie y Rocca, los h¨¦roes
Si cualquier jugador, sea norteamericano o europeo, es capaz de dar parte de su vida simplemente por participar en la Ryder Cup, imaginen entonces, intenten ponerse en su piel, lo que sintieron o podr¨ªan sentir los 12 europeos,y su capit¨¢n cuando ayer a eso de las seis de la tarde, Scott Hoch, el -¨²ltimo jugador norteamericano que intent¨® lo imposible, cedi¨® la ¨²ltima bola en juego a Colin Montgomerie, el escoc¨¦s rubicundo, -el ¨²ltimo europeo que sab¨ªa que la Ryder era esta vez, otra vez, un asunto continental. Era el medio punto que el equipo de Severiano Ballesteros necesitaba para conseguir el sue?o de los ¨²ltimos a?os ganar la Ryder Cup, ganarla en Espa?a, en Valderrama (C¨¢diz), ganarla con un capit¨¢n espa?ol y con dos puntales espa?oles, Olaz¨¢bal y Garrido, en el equipo. La Ryder de Espa?a. La Ryder de la angustia inesperada, pero m¨¢s grande por eso, porque oblig¨® a 600 millones de espectadores de todo el mundo a contener la respiraci¨®n hasta el ¨²ltimo hoyo. La Ryder de siempre.Y, como siempre, la Ryder de los nombres. El de Montgomerie, ganador del ¨²ltimo medio punto; el de Rocca, que derrot¨® a Tiger Woods y levant¨® la moral hasta el techo; el de Johansson, el infrautilizado sueco, que desarm¨® la estrategia norteamericana de colocar a sus hombres m¨¢s fuertes al comienzo de la jornada derrotando a Love sin contemplaciones; el del dan¨¦s Bjorn, el ¨²nico novato que puntu¨® en los individuales; y el de Olaz¨¢bal, el vasco que desperdici¨® la oportunidad de convertirse en el h¨¦roe del d¨ªa -¨¦l habr¨ªa logrado el punto definitivo- al tirar por la borda una ventaja de dos golpes en los ¨²ltimos tres hoyos. Y Severiano Ballesteros. "La diferencia es que los europeos jugamos con coraz¨®n y ganas, somos un equipo", dice Olaz¨¢bal. "Y los norteamericanos son una suma de individualidades, por eso les ganamos, aunque parezcan mejores". Es decir, Europa es el equipo de Ballesteros, el hombre con m¨¢s coraz¨®n y ganas de ganar. Cuando Langer, el alem¨¢n met¨®dico que fren¨® la presi¨®n, gan¨® en el hoyo 17 el punto que daba el empate y, por tanto, la Copa para Europa -la reten¨ªa por combate nulo-, pero no la victoria, Nick Faldo, por ejemplo, el m¨¢s veterano de todos, respir¨® tranquilo, hizo el gesto de, liberarse de una angustia insoportable y levant¨® el pu?o en se?al de triunfo. Pero -Ballesteros, no. El capit¨¢n segu¨ªa serio y concentrado, sufriendo como nadie cuando le llegaban por el interfono las noticias de los desastres de Westwood o el propio Faldo. Al capit¨¢n fren¨¦tico s¨®lo le val¨ªa la victoria. No estall¨® de alegr¨ªa hasta el momento en que Hoch le concedi¨® el golpe a Montgomerie. Pero tampoco tanto. Estaba tan agotado, hab¨ªa so?ado tanto con el momento, que cuando lleg¨® se qued¨® como en blanco. El d¨ªa hab¨ªa sido muy duro.
Hab¨ªa empezado a las nueve de la ma?ana con buenas noticias. Aunque Faldo y Westwood terminaron perdiendo el foursome aplazado, Olaz¨¢bal y Rocca -gran d¨ªa el del italiano: dos puntos en domingo Ryder- se deshicieron por la v¨ªa r¨¢pida de Couples y Love, y Parnevik y Garrido frenaron en empate a Woods y Leonard. 10,5-5,5 antes de los 12 individuales. Cinco puntos de diferencia. Ballesteros inmediatamente record¨® Muirfield Village (Ohio), 1987, 10,5-5,5 antes de la docena final, un m¨ªnimo 15-13 final, un domingo de angustia que resolvi¨® ¨¦l mismo, Ballesteros, ganando a Curtis Strange, logrando la pri-
mera victoria europea en suelo americano, inaugurando la d¨¦cada de oro del golf europeo: cuatro victorias y un empate bueno en siete ediciones. La anterior victoria databa de 1957, cuando Europa, en t¨¦rminos de golf, s¨®lo era el Reino Unido.
Y se prepar¨® para su en¨¦simo domingo Ryder. En su alineaci¨®n, sospechando que Tom Kite, su colega norteamericano, colocar¨ªa, como as¨ª fue, a sus pesos pesados -Couples, Love, Woods, Leonard y Mickelson- de inicio para liderar el esp¨ªritu de reconquista, el c¨¢ntabro coloc¨® de entrada, para opon¨¦rseles, a los novatos con ganas -Johansson, Bjorn, Clarke, Parnevik- y al genial Rocca. Despu¨¦s, frente a los pesos medios americanos, sus puntales: Olaz¨¢bal, Langer, Westwood, Montgomerie y Faldo. El primero y el -¨²ltimo -Woosnam y Garrido-, al matadero.
Pese a todas las apariencias -noticias de palizas arrolladoras de los estadounidenses llegaban como presagio de desastre cada minuto-, el equipo europeo no perdi¨® en ning¨²n momento el mando del marcador. Los novatos frenaron efectivamente la anunciada avalancha. No se produjo el esperado aluvi¨®n de puntos. Esa seguridad europea era desconcertante para 12 hombres que sacaron de sus bolsas el mejor golf que sab¨ªan -excepto el apabullado Tiger Woods- y que ve¨ªan que la fortaleza continuaba inexpugnable. Desconcertante y definitiva. Lograron llevar la memorable jornada hasta el ¨²ltimo suspiro, pero al exhausto Hoch le falt¨® el aliento.
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