Ideolog¨ªas tributarias
El autor, partiendo de la reforma fiscal de Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, eval¨²a las medidas adoptadas por el Gobierno del PP y critica que haya ignorado los criterios de equidad fiscal
La Hacienda p¨²blica en Espa?a vuelve a ofrecer la imagen de un cuerpo incompleto con elementos dislocados. El activismo fiscal desencadenado por el Gobierno del PP durante los ¨²ltimos 15 meses ha originado arbitrariedades, distorsiones e ineficiencias resucitando, adem¨¢s, a?ejos anacronismos. La acumulaci¨®n de tantas anomal¨ªas est¨¢ ocasionando el desprestigio, la confusi¨®n y un palpable barullo en una de las instituciones -el sistema fiscal- que tiene que contribuir a la legitimaci¨®n ¨¦tica de una econom¨ªa de mercado.Este enredo y desorden ocurren cuando, el pr¨®ximo d¨ªa 14 de noviembre, se produce el vig¨¦simo aniversario de la entrada en vigor de la Ley de Medidas Urgentes, con la que se inici¨® el que, sin lugar a dudas, ha sido el proceso hist¨®rico m¨¢s transformador que ha experimentado -en este siglo- la Hacienda espa?ola: la reforma fiscal de 1978. Quienes pilotaron el tr¨¢nsito hacia un r¨¦gimen representativo produjeron, en esas fechas, una alteraci¨®n integral de la Hacienda, demostrando con hechos que modificaciones de esta naturaleza, en la p¨¦trea configuraci¨®n de un sistema econ¨®mico, no son debidas a la simple evoluci¨®n de un proceso industrial sino que obedecen a la exteriorizaci¨®n de un profundo cambio pol¨ªtico.
La refOrma fiscal era, desde hac¨ªa a?os (alrededor de 50), una necesidad objetiva, pese a lo cual tan s¨®lo pudo cristalizar cuando entre nosotros se decant¨® una mayor¨ªa pol¨ªtica en favor del progreso. Aquel horizonte m¨®vil, que por reiterado resultaba t¨®pico, que se verbalizaba bajo la promesa nunca olvidada y nunca cumplida, de modificar el dise?o tributario, s¨®lo empez¨® a ser realidad con la llegada de la democracia.
Su contribuci¨®n a la estabilidad y a la convivencia en libertad, a la cultura pol¨ªtica, hac¨ªa sostener que la trascendencia de la misma la situaba por encima de la acci¨®n de los gobiernos o de los partidos. Y que por tanto deber¨ªa ser impulsada por todos cuantos son defensores del pluralismo econ¨®mico, de la igualdad social y de la solidaridad. Pues bien, lo cierto es que la reforma fiscal tan s¨®lo fue apoyada por el centro y por la izquierda parlamentaria.
El ¨¦xito de la reforma tuvo mucho que ver con la singular personalidad pol¨ªtica de quien condujo su, elaboraci¨®n. Paco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, como es sabido, sosten¨ªa que ning¨²n test como el test tributario sirve tanto para localizar pol¨ªticamente a las personas o a los grupos sociales, al situar a cada uno de ellos en su verdadero sitio.
As¨ª se vinculaba a una concepci¨®n muy extendida en la teor¨ªa de la Hacienda, por la que la cantidad de impuestos que debe satisfacer cada ciudadano ha de establecerse en funci¨®n de su capacidad econ¨®mica y no a partir del beneficio que recibe por la acci¨®n del Estado. Como la distribuci¨®n originaria de la renta ya es en s¨ª misma una manifestaci¨®n del poder, el reparto de la carga tributaria plantea, adem¨¢s, un conflicto de intereses. Por eso, detr¨¢s de la imposici¨®n hay, siempre, grupos, unos mejor situados y otros peor, que se enfrentan por conseguir el privilegio de pagar lo menos posible, para Jo que tratan de echar sobre las espaldas de los dem¨¢s buena parte de los impuestos que soportan (Eisenstein).
Bases amplias y tipos moderados orlaron la configuraci¨®n tributaria de aquel momento. En un impuesto como el de la renta se apost¨® por la uniformidad, restringiendo extraordinariamente las reducciones y las exenciones ya que unas y otras terminan proporcionando beneficios y ventajas a contribuyentes muy concretos. En el IRPF se gravaron todas las manifestaciones de la renta, ya procedieran del trabajo, de los rendimientos de los capitales propios, de las actividades empresariales desarrolladas, de las transferencias patrimoniales recibidas o del aumento del valor de las propiedades.
Las modificaciones legislativas y administrativas, la apelaci¨®n que continuamente efectu¨® Fern¨¢ndez Ord¨®?ez en favor de la honestidad fiscal le granjearon el aprecio de los ciudadanos, quienes se incorporaron masivamente al sistema tributario, elevando de manera muy considerable su nivel de sinceridad fiscal.
Se produjo la ruptura colectiva con una pr¨¢ctica y un comportamiento insolidarios, a la vez que aflor¨® una nueva conciencia fiscal. Durante un dilatado espacio temporal, primero los centristas y despu¨¦s los socialistas, hicieron de la capacidad de pago el elemento alrededor del que girar¨ªa la fiscalidad de las personas f¨ªsicas.
El establecimiento de un impuesto sint¨¦tico y progresivo sobre la renta personal hab¨ªa consumado un proceso contra el que, desde la derecha pol¨ªtica y econ¨®mica, se alzaron voces. Vencerlas termin¨® por transformarse en el gran argumento. Se contrast¨® una tesis de Saroni, quien ha afirmado que la izquierda busca el bien de los dem¨¢s, mientras la derecha se dedica a hacerse el bien a s¨ª misma. Por eso, desde AP, Fraga y L¨®pez Rod¨® combatieron la reforma de Ord¨®?ez situ¨¢ndose al margen de sus planteamientos.
Los dos ministros de Hacienda de UCD fueron privilegiados testigos de semejante hostilidad.
A lo que hay que a?adir que, en los a?os en los que la derecha pol¨ªtica permaneci¨® en la oposici¨®n al PSOE, sus ofertas, en materia fiscal, confrontaron con un sistema tributario "influido de la doctrina socialdem¨®crata" (Aznar). El PP abraz¨® las ideas reaganianas aun a sabiendas de que su aplicaci¨®n en EE UU y el Reino Unido hab¨ªa alterado de manera cualitativa la distribuci¨®n de la carga fiscal al posibilitar que los ricos pagaran menos, las clases medias pagaran m¨¢s y las clases bajas vieran c¨®mo se reduc¨ªan las prestaciones sociales que recib¨ªan.
Por ello resulta pertinente el pretender averiguar si, en el nuevo escenario pol¨ªtico, los contenidos ideol¨®gicos que aplicaron los Gobiemos de Espa?a durante el periodo que transcurre entre 1978 y 1996 se siguen manteniendo o si, por el contrario, el PP los ha hecho declinar. Los conservadores han ignorado los criterios de equidad fiscal que ven¨ªan decant¨¢ndose desde que se inici¨® la construcci¨®n del sistema tributario de la reforma. Otro tanto ha ocurrido con los compromisos que hab¨ªan adquirido en los procesos electorales, por lo que puede decirse que eran meramente instrumentales y que ocultaban una posici¨®n dogm¨¢tica incapaz de enfrentarse con la complejidad de la actual tributaci¨®n.
El PP ha desencadenado una aut¨¦ntica batalla contra todo cuanto significa capacidad de pago, para lo que sustituye impuestos visibles y personalizados por otros ocultos que ignoran el nivel de renta y de riqueza de los ciudadanos. As¨ª lo demuestra el tratamiento fiscal de las plusval¨ªas, la elevaci¨®n de los impuestos y de los precios que gravan destacados consumos y la b¨²squeda empecinada de hechos imponibles peregrinos sobre los que fijar una tasa. Con su proceder, el Gobierno, de Aznar ha demostrado que es fervoroso partidario de que haya impuestos bajos para contribuyentes con altas rentas.
El PP ha erosionado la base imponible del IRPF haciendo que pierda la uniformidad que hab¨ªa venido, durante tiempo, experimentando. Aquel gravamen, que comenz¨® sujetando homog¨¦neamente todas las modalidades de la renta, ha sido v¨ªctima de todo tipo de presiones privadas, lo que se ha traducido en que en ¨¦l, hoy, tan s¨®lo las rentas del trabajo est¨¦n totalmente gravadas y controladas. Frente a ellas, las del capital experimentan una importante desfiscalizaci¨®n, las empresariales se determinan, al margen de la estimaci¨®n directa, mediante m¨®dulos; las plusval¨ªas se han sacado del impuesto fij¨¢ndose para ellas un tipo sensiblemente reducido. Las ventajas que obtienen los tenedores de diferentes modalidades de rentas y ganancias del capital o los de rendimientos empresariales y profesionales no las brinda el Tesoro P¨²blico, los proporcionan el resto de los contribuyentes al admitir que tienen que soportar una sobrecarga en su imposici¨®n. Esta dial¨¦ctica empuja a que el trabajo manual resulte discriminado y, desde luego, peor tratado que cualquier otro rendimiento.
El PP ha conservado una estructura alta en las tarifas porque previamente ha roto la base del impuesto, lo que posibilita el que haya contribuyentes que f¨¢cilmente pueden encontrar medios para eludir los efectos de las escalas progresivas. La incidencia que tendr¨¢n todas estas actuaciones en la distribuci¨®n de la carga van a ser graves, por regresivas, puesto que har¨¢ que en 1997 experimente una extraordinaria elevaci¨®n la proporci¨®n que dentr¨® del conjunto de la recaudaci¨®n del IRPF corresponde a las rentas del trabajo. A pesar de que los hechos caminan en una mala direcci¨®n, creo que el impuesto sobre la renta sigue siendo un instrumento ¨²til para corregir esas desigualdades que la derecha considera como naturales e inevitables. Por eso recibe fuertes ataques por muchos de los que lo pagan, quienes recurren a diversos argumentos para expresar cu¨¢nto les duele la p¨¦rdida de ese dinero. Producto de esta forma de pensar, Guehenno ha llegado a manifestar: "Los ricos no admiten que los .pobres gasten mal el dinero de sus impuestos". En Espa?a esa resistencia la acaudill¨® AP -la vieja marca de la derecha- y ahora la ha transformado en embestida legislativa el PP, que se ha dejado llevar por pasiones sin freno ni restricci¨®n. Incapaz de controlarlas, se ha dedicado a satisfacer las demandas de grupos selectos, con lo que ha hecho vulnerable la reforma. El deslizamiento hacia posiciones conservadoras en el mapa pol¨ªtico espa?ol ha actuado como campo abonado en el que se ha dado al traste con conquistas logradas hasta este momento.
El olvido de la equidad tributaria y el apetito por la desigualdad son unas manifestaciones m¨¢s de la actuaci¨®n de un Gobierno que expolia en la Administraci¨®n, se apropia de la empresa p¨²blica, ocupa los medios de comunicaci¨®n, abusa del poder, hace retroceder la libertad y transfiere rentas p¨²blicas a los grupos que le son afines. Todo ello ha servido para que se diga: "Este Gobierno da miedo". A lo que hay que a?adir que har¨¢ da?o al conjunto de los espa?oles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.