Un hombre justo
Corr¨ªa septiembre de 1977. Los redactotes del informe que sirvi¨® de base a los Acuerdos de La Moncloa hab¨ªamos terminado nuestro trabajo y lo hab¨ªamos entregado al Gobierno. Ocupaba entonces el cargo de director general de Pol¨ªtica Econ¨®mica, acababa de regresar del exilio en Francia y apenas conoc¨ªa a los nuevos gobernantes que pilotaban lo que se llam¨® la transici¨®n hacia la democracia; un amigo sugiri¨® que las ideas del documento no se llevar¨ªan a la pr¨¢ctica sin el acuerdo del vicepresidente tercero del Gobierno, por lo que decid¨ª visitar a Fernando Abril en el palacete semivac¨ªo de Castellana, 3. Me recibi¨® a los pocos d¨ªas y pude darme cuenta de que conoc¨ªa el documento, a pesar de lo cual me pidi¨® que le explicara los detalles del ajuste econ¨®mico que propugnaba, y, al final, me mir¨® fijamente Y me hizo una sola pregunta: ?Es absolutamente necesario?". Le respond¨ª que as¨ª era, tras lo cual frunci¨® levemente el entrecejo, como sol¨ªa hacerlo cuando intu¨ªa que era necesario tomar una decisi¨®n de consecuencias dif¨ªciles, y me despidi¨® cort¨¦smente. Unas semanas m¨¢s tarde, cuando los pactos hab¨ªan sido ya firmados, me convoc¨® a su despacho para hacer lo que ¨¦l llam¨® "una lectura pol¨ªtica" del documento aprobado por las Cortes: durante m¨¢s de una hora escuch¨¦ una brillante e inolvidable exposici¨®n de sus consecuencias pol¨ªticas y sociales y de la manera en que hab¨ªa que llevarlo a la pr¨¢ctica. Sin su habilidad pol¨ªtica, sin su sentido de la negociaci¨®n y sin su inagotable capacidad para escuchar y encontrar la soluci¨®n de cualquier problema dificil, la transici¨®n habr¨ªa discurrido por otros derroteros.Con Fernando Abril desaparece una de las mejores y m¨¢s brillantes cabezas de Espa?a. Su papel en los Pactos de La Moncloa y en la posterior elaboraci¨®n de la Constituci¨®n fue decisivo y hasta ahora no ha sido bien valorado. Fue un firme defensor de la necesidad de neutralizar pol¨ªticamente el inevitable ajuste econ¨®mico para poder redactar una Constituci¨®n de consenso que recogiera las aspiraciones de una gran mayor¨ªa del pueblo espa?ol, y contribuy¨® decisivamente a su redacci¨®n en aquellas noches interminables de las que guardan un recuerdo imborrable quienes participaron en ellas porque sintieron el inconfundible soplo de la historia. Se daba en su persona ese dificil equilibrio entre la libertad y la justicia, entre la necesidad de construir una econom¨ªa m¨¢s abierta y la de proteger a quienes, de una u otra forma, hab¨ªan sido maltratados por la vida o, como se dice ahora, entre el mercado y la protecci¨®n social. Su humanismo profundo, enraizado en las mejores tradiciones espa?olas, le llevaba a enfrentarse con los problemas con una lucidez en la que siempre hab¨ªa un destello de humor, reflejo de una inteligencia poco com¨²n.
La vocaci¨®n o, m¨¢s bien, la pasi¨®n por lo p¨²blico fue una constante de su vida. La conversaci¨®n pod¨ªa comenzar de cualquier forma, pero siempre terminaba en la pol¨ªtica, en la defensa apasionada de lo que ¨¦l llamaba "los intereses generales". Siempre fue as¨ª y siempre los defendi¨® sin el menor titubeo. El ¨²ltimo episodio fue el de la llamada Comisi¨®n Abril para la reforma de la Sanidad p¨²blica: acept¨® el encargo de elaborar unas propuestas para su mejora porque sab¨ªa que hab¨ªa que reformarla para que fuera viable y pudiera mantenerse en lo esencial; sab¨ªa que sus conclusiones ser¨ªan impopulares, pero a pesar de ello tuvo el valor de defenderlas a lo largo y lo ancho de Espa?a sin otra ayuda que su inteligencia y su poder de convicci¨®n. Poco a poco, sus propuestas van siendo aceptadas porque lo que dec¨ªa estaba cargado de raz¨®n, ning¨²n inter¨¦s particular le guiaba y cre¨ªa en una sociedad justa, abierta y tolerante.
Cuando los investigadores quieran profundizar en esos aspectos de la historia que configuran la ra¨ªz profunda de los pueblos se encontrar¨¢n, inevitablemente, con la obra de Abril. En palabras de Jos¨¦ ?ngel Valente: "T¨², asociado a un r¨ªo; s¨ª, al lento / brazo tranquilo o poderoso / que tantas veces contemplamos. / (Al r¨ªo en las afueras / de la ciudad que el tiempo, como a flor abrasada, reduc¨ªa a cenizas). Tal fue tu compa?¨ªa, grande y pura, / tal tu mano, tales tu coraz¨®n y tu presencia".
Los que hemos tenido el privilegio de conocerle hemos perdido un amigo; Espa?a ha perdido un gran hombre.
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