Llegan las peliculas de Gong Li, Jeremy Irons, Wayne Wang y Atom Egoyan
Concursa 'Espejo', un nuevo prodigio minimalista del cine iran¨ª
Se exhibieron ayer fuera del concurso dos de las grandes pel¨ªculas del a?o, que despertaron m¨¢xima expectaci¨®n y entusiasmaron en los festivales de Cannes y Venecia. Una es Dulce porvenir, escrita y dirigida por el hombre que ha roto las fronteras del cine canadiense, Atom Egoyan. Y la otra se titula La caja china, que est¨¢ protagonizada por la formidable estrella del cine chino Gong Li y por el eminente actor brit¨¢nico Jeremy Irons; escrita por el franc¨¦s Jean-Claude Carri¨¦re y dirigida por el hongkon¨¦s -convertido tras Smoke en uno de los campeones de la escuela de Nueva York- Wayne Wang.
Esta lluvia de nombres m¨¢gicos no defraud¨® y fue completada, ya en concurso, por Espejo, nueva peque?a obra maestra de la c¨¦lebre escuela minimalista del cine de Ir¨¢n. Dirige esta conmovedora pel¨ªcula Jafar Panahi, que sigue las huellas de Abbas Kiarostami con una veneraci¨®n que le da alas a la mirada y le hace entrar en el vuelo inconfundible del estilo de su maestro: una ficci¨®n imaginaria que de pronto se detiene y da un giro brusco en busca de la realidad, del documento; pero ¨¦ste, a medida que avanza se va convirtiendo a su vez en una ficci¨®n, en otra ficci¨®n de signo distinto, la ficci¨®n de la realidad, que es m¨¢s pronunciada en cuanto tal que la imaginaria. Lo real se hace as¨ª espejo de lo inventado, duplic¨¢ndolo y transform¨¢ndolo, mediante una mutaci¨®n en su observatorio, que obviamente es la c¨¢mara cinematogr¨¢fica, la mirada convertida en herramienta narrativa. Pero toda esta abstracci¨®n no es en Espejo algo discursivo o especulativo, sino una concatenaci¨®n rotunda de im¨¢genes concretas, el documento-poema del itinerario -divertido, esponjoso, viv¨ªsimo- de una ni?a perdida en las calles de Teher¨¢n que busca su casa. Nada m¨¢s que eso, tan poca cosa se convierte en una aventura humana de gran calado, de irresistible magnetismo.De Dulce porvenir y de los complejos derroteros que ha emprendido -a partir de Ex¨®tica, filme en el que dej¨® a sus espaldas el fardo del hermetismo que antes le hac¨ªa abrupto, inc¨®modo y casi impenetrable- el estilo de Atom Egoyan ya se ha hablado y se seguir¨¢ hablando mucho. Rescatemos ahora una impresi¨®n de urgencia que segrega esta notabil¨ªsima pel¨ªcula: constatar que, pese asu acabamiento, ese estilo da muestras todav¨ªa de estar en proceso de formaci¨®n, en v¨ªa de ahondamiento; y que esta autoexigencia formal de Egoyan es paralela a un progresivo refinamiento de los contenidos argumentales y poem¨¢ticos que maneja, pues ¨¦stos se sumergen y m¨¢s tarde reaparecen como guadianas, como obsesiones que se ocultan en el subsuelo del celuloide y luego estallan inesperadamente en sus evidencias.
Y de La caja china, recordar que, despu¨¦s de su fomidable reducci¨®n a la sencillez de Smoke, el neoyorquino Wayne Wang emprende un retorno en forma de zambullida a su Hong Kong natal, donde creci¨® y del que luego huy¨®, para volver ahora, c¨¢mara en mano, a recuperarle precisamente en los d¨ªas de encrucijada que el pasado verano desviaron a la colonia del poder brit¨¢nico hacia el poder chino.
Wang construye la pel¨ªcula sobre el bastidor de un estado de ¨¢nimo en el que se siente ¨ªntimamente concernido, y esto explica la sensaci¨®n de fragilidad que despide la pantalla, el temor de que la armaz¨®n del filme puede venirse en cualquier momento abajo como un castillo de naipes, pero que no obstante se sostiene de arranque a final sobre una duraci¨®n que, aunque cojea en unas leves arritmias cuyo origen es f¨¢cil diagnosticar, jam¨¢s decae y nunca cede ni un palmo de terreno a la facilidad y a la endeblez.
Y en el logro de esta solidez cimentada sobre un temblor o una fiebre interviene decisivamente -Wang es un cineasta de verdad, que por tanto no se apropia de las parcelas de autor¨ªa de sus int¨¦rpretes- el formidable tri¨¢ngulo creado por Jererny Irons, en otro de su personajes agonizantes, en los que ya es insuperable; Gong Li, representando con una contenci¨®n, un poder¨ªo y una elegancia admirables su personaje esfinge, su imagen enigma de arist¨®crata china reducida a puta de colonia inglesa; y la desconocida en Occidente y portentosa actriz hongkonesa Maggie Cheung, cuya fuerza expresiva desconcierta y cautiva.
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