El tiempo
Volvimos y tra¨ªamos el fr¨ªo metido en los huesos. Durante las vacaciones de Semana Santa hizo el tiempo que hab¨ªan previsto los meteor¨®logos: lluvia, viento y bajas temperaturas. En algunas zonas nev¨®, seg¨²n hab¨ªan advertido. En otras tambi¨¦n, sin necesidad de que lo advirtiesen siquiera.Por Semana Santa pasan estas cosas. Uno recuerda semanasantas que eran aut¨¦nticos veranillos, otras con heladas e inundaciones. De aqu¨ª en adelante, si el tiempo no lo altera, tendremos, el verano de que hablaban nuestros cl¨¢sicos. La primavera ya fue por febrerillo que puso los almendros en flor, y en ese trozo de marzo que se resist¨ªa a marcear y brotaron los rosales.
El tiempo est¨¢ loco.
El tiempo est¨¢ loco y la verdad es que nunca pareci¨® muy cuerdo. Cuando la sabidur¨ªa popular aconseja que hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo -y otras advertencias de similar tenor-, es porque el tiempo tiende a marginar la l¨®gica humana y salirse de la escaleta.
Menos mal que hay meteor¨®logos para evitar las consecuencias de estos cambios inesperados. Y avisan d¨®nde va a llover o nevar, d¨®nde habr¨¢ sol y bonanza. A veces sufren un error de c¨¢lculo; o es el propio tiempo el que hace una pirueta caprichosa y una borrasca que ven¨ªa amenazante la amaga como por arte de magia.
Eso pas¨® en el norte pocos d¨ªas antes de vacaciones: anunciaron los meteor¨®logos lluvia y resulta que luci¨® el sol. Los hoteleros se quejaron de que la previsi¨®n meteorol¨®gica les hab¨ªa restado clientela y pidieron que, en lo sucesivo, se abstuvieran de hacerla p¨²blica, para evitar perjuicios. O dicho de otra manera: que se vete la informaci¨®n; que se mantenga a la ciudadan¨ªa en la inopia para que los hoteleros hagan negocio.
Las quejas sobre los partes meteorol¨®gicos vienen de antiguo. Me encontraba en cierto paraje de la provincia de Almer¨ªa rodando un reportaje para televisi¨®n -?cu¨¢ntas lluvias y sequ¨ªas nos han venido desde entonces!- y en ¨¦stas que apareci¨® un autom¨®vil, del que baj¨® una autoridad, seguida de su secretario. La autoridad iba harto alterada. Pregunt¨®: "Son ustedes los de la televisi¨®n, ?verdad?, ?qui¨¦n es el responsable?". Levant¨¦ el dedo y respond¨ª: "Servidor". Y fue la autoridad y me dio la brasa; o expresado a la manera de la ¨¦poca: que me arm¨® un broncazo de padre y muy se?or m¨ªo. El secretario acerc¨® un expediente y la autoridad me, soltaba a la cara con intencionada agresividad los datos que iba espigando del documento: %Por qu¨¦ el d¨ªa 4 dijo la televisi¨®n que la m¨¢xima la hab¨ªa dado M¨¢laga si en Almer¨ªa hizo igual temperatura?". "?Por qu¨¦ el 5 dijo que en Almer¨ªa habr¨ªa cielos nubosos si tambi¨¦n los tuvo M¨¢laga?". "?Por qu¨¦ el d¨ªa 6 volvi¨® a dar la m¨¢xima a M¨¢laga olvid¨¢ndose de Almer¨ªa?". "?Por qu¨¦ siempre cita a M¨¢laga para el tiempo bueno y a Almer¨ªa para el malo".
Qu¨¦ sofoco tra¨ªa el buen se?or. Llegamos a temer que le fuera a dar algo, pero logramos calmarlo y le convidamos a caf¨¦.
Lo bueno de Madrid es que nadie se plantea semejantes cuestiones de competencia, si bien no se libra de las err¨®neas previsiones meteorol¨®gicas. Hubo un a?o -corr¨ªa mayo- en que los partes anunciaban buen tiempo con nubes de evoluci¨®n diurna, y al llegar las siete en punto de la tarde rug¨ªa el trueno y romp¨ªa a llover m¨¢s que cuando enterraron a Zafra.
Se celebraba a la saz¨®n la Feria de San Isidro y los toros, los toreros, los aficionados, se pon¨ªan como sopas. Sin embargo, a nadie se le ocurri¨® culpar a los meteor¨®logos ni de venalidad ni de incompetencia. La afici¨®n taurina sabe que ¨¦stas son cosas de Dios. Dios debe de tener una cuenta pendiente con la fiesta e igual la env¨ªa tormentas a las siete de la tarde que en plena celebraci¨®n de la tradicional corrida de la Virgen de Agosto manda un s¨²bito fr¨ªo siberiano, pillando a todos los aficionados en camiseta.
Los meteor¨®logos har¨ªan bien en divulgar sus deducciones cient¨ªficas respecto a lluvias pertinaces, t¨®rridas temperaturas y crudas heladas, a?adiendo a la previsi¨®n: "Si Dios quiere". Y nadie podr¨ªa llamarse a enga?o.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.