Emma

Cuando est¨¢s en la traves¨ªa de los cuarenta, como yo lo estoy, no resulta f¨¢cil mantener esa m¨ªnima confianza en la existencia que se necesita para seguir tirando: como creer que el mundo no es un lugar irremediablemente miserable, por ejemplo, o que la vida compensa con hermosura su atrocidad. Con los a?os, y sobre todo con los ¨²ltimos a?os que hemos sufrido, tan llenos de mentiras y traiciones, de corrupci¨®n y mafias, la realidad parece irse cubriendo de una capa de polvo y suciedad, el detritus de todo lo perdido.Por eso resulta fundamental que existan personas como ella: como Emma, Emma Bonino. La volv¨ª a ver hace poco en Madrid con motivo de un premio que le dieron: tan peque?a e intensa como un p¨¢jaro. Es una de esas personas que no anidan: atraviesa el planeta una y otra vez en vuelo rasante, alentando ideas y emociones. Es comisaria de la UE, es decir, ministra de la nueva casa, de la nueva cosa; una pol¨ªtica de raza desde la punta de su aguda nariz hasta los piececitos, y, sin embargo, una persona capaz de poner sentido y veracidad en lo que hace. Capaz de hacerte creer que la pol¨ªtica puede ser algo honesto, la gesti¨®n administrativa algo lleno de creatividad, la palabra p¨²blica algo susceptible de cambiar el mundo.

Tan sensata como ardiente, y de ambas cosas mucho, la comisaria tra¨ªa en este viaje dos preocupaciones principales: devolver el alma a la UE ("no es posible que nos hayamos juntado s¨®lo por razones de mercado, s¨®lo para distribuir leche, ?no?") y llamar la atenci¨®n sobre la ag¨®nica situaci¨®n de las mujeres de Afganist¨¢n. Rodeadas como estamos de pol¨ªticos mendaces y mezquinos, de cantama?anas y siniestros, es un alivio comprobar que a¨²n existen personas capaces de creer en lo que dicen.? Como la peque?a Emma, Emma Bonino.