De misa en misa
El conservador de La Habana, Eusebio Leal, est¨¢ siempre dispuesto a recorrer la ciudad con un puntero se?alando construcciones, reconstrucciones y deconstrucciones. De momento el puntero se ha aplicado sobre todo a La Habana vieja, uno de esos patrimonios de la humanidad indiscutibles. Pero llueve sobre m¨¢s interrogantes y sobre la amabilidad de este profesor titular de la c¨¢tedra de Filosof¨ªa e Historia de la Universidad de La Habana y maestro de Arqueolog¨ªa, dotado de la mejor oratoria de esta isla, de muchas islas. Refugiados en una vivienda m¨¢s deconstruida que construida, sus moradores mantienen en el interior esa dignidad popular que emerge en las peores circunstancias, me ofrecen la ternura de sus ni?os que curiosean la retransmisi¨®n de la misa desde Santiago de Cuba, caf¨¦ o un jugo, una toalla para secarme las lluvias y asiento a todos los intrusos, aunque Leal recorre La Habana vieja como si estuviera por su casa. Est¨¢ en su casa. La Habana vieja se reconstruye en parte con los beneficios de negocios de restauraci¨®n estatales que Leal administra con voluntad de acabar en tres a?os la reconstrucci¨®n del centro hist¨®rico dedicado a dos sujetos complementarios: los ciudadanos y los turistas.Fue en ese domicilio privado de La Habana donde vimos la retransmisi¨®n de, la misa santiague?a y la alocuci¨®n vamos a llamarla contrarrevolucionaria del se?or obispo que el conservador de La Habana, miembro del Comit¨¦ Central, encaj¨® sin pesta?ear, como algo esperable, incluso no exterioriz¨® su regocijo ante el patinazo obispal de elogiar la etapa de Batista, los a?os cincuenta, como los mejores tiempos de la Iglesia cubana. Pero de nuevo en la calle, mientras abrazaba a unos y entregaba su mano a todos, Leal se permiti¨® un comentario: "Le hubiera bastado al menos reconocer alg¨²n logro asistencial de la revoluci¨®n, s¨®lo uno. Ha sido una provocaci¨®n, una in¨²til provocaci¨®n". A la espera de la misa culminante del domingo en La Habana, la intervenci¨®n del obispo de Santiago consigue usurpar el protagonismo pastoral del Papa y no se hablaba de otra cosa en los circuitos y cortacircuitos pol¨ªticos y period¨ªsticos. Se coincide en que Fidel, cuando pase el cortejo, se va a poner las botas record¨¢ndole al obispo de Santiago su versi¨®n de la historia real de la Iglesia cat¨®lica institucional y los desajustes hist¨®ricos de la intervenci¨®n obispal. Seis, siete, ocho horas de pedagog¨ªa fidelista pueden caerle al se?or obispo encima, aunque todo dependa del c¨¢lculo de beneficios t¨¢cticos que proporcione la r¨¦plica o el silencio, a la vista de que el se?or obispo o ha jugado por su cuenta o en este viaje juegan distintas partidas la Iglesia cubana y la vaticana.
A la Iglesia institucional cubana le quedaba la intervenci¨®n del cardenal Ortega en la misa del domingo amenazada por el temporal. El Papa se reserva la ¨²ltima palabra y seguir¨¢ fiel a su trayectoria en este viaje: predicar la doctrina de la Iglesia independiente de d¨®nde la predica, hasta ahora desde la evidencia de que Juan Pablo II y Castro no se est¨¢n tirando la memoria hist¨®rica por la cabeza. El Vaticano quiere espacio y el castrismo tiempo, mientras circula por La Habana el mal ag¨¹ero de que en mornentos que insin¨²an posible distensi¨®n con Estados Unidos, algo ocurre para impedirla, sea un acto de sabotaje, sea la debilidad pol¨ªtica de un Clinton v¨ªctima de sus presuntas implicaciones en el sexo oral o verbal. Me parece excesivo imaginar que las mujeres supuestamente acosadas por el presidente de Estados Unidos, formen parte de un compl¨® tramado por el lobby norteamericano contra Castro, pero en esta sobreexcitada situaci¨®n marcada por la imperfecci¨®n de todo futuro, cualquier signo es algo m¨¢s que un signo, es un ruido. Demasiado centrados los an¨¢lisis en la valoraci¨®n de las disposiciones personales, ni Clinton ni Castro ni Juan Pablo II son los protagonistas exclusivos del encuentro en La Habana de tan imperfecto tri¨¢ngulo. Los tres pertenecen m¨¢s al presente que al futuro y empieza a ser urgente saber no a qu¨¦ jugar¨¢n ellos en los pr¨®ximos a?os, sino el Vaticano, las instituciones revolucionarias post o transcastristas y los lobbies norteamericanos que manejan las intenciones de senadores y representantes.
Los semicerrados ojos con los que el Papa ha contemplado Cuba como la isla que faltaba en su colecci¨®n de viajes misioneros, se llevan el secreto de lo visto y entendido, como los periscopios de los submarinos.
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