Anuncios con penas de muerte
Desde hace alg¨²n tiempo comienzan a aparecer en televisi¨®n anuncios que tienen la pena de muerte por protagonista. Todo muy en plan de chanza, desde la broma con la ¨²ltima voluntad de la v¨ªctima hasta la subida al cielo del ejecutado. Los publicistas en cuesti¨®n deben sentirse muy graciosos, muy imaginativos. Ah¨ª es nada: una ceremonia siniestra convertida en un acto humor¨ªstico. El instrumento preferido es la silla el¨¦ctrica, que tradicionalmente ha dado mucho juego, valga la anfibolog¨ªa. Alguno de estos anuncios ha tenido un gran ¨¦xito; se ve que la televisi¨®n lo deglute todo: entre la sangre ketchup y la sangre de una v¨ªctima del terrorismo no hay demasiada diferencia. Nuestra Constituci¨®n proh¨ªbe la pena de muerte; nuestras televisiones, en cambio, hacen publicidad de viajes o de marcas o de lo que sea con la pena de muerte, que es tan graciosa, sobre todo cuando la ejecutan a la americana, donde fr¨ªen un cuerpo como si fuera un huevo.Quienes se rasgan las vestiduras con los programas televisivos contrarios a la moral y proponen incluso crear la figura del defensor del espectador se deben, en cambio, de re¨ªr mucho con esta humorada. A lo mejor es que la pena de muerte no les causa demasiado terror y piensan que es una de esas concesiones que la derecha debi¨® hacer a la izquierda, siempre tan boba, tan poco partidaria de la mano dura, tan blandengue. A lo mejor piensan, o sienten, que as¨ª nos iremos acostumbrando a ver si un d¨ªa enmendamos la Constituci¨®n y hacemos verdad eso tan rotundo de quien a hierro mata a hierro muere.
Cuando iban a ejecutar a Salvador Puig Antich alguien col¨® por Televisi¨®n Espa?ola la pel¨ªcula Quiero vivir, alegato sin pausa contra la pena de muerte. Los padrastros de la patria que eran nuestros procuradores se subieron por las paredes, con alguna gloriosa excepci¨®n, porque consideraron la emisi¨®n de la pel¨ªcula como una provocaci¨®n a las esencias del r¨¦gimen, en lo que no les faltaba parte -siniestra- de raz¨®n.
Pues ahora en televisi¨®n sucede justamente lo contrario. La pena de muerte no espanta: da mucha risa. Eso de que a un criminal lo fr¨ªan es el colmo de la gracia, y para irse al Caribe o para comprar no s¨¦ qu¨¦ m¨²sica, estimula que es una barbaridad. Lo que no s¨¦ es por qu¨¦ se restringe tanto la cosa a la silla el¨¦ctrica: el fusilamiento sigue estando muy socorrido. No me digan que no tiene gracia el que alguien escape de la ejecuci¨®n gracias a lo fuerte que se siente comiendo un buen plato de lo que sea, de esos que resucitan a los muertos y salvan a los fusilados.
Es de presagiar una feliz continuaci¨®n a estos anuncios que estremecer¨ªan al marqu¨¦s de Beccaria. Bien pensado, se empieza por series as¨ª y se acaba con la ejecuci¨®n televisada. Un telefilme americano de hace algunos a?os situaba al reo en una cancha deportiva, donde se interpretaba el himno americano, cuya interpretaci¨®n el reo saludaba con la mano en el pecho, y a continuaci¨®n se le asaba delante de las c¨¢maras de televisi¨®n y de millones de telespectadores.
Las ejecuciones siempre tuvieron mucho p¨²blico. Baroja cuenta lo de aquel vejete que gritaba airado: "?Que no se ve!", cuando iban a fusilar a un soldado a principios de siglo a las afueras de Madrid. Al paso que va lo de quemar o fusilar o ahorcar al pr¨®jimo en Estados Unidos, muy pronto el equivalente anglosaj¨®n del vejete de Baroja podr¨¢ ver las ejecuciones comiendo palomitas. Nosotros, por de pronto, ya vemos anuncios con penas de muerte, donde el reo se r¨ªe, y el vejete, seguramente, tambi¨¦n, y a lo mejor toda la familia se r¨ªe tambi¨¦n, que re¨ªr une mucho, sobre todo re¨ªr con la pena de muerte. Ser¨ªa imaginativo que nuestros publicitarios jugaran con el fusilado de Goya del 3 de mayo: que no, que no se lo cargan, que de pronto empieza a re¨ªr porque le han prometido unas vacaciones en el Caribe, como al tal Curro, y as¨ª no hay quien se muera. Yo brindo la idea. Que conste.
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