El pol¨ªtico y el artista
Aunque pose¨ªa una "implacable e insoportable" memoria, Aza?a no abandon¨® durante sus dos a?os de gobierno la costumbre de "tomar nota de todo" y escribirlo en sus cuadernos. Con "todo" se refer¨ªa Aza?a a lo que hac¨ªa, a las visitas que recib¨ªa, los debates pol¨ªticos que suscitaba en los Consejos de Ministros, las f¨®rmulas que ideaba para acercar posiciones enfrentadas, resolver conflictos, encontrar puntos de acuerdo entre los partidos que formaban la coalici¨®n gubernamental. Pero en ese todo entraban tambi¨¦n sus sentimientos y deseos los viajes que realizaba por su interior, a los que tan aficionado era desde su ni?ez alcala¨ªna, y las salidas al exterior, a la sierra, donde su esp¨ªritu se esponjaba, a El Escorial, adonde tantas tardes volv¨ªa para encontrar el calor de la adolescencia o escuchar al padre Serra que en su delirio le llamaba: "?Manolito! ?Manolito! ?Cu¨¢ndo vienes a visitarme?".Fruto de una dedicaci¨®n a la acci¨®n pol¨ªtica fundida por fin con una vocaci¨®n literaria que tuvo como centro la construcci¨®n de su propio yo, los cuadernos de Aza?a, a los que sena preciso a?adir esa especie de sustitutos de diarios que son Mi rebeli¨®n en Barcelona, La velada en Benicarl¨® y su cuantiosa correspondencia, constituyen, como escribi¨® Juan Marichal, "el texto memorial m¨¢s importante de la historia espa?ola moderna". Lo son, sin duda, por lo que cuentan, porque su materia es el proyecto de construir la primera democracia parlamentaria espa?ola del siglo XX, tal como fue llevado a la pr¨¢ctica por su principal art¨ªfice; pero lo son, adem¨¢s, porque al adobar el relato de los hechos con la intrusi¨®n del yo en la acci¨®n y con la distancia que toma al contemplarlos desde el paisaje, Aza?a crea una obra pol¨ªtico-literaria ¨²nica en nuestra historia.
Al escribir estos cuadernos, Aza?a se propuso, ante todo, que el futuro lector comprendiera los dos ejes sobre los que construy¨® su pol¨ªtica: establecer y consolidar una democracia parlamentaria e incorporar a clase obrera organizada a la gobernaci¨®n del Estado. Todos los combates de los que estos diarios dan cuenta, su ruptura con el Partido Radical y su firme actitud ante el presidente de la Rep¨²blica deben entenderse como exigencias derivadas de esos dos prop¨®sitos. Aza?a se neg¨® a echar a los socialistas del Gobierno y a colaborar con el "presidencialismo bastardo" por el que ve¨ªa deslizarse a la Rep¨²blica, sin miedo a romper con Lerroux y alejarse progresivamente de Alcal¨¢ Zamora. Del precio que debi¨® pagar ofrecen el m¨¢s l¨²cido testimonio estos cuadernos por los que va desfilando el golpe de Estado de Sanjurjo, Casas Viejas, la obstrucci¨®n radical y la desavenencia final con el presidente de la Rep¨²blica.
Pero Aza?a, adem¨¢s de un pol¨ªtico con un prop¨®sito, era un literato con una obra por escribir. Si en sus diarios es patente el inter¨¦s por explicarse pol¨ªticamente, no lo es menos el de producir una autobiograf¨ªa. Tanto como los motivos y los avatares de su acci¨®n pol¨ªtica le interesaba que su futuro lector supiera de qu¨¦ color era la luz del d¨ªa, cu¨¢les los ruidos que llegaban de la calle, c¨®mo se distribu¨ªan los actores en el escena rio y, sobre todo, cu¨¢l era su propio estado de ¨¢nimo, si decidido o fatigado, si triste o alegre, cu¨¢les las emociones que le despertaba el paisaje, las nostalgias que le tra¨ªan unos olores, la impresi¨®n que le causaba alg¨²n en cuentro inesperado, como el de ese mendigo fabuloso que recibe indiferente su limosna. Y as¨ª, acci¨®n, sujeto y paisaje se van fundiendo en esta singular obra de un pol¨ªtico que lo fue sin renunciar a su vocaci¨®n de artista.
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