Israel, los palestinos y el siglo XXI
Yasir Arafat, precedido inmediatamente por Benjam¨ªn Netanyahu, lleg¨® a Washington para reunirse con Bill Clinton el 22 de enero, el mismo d¨ªa en que el presidente fue bombardeado por los medios de comunicaci¨®n de Washington (con preguntas) acerca de su relaci¨®n con Monica Lewinsky. Arafat, desconcertado y evidentemente inc¨®modo, permaneci¨® sentado junto a ¨¦l en silencio, mientras Clinton plantaba cara a la prensa y negaba categ¨®ricamente las acusaciones de que hab¨ªa mantenido relaciones sexuales con una becaria de 23 a?os en su oficina. Dos d¨ªas antes, Netanyahu se hab¨ªa dirigido directamente a los derechistas de la Mayor¨ªa moral como Jerry Falwell, incontenibles en su entusiasmo por la expansi¨®n territorial israel¨ª e igualmente incontenibles en su condena de Clinton. El prop¨®sito de este pegajoso abrazo de Netanyahu a lo que quiz¨¢ sean los peores elementos del movimiento conservador en EE UU era devolver a Clinton el desaire de noviembre de 1997, cuando ¨¦ste se neg¨® a reunirse con Netanyahu en se?al de desaprobaci¨®n.En enero respondi¨® con la habitual delicadeza negando intencionadamente al l¨ªder israel¨ª un almuerzo en la Casa Blanca, reprobaci¨®n a la que el l¨ªder israel¨ª sobrevivi¨® generosamente neg¨¢ndose a conceder a los palestinos m¨¢s territorio, aparte del 3% -s¨ª, 3%- de Cisjordania que les hab¨ªa sido concedido en virtud de los Acuerdos de Oslo. La iron¨ªa de todo esto es pat¨¦tica. Antes de llegar a Washington, Arafat hab¨ªa despachado a los medios de comunicaci¨®n ¨¢rabes con valientes declaraciones en las que expresaba hasta qu¨¦ punto su reuni¨®n con Clinton iba a ser la decisiva para el futuro del proceso de paz. Como todos los l¨ªderes ¨¢rabes, Arafat se negaba a creer que EE UU, y no simplemente uno u otro presidente, haya rechazado hist¨®rica e injustamente el apoyo a cualquier signo de nacionalismo ¨¢rabe o, en el caso del pueblo palestino, a cualquier avance real hacia la autodeterminaci¨®n. De hecho, EE UU ha sido un terrible "patrocinador" del "proceso de paz", como es llamado eufem¨ªsticamente, al sucumbir a la presi¨®n israel¨ª en todos los aspectos, al abandonar el principio de territorio por paz (ninguna resoluci¨®n de la ONU dice nada sobre un diminuto porcentaje en lugar de todo el territorio), al empujar a la ex¨¢nime c¨²pula palestina a agujeros cada vez m¨¢s profundos para satisfacer las absurdas exigencias de Netanyahu.
El hecho es que a los palestinos les va much¨ªsimo peor que antes de que empezase el proceso de Oslo. Sus ingresos anuales son de menos de la mitad que en 1992, no pueden desplazarse de un lugar a otro, se les ha arrebatado m¨¢s cantidad de territorio que nunca, hay m¨¢s asentamientos y Jerusal¨¦n est¨¢ pr¨¢cticamente perdida. Y, aun as¨ª, los estadounidenses contin¨²an subvencionando el derroche de Israel, su apropiaci¨®n de territorio, sus pr¨¢cticas de ocupaci¨®n b¨¢rbaras durante la ocupaci¨®n millitar m¨¢s larga (31 a?os) del siglo XX, a la vez que EE UU pone en pr¨¢ctica sanciones terriblemente crueles y amenaza con bombardeos contra civiles iraqu¨ªes, mill¨®n y medio de los cuales han muerto por desnutrici¨®n, falta de cuidados m¨¦dicos y enfermedades cr¨®nicas.
Por consiguiente, las cicatrices no han sanado, las heridas est¨¢n m¨¢s abiertas, el pasado no ser¨¢ olvidado. Y, sin embargo, no hay un consenso absoluto en el mundo ¨¢rabe acerca de lo que Israel representa y de c¨®mo deber¨ªamos tratar con ¨¦l. Incluso el uso del pronombre colectivo "nosotros" indica una unidad de puntos de vista que es m¨¢s supuesta que real. En alg¨²n nivel pol¨ªtico e ideol¨®gico superior, Is rael es un aliado objetivo de algunas pol¨ªticas y pol¨ªticos ¨¢rabes, y no todos cristianos libaneses del ala derecha. Por ejemplo, Jordania ha firmado un tratado de paz con Israel, como han hecho Egipto y la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP). Sin embargo, muy pocos escritores, intelectuales, acad¨¦micos, artistas e incluso pol¨ªticos ¨¢rabes dir¨¢n que est¨¢n dispuestos a una normalizaci¨®n con Israel mientras siga ocupando territorio palestino, sirio y liban¨¦s.
En nuestra conciencia colectiva hay una enorme zona gris. Israel est¨¢ ah¨ª, pero ?c¨®mo vamos a pensar en ¨¦l y, sobre todo a actuar ante ¨¦l? Todo el mundo quiere la paz y habla de ella, pero ?c¨®mo va uno a declarar un estatuto de limitaciones para los pa lestinos, a quienes les ha sido arrebatado todo su territorio y cuya sociedad ha sido destruida, y c¨®mo va a decirles lo pasado, pasado est¨¢, y resign¨¦monos a un futuro con Israel? En lo que respecta al presente, ?c¨®mo vamos a decir que coexistiremos con un Estado que todav¨ªa no ha declarado sus fronteras y que se sigue definiendo no como el Estado de sus ciudadanos (alrededor de un 20% de los cuales son palestinos), sino como el Estado de todo el pueblo jud¨ªo que tiene derecho a la totalidad del "territorio de Israel"? En cuanto al futuro, ?d¨®nde est¨¢n los indicios de un nuevo Israel que no sea ni imperialista, ni exclusivista, sino que de alguna manera coincida con el mundo ¨¢rabe isl¨¢mico en el cual lleva implantado como idea y como realidad desde 1897?
Al plantear el reto de Israel de esta manera, hay una serie de hechos irreconciliables que llaman la atenci¨®n. No se puede pasar por alto la verdad hist¨®rica de que la existencia de Israel implica, de hecho impone, la destrucci¨®n de otra sociedad y de otro pueblo. Se ha hecho demasiado da?o de forma ininterrumpida al pueblo palestino como para que esto se supere f¨¢cilmente. En pocas palabras, Israel existe como hecho pol¨ªtico superpuesto a otro hecho y entrelazado con ¨¦l, el pueblo palestino, cuya existencia e historia son negadas y cuya voz nunca ha sido escuchada en el discurso de la vida israel¨ª. Todos los israel¨ªes son sin duda conscientes de esto, como lo son todos los palestinos: la cuesti¨®n es: ?durante cu¨¢nto tiempo pueden soportar las v¨ªctimas una situaci¨®n intolerable de proximidad y de agravio, y durante cu¨¢nto tiempo pueden seguir prorrog¨¢ndola los vencedores?
La pol¨ªtica israel¨ª siempre ha estado compuesta de dos partes. Por un lado, se absuelve en¨¦rgicamente de toda responsabilidad por la existencia de un problema palestino y, por otro, bas¨¢ndose en esa autoabsoluci¨®n, intenta alcanzar compromisos con cualquier direcci¨®n ¨¢rabe o palestina que haya en ese momento, a la vez que sigue ocupando territorios. La premisa de ambas partes de esta pol¨ªtica es la misma: que con el tiempo y la presi¨®n suficientes, los palestinos olvidar¨¢n, se rendir¨¢n o se acostumbrar¨¢n de diversas maneras a la p¨¦rdida permanente de lo que en su d¨ªa fue suyo. Esta pol¨ªtica no ha tenido ¨¦xito realmente en lo b¨¢sico, pese a la existencia de un proceso de paz y de dos tratados con Estados ¨¢rabes. Lejos de olvidar el pasado, los palestinos y otros ¨¢rabes se han visto obligados a recordarlo debido a la insistencia israel¨ª en repetir interminablemente su pecado original. ?Bas¨¢ndose en qu¨¦ l¨®gica pervertida y enfermiza puede proclamar Benjam¨ªn Netanyahu ante el mundo que quiere que contin¨²e el proceso de paz al mismo tiempo que afirma que Cisjordania y Gaza forman parte del territorio de Israel? Cada demolici¨®n de una casa, cada hect¨¢rea expropiada, cada detenci¨®n y cada tortura, cada barricada, cada cierre, cada gesto de arrogancia y cada humillaci¨®n intencionada no hace sino revivir el pasado, recrear las ofensas de Israel contra el esp¨ªritu, contra el territorio y contra el cuerpo pol¨ªtico palestinos. Hablar de paz en un contexto como ¨¦ste es intentar reconciliar lo irreconciliable, y eso no se puede hacer.
Pero la fantas¨ªa de echar de alguna manera a Israel y a su pueblo es igual de inconcebible. S¨ª, se les puede obligar a abandonar los territorios ocupados, pero es un sue?o esperar que "ellos" desaparezcan o que regresen a Polonia, Rusia o Am¨¦rica. Ahora hay un nacionalismo israel¨ª y una sociedad independiente de lo que pensemos y que tambi¨¦n es ajena a la Di¨¢spora. Tras ¨¦l, como dije en un art¨ªculo anterior, est¨¢n los recuerdos del Holocausto y siglos de antisemitismo occidental. Ser¨ªa est¨²pido por nuestra parte esperar que los israel¨ªes vayan a desconectarse de esto. Pero tambi¨¦n hay una historia de comportamiento antipalestino que tiene que ser reconocido como una injusticia y una crueldad de primer orden. Igual que los jud¨ªos exigen que el mundo les reconozca, los palestinos tambi¨¦n deben reclamar lo mismo, no por venganza, sino porque la justicia as¨ª lo exige. Por tanto, la miseria de Oslo es que los l¨ªderes palestinos, junto con Rabin y Peres, hiciesen caso omiso de nuestra historia, mientras que a nosotros nos corresponde recordar lo que hizo el sionismo y -no menos importante- lo que hicieron el Reino Unido, EE UU y otros Gobiernos occidentales prosionistas que conspiraron para desposeer a los palestinos.
El primer desaf¨ªo que plantea Israel es la necesidad de conseguir que reconozca lo que hizo a los palestinos y a otros ¨¢rabes cuyos hijos e hijas fueron asesinados en sus guerras, conquistas, ocupaciones militares y asentamientos. ?sta es una misi¨®n moral que debemos cumplir todos los palestinos, no olvidando, sino record¨¢ndonos mutuamente y recordando al mundo, dando testimonio de la constante injusticia que se ha cometido con nosotros. Simplemente, no puedo imaginar que la historia nos perdone jam¨¢s un fracaso en este cometido. Pero tambi¨¦n creo que debemos contar con la posibilidad de alguna forma de coexistencia en la que se podr¨ªa acabar disfrutando una vida nueva y mejor, libre de etnocentrismo y de intolerancia religiosa. Es la actual pobreza del sionismo y del nacionalismo palestino lo que explica la falta de visi¨®n y de energ¨ªa moral que padecemos hoy. Estoy seguro de que si planteamos nuestras reivindicaciones sobre el pasado deforma que permitan alguna clase de reciprocidad y de coexistencia en el futuro (aunque la respuesta ser¨¢ inicialmente negativa y desde?osa) se producir¨¢ un eco positivo a largo plazo por parte israel¨ª y occidental.
Tambi¨¦n me resulta evidente que no podemos separar nuestras opiniones sobre Israel de nuestras actitudes y de nuestra, pol¨ªtica con respecto a EE UU. Desde 1949, EE UU ha gastado aproximadamente 140.000 millones de d¨®lares en Israel. Esto no s¨®lo es una importante inversi¨®n financiera, sino que adem¨¢s los poderes establecidos estadounidenses han invertido tambi¨¦n a largo plazo en el pa¨ªs. Esperar que EE UU reduzca el apoyo a Israel o que llegue a adoptar una postura cr¨ªtica con respecto al, mismo -¨¦stas son posibilidades reales, en mi opini¨®n- es inconcebible sin una campa?a masiva en EE UU en nombre de la pol¨ª tica y de los derechos humanos palestinos. Esto es tan evidente que no hace falta insistir mucho en ello. Sin embargo, la ¨²nica pregunta que se plantea es: ?por qu¨¦ no se ha hecho antes? Todos los que conocemos Occidente sabemos perfectamente que los triunfos de Israel sobre el terreno han sido preparados y apoyados por una propaganda constante sobre la intransigencia ¨¢rabe, el deseo ¨¢rabe: de empujar a los jud¨ªos al mar, el deseo israel¨ª de paz y tranquilidad y, lo que es vital en todo esto, de que Israel como Estado jud¨ªo fue creado por el movimiento de la liberaci¨®n nacional jud¨ªo (sionismo) qu¨¦ encontr¨® el territorio desierto y lo convirti¨® en un vergel. El sionismo, junto con otros movimientos masivos que triunfaron en el siglo XX (entre ellos el fascismo), aprendi¨® la lecci¨®n de la propaganda: que la batalla por la opini¨®n es la que hay que ganar primero. Esto es algo que todav¨ªa no hemos llegado a comprender del todo y, hasta, que no lo hagamos, siempre seremos los perdedores.
En resumen,- Israel es la medida de nuestros fracasos y de nuestra incompetencia. Hemos esperado un l¨ªder genial durante a?os, pero no lleg¨® ninguno. Hemos esperado una poderosa victoria militar, pero sufrimos una derrota aplastante. Hemos esperado a las potencias extranjeras (EE UU o, en su momento, la Uni¨®n Sovi¨¦tica), pero ninguna acudi¨® en nuestra ayuda. Lo ¨²nico que no liemos intentado con toda seriedad es confiar en nosotros mismos: hasta que no lo hagamos con un firme compromiso de triunfar, no tendremos la oportunidad de avanzar hacia la autodeterrilinaci¨®n y la liberaci¨®n de la agresi¨®n.
Tomemos como ejemplo sencillo la actual situaci¨®n palestina, en la que se producen los fracasos m¨¢s estrepitosos y las soluciones est¨¢n m¨¢s a mano de lo que nadie sospecha. Que yo recuerde, siempre hemos cargado con un Gobierno incompetente y, sin embargo, insistimos en apoyar al mismo grupo arruinado en todos sus errores y desastres. Por otro lado, nos enorgullecemos de los numerosos ¨¦xitos de nuestro pueblo: m¨¦dicos, abogados, ingenieros, empresarios, ejecutivos, intelectuales, acad¨¦micos y artistas. Afirmamos que querernos la nacionalidad y la independencia, pero nadie piensa en las instituciones m¨¢s b¨¢sicas de la naci¨®n. No hay una legislaci¨®n b¨¢sica conforme a la cual gobierne actualmente la Autoridad Palestina, como consecuencia del capricho de un hombre de no aprobar esa legislaci¨®n en flagrante desaf¨ªo a la Asamblea Legislativa. Nuestras universidades se encuentran en unas condiciones terribles, sin fondos, dirigidas y administradas con desesperaci¨®n, llenas de profesores que luchan por ganarse la vida, pero que llevan a?os sin hacer la menor investigaci¨®n o trabajo independiente. Tambi¨¦n tenemos un grupo numeroso y llamativo de hombres de negocios extremadamente ricos que simplemente no han entendido que lo esencial para cualquier pueblo es una inversi¨®n masiva en educaci¨®n, la construcci¨®n, de una biblioteca nacional y el legado de toda una estructura universitaria como garant¨ªa de que tendremos un futuro como pueblo. Durante casi 20 a?os, he asistido a reuniones en las que se financian cientos de peque?os proyectos, pero sin una visi¨®n central de lo que necesitamos como sociedad. La ausencia de un fin colectivo con el que todos nos comprometamos ha inutilizado los esfuerzos palestinos no s¨®lo en la esfera oficial, sino incluso en asociaciones privadas en las que conflictos personales, peleas declaradas y vergonzosas murmuraciones nos han puesto trabas a cada paso.
Desde este punto de vista, el principal desaf¨ªo que plantea Israel va dirigido a nosotros mismos: nuestra incapacidad para organizamos, nuestra incapacidad para volcamos en un conjunto b¨¢sico de principios de los que no nos desviemos, nuestra, incapacidad para administrar nuestros recursos con determinaci¨®n, nuestra incapacidad para dedicar todos nuestros esfuerzos a la educaci¨®n y la competencia y, por ¨²ltimo, nuestra incapacidad para elegir un Gobierno que est¨¦ a la altura de las circunstancias. Es in¨²til achacar los fracasos de la actual OLP a unos cuantos individuos inadecuados y corruptos. El hecho es que sabemos que tenemos el Gobierno que nos merecemos y que, hasta que no nos demos cuenta de que estamos siendo apartados cada vez m¨¢s de nuestro objetivo de autodeterminaci¨®n y de la recuperaci¨®n de nuestros derechos por ese Gobierno al que muchos de nosotros todav¨ªa servimos y respetamos, seguiremos retrocediendo. Antonio Gramsci lo expres¨® muy sucintamente: pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad. S¨ª, nuestra situaci¨®n con respecto a Israel es desastrosa y, con Natanyahu, la situaci¨®n empeorar¨¢. Pero tenemos que preguntamos qu¨¦ podemos hacer y, despu¨¦s, mediante un acto de voluntad colectiva, tenemos que hacerlo. Lo dem¨¢s es simplemente una p¨¦rdida de tiempo.
La elecci¨®n de l¨ªderes mejores es imprescindible, pero tambi¨¦n debemos mejorar nuestras condiciones de forma que nuestros trabajadores no tengan que construir asentamientos israel¨ªes para llevar pan a casa y que nuestros estudiantes no tengan que conformarse con unos programas docentes incre¨ªblemente atrasados en una ¨¦poca en la que nuestros adversarios est¨¢n enviando gente a la Luna, en la que nuestro pueblo tiene que aceptar lamentables condiciones de tiran¨ªa y opresi¨®n, y en la que nuestra Autoridad castiga el desacuerdo y utiliza la tortura para intimidar a los ciudadanos, todo ello en nombre de la unidad nacional. Hasta que no despertemos del sue?o de la raz¨®n, seguiremos perdiendo territorio y poder en favor de Israel. Pero no podremos luchar por nuestros derechos, por nuestra historia y por nuestro futuro hasta que no estemos armados" con las armas de la cr¨ªtica y de la conciencia seria. Para ello, necesitamos el apoyo de la comunidad intelectual y cultural ¨¢rabe, que ha dedicado demasiado tiempo a esl¨®ganes sobre sionismo e imperialismo y no el suficiente a ayudamos a librar la batalla contra nuestros propios fracasos e incompetencia. El desaf¨ªo que plantea Israel es el desaf¨ªo de nuestras sociedades. Ahora no estamos a la altura de las circunstancias porque seguimos encadenados a m¨¦todos y actitudes que pertenecen a ¨¦pocas pasadas. La lucha del siglo XXI es la lucha por conseguir la propia liberaci¨®n y la propia descolonizaci¨®n. Y luego podremos afrontar a Israel como es debido.
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