Todav¨ªa
Tres vertientes -aunque a?ada, con toda la raz¨®n, que "por lo menos"- son las que reconoce el poeta chileno Gonzalo Rojas, para situarse del lado del lector, en su propia y muy singular poes¨ªa. De la primera de esas vertientes, "la numinosa", cabe ver, como ejemplo al vuelo, el poema titulado Por Vallejo, ?por qui¨¦n mejor?, donde ya el primer verso, lo mismo punto de llegada que de partida, reconocible por su doble filo de desafio y homenaje, va a marcar la actitud de un poeta que es nuevo por de nuevo atreverse a escribir de esta manera: "Ya todo estaba escrito cuando Vallejo dijo: 'Todav¨ªa". De ese tener que proseguir pese a todo, con u?as y dientes, le viene a Rojas un cierto aire de leopardo, amansado por visera y bigote discretos, que ya es portento, pero not¨¢ndosele en los ojos una alegr¨ªa volatinera cuando, a cada dos por tres, le sobreviene el sobresalto, la tentaci¨®n de apuntar a una diana invisible.All¨ª est¨¢ ¨¦l, hermanado con quien lo observa, pero tambi¨¦n sobrecogido por dentro, en mitad de lo oscuro, al atisbar alg¨²n destello de ese tozudo empe?o en seguir escribiendo, veloc¨ªsimo, el acorde del consejo sereno: "Que los que saben sepan lo que puedan saber / y los que est¨¢n dormidos sigan a¨²n durmiendo".
Pero, en la vertiente segunda, "la er¨®tica", tal ensimismamiento, el de estar decidido a cantar soledades, es puesto a dura prueba, se hace a?icos de gozo en manos del deseo, ¨¦se al que nadie logra detener de palabra. Pues las muchachas, las hembras y las mujeres, jam¨¢s sin¨®nimas en esta lengua, remueven el sosiego del poeta, que, diga lo que diga, relame las palabras para quitarles moho, para afilarlas, para que participen desnudas en la "danza del fornicio", para que vayan a lo suyo, eso que a veces no coincide con lo del poeta, aunque s¨ª aqu¨ª, pues enseguida se nota que todav¨ªa se puede decir: "Te besara en la punta de las pesta?as y en los pezones, te turbulentamente besara, / mi vergonzosa, / en esos muslos / de individua blanca...".
Asoma, a todo esto, entre el vicio y la virtud, la manera de estar en relaci¨®n con los otros, con todo lo dem¨¢s. Es la vertiente tercera, "la del testigo inmediato de la vida inmediata", por m¨¢s que nunca haya dejado de sonar justo lo que dej¨® dicho Celan: "Nadie atestigua en favor del testigo". Es el pacto con la duda m¨¢s a ras de tierra; ni altura ni hondura, sino decir con todos en ocasiones: "A lo mejor debiera uno callarse". Para, a continuaci¨®n, decirse en plan leopardo aquello que se dicen el amante lluvioso y el ciudadano a secas: "Pero no. Todav¨ªa no. Por lo menos todav¨ªa no".
Intensidad
Gonzalo Rojas, hijo de minero, escribe como quien excava en busca de carb¨®n, de esa materia oscura que va a ser llama. Ahonda, abona y brama. Lo que haga falta. Y se dir¨ªa que lo hace con aquel "cuchillito liviano y vibrador, de punta acerada", que utilizaba en su adolescencia. Lo disparaba contra la mesa de trabajo, "una tabla r¨²stica", y, "si entraba hondo en la madera, quer¨ªa decir que la concentraci¨®n expresiva estaba a punto, y empezaba a escribir, si se desviaba o resbalaba, lo dejaba todo y me iba a pasear". Intensidad y punter¨ªa. Para luego llegar a proclamar, en el aire y en Cr¨ªptico, que "lo / mohoso es el cuchillo". Frente a la piedra, frente al rel¨¢mpago.Por eso hay que desenterrar ese cuchillo de continuo, desenmohecerlo, excavar con ¨¦l a conciencia, d¨¢ndole abono o nuevo sentido al simple hecho de escribir todav¨ªa, como Gonzalo Rojas, fauno verde y de todos los colores, s¨®lo cuando las cosas se descentran. Cuando la oreja se sale del adentro de su oreja, la nariz de su nariz, el ojo de su ojo y, en fin, el hombre de su hombre, acuchillando ese fragmento de sombras con el reconocimiento perpetuo de lo apenas representable: "Se oye uno en ¨¦l hablar". Y, al fondo, a Octavio Paz, que ayer cumpl¨ªa 84 a?os, le cabe reafirmarse en lo escrito: "La singularidad de la poes¨ªa moderna no viene de las ideas o de las actitudes del poeta: viene de su voz. Mejor dicho: del acento de su voz". Ese acento clavado al "todav¨ªa" y que Gonzalo Rojas maneja a modo de cuchillo de doble filo, desenterrado y desenmohecido, con todos los acentos, broncos y suaves, en la punta de nuestra lengua.
Babelia
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