La verdad sobre el 'caso Ram¨®n Sampedro'
Once manos amigas. Once funciones diferentes. Y ninguna de ellas delictiva en s¨ª misma
Reparti¨® once llaves entre sus amigos. Y a cada cu¨¢l le encomend¨® una tarea: uno compr¨® el cianuro; otro lo analiz¨®; el siguiente calcul¨® la proporci¨®n de la mezcla; una cuarta persona lo traslad¨® de lugar; el quinto lo recogi¨®; el sexto prepar¨® el brebaje; el s¨¦ptimo lo introdujo en un vaso; el octavo coloc¨® la pajita para que Ram¨®n, imposibilitado de cuello para abajo, pudiera beberlo; el noveno lo puso a su alcance. Una d¨¦cima mano amiga recogi¨® la carta de despedida que garabate¨® con la boca. Y otra, tal vez la m¨¢s importante, se encarg¨® del ¨²ltimo deseo de aquel hombre que quer¨ªa morir: grabar en v¨ªdeo el acto ¨ªntimo de su muerte. De esta manera abandon¨® el tetrapl¨¦jico Ram¨®n Sampedro el mundo de los vivos el pasado 12 de enero, despu¨¦s de tres d¨¦cadas de lucha incansable por el reconocimiento legal de la eutanasia.
Pocos d¨ªas despu¨¦s, los forenses encontraron restos de cianuro en su cad¨¢ver. La noticia salt¨® a los medios. Los 11 amigos sonrieron. Ramona Maneiro, Moncha, tambi¨¦n: el hombre al que hab¨ªa amado durante los ¨²ltimos dos a?os descansaba en paz.
Ram¨®n y Moncha se conocieron un d¨ªa de mayo de 1996 a trav¨¦s de una amiga com¨²n. ?l nada sab¨ªa de esa morena que le visitaba un tanto nerviosa. "Hace tiempo que quer¨ªa conocerte", le dijo ella. Moncha le vio en televisi¨®n el d¨ªa que ¨¦l cumpl¨ªa 50 a?os de vida y 25 de exigencia del derecho a morir con dignidad, desde 1968, cuando un accidente le quebr¨® la s¨¦ptima v¨¦rtebra y qued¨® postrado para siempre.
"Me gustaron sus ojos, y me gust¨® lo que dec¨ªa. Yo no sab¨ªa que evitar el sufrimiento in¨²til se llamaba eutanasia, pero comprend¨ªa bien sus palabras", recuerda Ramona. Dice que desde entonces no dej¨® de pensar en ¨¦l, y que incluso esperaba, como una quincea?era embobada, que la llamara alguna noche al programa de radio que ella presentaba en la emisora municipal de Rianxo.
La vida de Ramona no hab¨ªa sido un camino de rosas. Es la segunda de siete hermanos de una familia humild¨ªsima. Apenas acab¨® los estudios primarios. Despu¨¦s se puso a trabajar. Se cas¨® el mismo d¨ªa que alcanz¨® la mayor¨ªa de edad, embarazada de cuatro meses. Vivi¨® una d¨¦cada con su marido, un hombre violento con quien tuvo dos hijas. "Lo pas¨¦ mal de casada", cuenta. "Pero en mi familia, que son muy cerrados, me dec¨ªan: 'T¨² aguanta, mujer, no te separes, que tienes que aguantar'. Yo les hac¨ªa caso. Ahora veo las cosas de otra manera. ?Y una mierda tienes que aguantar! Pero entonces ten¨ªa miedo... A¨²n no hab¨ªa conocido a Ram¨®n".
?l nunca la llam¨® a la radio donde Moncha pinchaba discos a petici¨®n de los oyentes. Era un trabajo por el que no cobraba; ella subsist¨ªa -a¨²n lo hace- limpiando el pescado en la conservera La Onza de Oro de A Ribeiri?a, la aldea de aguas color plata en la que naci¨® Ramona hace 37 a?os. Y Ram¨®n Sampedro nunca la llam¨® porque ni siquiera sab¨ªa que exist¨ªa el programa de radio. Este ex marino mercante que surc¨® los cinco oc¨¦anos hasta el d¨ªa fatal que se cay¨® al mar desde unas rocas, prefer¨ªa emplear su tiempo leyendo a Kant, a san Agust¨ªn, a Nietzsche, a S¨®crates y a Plat¨®n.
O escribiendo: "El derecho de nacer parte de una verdad: el deseo de placer. El derecho de morir parte de otra verdad: el deseo de no sufrir. La raz¨®n ¨¦tica pone el bien o el mal en cada uno de los actos. Un hijo concebido contra la voluntad de la mujer es un crimen. Una muerte contra la voluntad de la persona tambi¨¦n. Pero un hijo deseado y concebido por amor es, obviamente, un bien. Una muerte deseada para liberarse de un dolor irremediable, tambi¨¦n". Y a?ad¨ªa: "Ninguna libertad puede estar construida sobre una tiran¨ªa. Ninguna justicia sobre una injusticia o dolor. Ning¨²n bien universal sobre un sufrimiento injusto".
Acudi¨® a la justicia. Pidi¨® a los juzgados de Barcelona y Noia (A Coru?a) que le permitieran rechazar las sondas con las que se alimentaba, o que los m¨¦dicos pudieran recetarle f¨¢rmacos sin incurrir en un delito de ayuda al suicidio, castigado con penas de entre dos y cinco a?os de c¨¢rcel. Estos dos tribunales de primera instancia denegaron su petici¨®n; despu¨¦s recurri¨®, tambi¨¦n sin ¨¦xito, ante las audiencias de Barcelona y A Coru?a. La negativa del Constitucional a admitir uno de sus recursos de amparo le condenaron a vivir.
A partir de ese momento fue consciente de que su muerte s¨®lo podr¨ªa ser clandestina, y que quienes le ayudaran a morir ser¨ªan perseguidos por la justicia. As¨ª que traz¨® un plan minucioso para protegerlos.
?Con qui¨¦n pod¨ªa contar? Era el primer paso. "Yo pienso que un amigo, si es amigo, no me impondr¨ªa nunca sus convicciones por encima de las m¨ªas, porque entonces no habr¨ªa respeto y amistad, sino dominaci¨®n", escribi¨® Ram¨®n Sampedro en el libro Cartas desde el infierno. Encontr¨® once de estos amigos. El segundo acto del plan -?con qu¨¦ puedo morir?- tard¨® poco en resolverlo. Eligi¨® el cianuro, un veneno relativamente f¨¢cil de adquirir, ya que est¨¢ presente en plaguicidas, y que proporciona una muerte sin sobresaltos. El tercer y ¨²ltimo paso consist¨ªa s¨®lo en fijar la fecha. Ram¨®n Sampedro quer¨ªa que la Navidad del 97 fuera la ¨²ltima. En ese momento comenz¨® la cuenta atr¨¢s.
Se alej¨® de su familia, en parte porque uno de sus parientes se opon¨ªa a que Ram¨®n abandonara este mundo por voluntad propia, y en parte tambi¨¦n para no implicar a otros familiares que s¨ª mostraron disposici¨®n a ayudarle. As¨ª que un d¨ªa de noviembre la ambulancia inici¨® un viaje sin regreso desde Porto do Son, su aldea natal, hasta Boiro, 25 kil¨®metros al sur, tambi¨¦n en la provincia de A Coru?a. All¨ª se instal¨® en un apartamento alquilado.
Reparti¨® las llaves y confi¨® a cada amigo una parte del trabajo. Pocos d¨ªas antes de morir se hizo con una c¨¢mara de v¨ªdeo para asegurarse de que sus ¨²ltimos momentos ser¨ªan filmados. En esta pel¨ªcula, que la polic¨ªa y una juez buscan, Sampedro pregona a los cuatro vientos que est¨¢ cumpliendo su voluntad, que es plenamente consciente de sus actos, que desea la muerte desde hace 29 a?os y que nadie debe ser culpado por ella. ?l sonr¨ªe a la c¨¢mara, mira con ojos tranquilos hacia el objetivo en el instante en que acerca sus labios al vaso mortal y anuncia, que no quiere compasi¨®n ni llantos, puesto que se est¨¢ cumpliendo su deseo, el deseo de un ser humano l¨²cido, consciente y adulto.
Ha dejado pocos cabos sueltos. Ninguno de los actos de los once amigos que participaron en su muerte puede considerarse un delito en s¨ª mismo. S¨®lo la persona que grab¨® la muerte cuenta con jurisprudencia precedente a su favor -evitar el delito de coacciones- y en su contra -omisi¨®n del deber de socorro-. Pero nadie en este c¨ªrculo ha sabido qu¨¦ ha hecho el otro, ni cu¨¢ndo, ni c¨®mo. Ni siquiera Ramona.
Ram¨®n y Moncha proced¨ªan de mundos opuestos. Pero algo debieron de intuir el uno respecto del otro porque desde que se conocieron no volvieron a separarse. Ambos decidieron recorrer juntos una sobrecogedora traves¨ªa entre el amor y la muerte.
-?Ustedes llegaron a estar enamorados?
-S¨ª, much¨ªsimo. Y lo seguimos estando. ?l, desde donde est¨¦. Y yo, desde aqu¨ª.
-?A pesar de que su relaci¨®n era forzosamente limitada?
-S¨ª. Los hombres, y tambi¨¦n algunas mujeres, se creen que si t¨² sales con un hombre es por el placer f¨ªsico. Y no es verdad. Hay cosas mucho m¨¢s importantes que el sexo. Yo lo tengo muy claro. Por eso, si hubiera podido, habr¨ªa pasado toda la vida con Ram¨®n. Quiero seguir enamorada de Ram¨®n para siempre y ojal¨¢ que no me enamore nunca m¨¢s.
-?Por qu¨¦ se niega a otras relaciones?
-Porque s¨¦ que es muy dif¨ªcil encontrar un hombre que realmente te ame. Y que te entienda, y que te ayude, y que te apoye. Es muy dif¨ªcil. Es dificil¨ªsimo. Me lo puedes creer.
Despu¨¦s del fracaso de su matrimonio, Moncha mantuvo dos parejas sentimentales antes de conocer a Ram¨®n. La primera empez¨® bien. Tuvo otro hijo. Con este hombre descubri¨® a los 30 a?os "los besos y las caricias, y todo eso bonito que se siente con un hombre y que yo no lo hab¨ªa sentido antes", dice. La relaci¨®n se torci¨® y a¨²n se aventur¨® Ramona en otra experiencia amorosa antes de conocer a Sampedro. Cuando eso sucedi¨®, ella arrastraba un p¨¦simo concepto de s¨ª misma. Se cre¨ªa culpable de sus fracasos sentimentales; se ve¨ªa como un ser humano lleno de defectos a quien era comprensible que los hombres plantaran. Ram¨®n la escuch¨® y le dijo: "?Qu¨¦ equivocada est¨¢s!". ?l la ayud¨® a respetarse a s¨ª misma. Le repet¨ªa que era hermosa, buena, valiente, y que esos hombres que la hab¨ªan dejado escapar eran unos imb¨¦ciles. Ella le present¨® a sus hijos, se re¨ªan juntos. Al poco de conocerse el tetrapl¨¦jico le pregunt¨®: "?Me ayudar¨ªas a morir?". "Ni de broma", contest¨® ella.
Con el tiempo, Ramona cambi¨® de opini¨®n. El escrib¨ªa: "Si se niega el derecho de renunciar al dolor sin sentido, se proh¨ªbe tambi¨¦n el derecho a ser m¨¢s libre, m¨¢s noble, m¨¢s justo, a la utop¨ªa de liberarse de la trampa en la que lo han metido los legisladores". Ella fue comprendiendo poco a poco por qu¨¦ la legi¨®n de curas, monjas, m¨¦dicos, m¨ªsticos y dem¨¢s salvadores bienintencionados que se acercaban hasta la cama de Ram¨®n abandonaban la casa sin haber aportado una sola idea que anulara la voluntad de aquel hombre de morir con dignidad.
"?Por qu¨¦ quiere morir?"
Muchos le preguntaban: "Si est¨¢ enamorado, ?por qu¨¦ quiere morir?". Ram¨®n cre¨ªa en los sentimientos de las mujeres y, en el caso de Ramona, lo comparti¨®. Pero nunca perdi¨® de vista su propia desgracia. A Vilma, una mujer que tambi¨¦n se enamor¨® de ¨¦l, le escribi¨®: "Con respecto al hecho de dejarte llevar por un sentimiento de amor hacia m¨ª, creo que nunca has hecho un an¨¢lisis realmente serio de algo tan complejo. Ya s¨¦, el amor no se puede razonar; o se ama o no se ama, como t¨² dices tan a menudo. Lo que pasa es que yo tengo la man¨ªa de buscarle a todo un porqu¨¦. Pienso que hay en toda mujer un instinto maternal superior a su raciocinio. Y por mucho que t¨² me asegures que me amas como a un hombre, yo nunca estar¨¦ seguro de cu¨¢nto habr¨ªa de ese instinto maternal y cu¨¢nto de idealizaci¨®n de un hombre con una sensibilidad que siempre has deseado encontrar y no has podido, o no ha durado... No es que yo no te quiera, es que me niego a querer as¨ª".
Lleg¨® un momento en el que Ramona tuvo que decidir. "El tambi¨¦n estaba enamorado de su idea, de la eutanasia. Deshacerse de la persona que amas es muy dif¨ªcil, pero antes que eso est¨¢ respetar la voluntad de la otra persona. Y yo la he respetado. ?l me dec¨ªa: 'Quiero vivir completo, o entero o nada'. Su muerte fue un acto de amor de sus amigos, aunque mucha gente no pueda comprenderlo".
Ahora Ramona est¨¢ imputada en una posible cooperaci¨®n necesaria al suicidio. La juez, Salom¨¦ Mart¨ªnez, cree que pudo ser la ¨²ltima persona que vio a Sampedro con vida. Ramona abandon¨® el apartamento de Boiro al anochecer del domingo 11 de enero. A las 23.45 abri¨® la puerta a su hija, que regresaba de la discoteca, en su casa de A Ribeiri?a. A la ma?ana siguiente, su hermana Lupe encontr¨® en Boiro el cuerpo sin vida de Ram¨®n. En el testamento que el tetrapl¨¦jico dirigi¨® a los jueces ¨¦ste menciona el v¨ªdeo que recogi¨® sus horas finales.
La polic¨ªa judicial de la Guardia Civil pens¨® en la persona m¨¢s pr¨®xima al fallecido, y por ese motivo registr¨® la casa de Ramona. No encontraron nada. Los guardias pasaron horas visionando a velocidad r¨¢pida el mont¨®n de cintas de sus hijos: actuaciones musicales, pel¨ªculas de Walt Disney, los documentales de Naturaleza de La 2 que tanto gustaban a Ram¨®n... hasta que dieron con una pel¨ªcula que ella guardaba en su habitaci¨®n y sobre cuyo lomo hab¨ªa escrito Navidades del 97. La requisaron y se llevaron a Ramona detenida. Ese v¨ªdeo, seg¨²n ella, s¨®lo muestra escenas con familiares y amigos celebrando la Nochebuena. Ramona le muestra a la c¨¢mara una cazuela con la merluza que hab¨ªa guisado para la cena. Y despu¨¦s se sienta en una silla al lado de la cama de Ram¨®n y lee en voz alta dos poemas que hablan del amor y la muerte.
Ahora est¨¢ en libertad sin cargos, aunque bajo la obligaci¨®n de acudir al juzgado el primer d¨ªa de cada mes. Su mayor preocupaci¨®n sigue siendo alimentar a su familia. La Onza de Oro atraviesa muy mal momento econ¨®mico, y con Moncha viven sus tres hijos y un nieto de siete meses. La muerte de Ram¨®n no la ha vestido de luto, ni le ha borrado la sonrisa. Ella dice que es feliz porque siente a Ram¨®n junto a ella. "?A que parezco majareta?", bromea. Pero de pronto se pone seria y dice: "Yo siempre he so?ado con Ram¨®n en la cama, en silla de ruedas, con muletas, o llev¨¢ndole en brazos. Sin embargo, la noche siguiente a su muerte le so?¨¦ caminando, con brazos y piernas. ?no es curioso?"'. Vuelve a estallar en carcajadas. Est¨¢ segura de una cosa: "No s¨¦ d¨®nde est¨¢ Ram¨®n. Lo que s¨ª s¨¦ es que ahora mismo est¨¢ muerto... de risa".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.