C¨®mo entrevistar a un pol¨ªtico

Sir Robin Day fue durante muchos a?os uno de los periodistas estrella de la BBC brit¨¢nica. Cuando llegaban las elecciones generales, era ¨¦l quien se encargaba de entrevistar en la televisi¨®n p¨²blica a los candidatos conservador y laborista. Su trabajo era impecable, e implacable, y hasta la se?ora Thatcher palidec¨ªa ante sus preguntas.Un d¨ªa le pregunt¨¦ como preparaba esas entrevistas. "Mi equipo y yo pasamos mucho tiempo leyendo los programas electorales, sus intervenciones ante el Parlamento, sus conferencias y declaraciones. Creo que lo ¨²nico que debe hacer un periodista ante un pol¨ªtico, cuando le entrevista, es recordarle lo que dijo y lo que hizo. Los programas electorales, los discursos ante el Parlamento no son palabras o documentos para que se los lleve el viento, sino compromisos, promesas hechas a los ciudadanos para que les voten y apoyen. Los periodistas no debemos hacer a los pol¨ªticos juicios de intenciones, pero s¨ª aclarar a nuestros lectores o espectadores si han cumplido lo que prometieron. Y si no es as¨ª, exigirles en p¨²blico, una y otra vez, explicaciones detalladas y cre¨ªbles de por qu¨¦ no lo han hecho

Day fue durante algunos a?os diputado conservador y sab¨ªa por experiencia propia lo dif¨ªcil que resulta en pol¨ªtica cumplir lo prometido, pero como periodista jam¨¢s dej¨® de aplicar esa norma a rajatabla. Por eso sus entrevistas eran tan formidables, antip¨¢ticas e imparciales. Sir Robin Day, que no era para nada socialista, habr¨ªa salido sin embargo profesionalmente satisfecho de una hipot¨¦tica entrevista con Lionel Jospin, el primer ministro franc¨¦s.

Lo m¨¢s curioso que est¨¢ ocurriendo con el gobierno galo es que se le reprocha duramente cumplir algunas de las cosas que prometi¨®. La patronal francesa, que como casi todas las patronales conf¨ªa en que los pol¨ªticos olviden inmediatamente todo lo dicho, o por lo menos, todo lo dicho en p¨²blico -el ejercicio del poder les obligar¨¢ a cambiar, aseguran- est¨¢ genuinamente indignada: parece que la semana de 35 horas no era un simple gui?o, una idea que ir¨ªa desvaneci¨¦ndose con el paso de los meses.

Algunos expertos economistas europeos, que sonrieron desde?osamente cuando leyeron en el programa socialista franc¨¦s que la Uni¨®n Monetaria Europea necesitaba un "gobierno econ¨®mico.", releen ahora con inter¨¦s el acuerdo de la ¨²ltima cumbre franco-alemana: la creaci¨®n de un euro-consejo, al que asistir¨¢n los ministros de Econom¨ªa de los pa¨ªses que se integren en la moneda ¨²nica. El nuevo ¨®rgano debatir¨¢ sobre impuestos, pol¨ªticas de gasto, relaciones comerciales y del mercado laboral, entre otras cosas. Es decir, de pol¨ªtica econ¨®mica.

Seg¨²n explic¨® Weigel en la conferencia de prensa, "los gobernadores del Banco Central Europeo ser¨¢n invitados, a veces, a asistir a ese consejo". Obviamente, no se trata de limitar la independencia del BCE, -acordada en el Tratado de Maastricht- pero s¨ª de tener un canal de comunicaci¨®n informal, pero oficial, que permita saber a los responsables del Banco m¨¢s aut¨®nomo de la Tierra (y el m¨¢s poderoso, junto a la Reserva Federal norteamericana) qu¨¦ piensan y esperan los responsables pol¨ªticos de los pa¨ªses en los que act¨²a el BCE. Ser¨ªa precipitado hablar de la creaci¨®n de un "gobierno econ¨®mico", pero tienen raz¨®n quienes han llamado la atenci¨®n sobre este acuerdo, presentado intencionadamente de forma discreta, y quienes creen que Jospin ha conseguido dar un peque?o paso hacia el cumplimiento de su programa, europeo. L¨¢stima que queden en el mundo pocos periodistas como sir Robin Day, empe?ados en leer papeles y en reclamar promesas.