Z¨®bel, viente a?os despu¨¦s
En la primera quincena de noviembre de 1967, Fernando Z¨®bel expuso en Bilbao, en la Galer¨ªa Grises. En la obra de entonces se encontraba el germen, ya muy maduro, de lo que ser¨ªa su producci¨®n art¨ªstica en lo sucesivo, hasta su fallecimiento en junio de 1984. La obra de Z¨®bel tiene en el aire su maestro de ceremonias. Las manchas y los gestos flotan en el aire. La vista en el espacio difundida es el espacio mismo. La mirada del artista, y nuestra mirada a trav¨¦s de la suya, a los aires se transporta. Cada obra se inicia de un modo parecido. Algo que ve de inter¨¦s lo lleva a la libreta de apuntes. Ese boceto lo manipula hasta que surge una especie de m¨ªnimo expresivo. A partir de ese instante entra en liza la ejecuci¨®n al ¨®leo de la obra. No aspira a que los espectadores reconozcan el tema original. Solo desea, lo que no es poco, que se reconozcan en la misma emoci¨®n que a ¨¦l lo envolvi¨®. Las manchas tostadas son una constante en su obra. A su lado aparecen las l¨ªneas en agitaci¨®n estallante, que son las que crean el movimiento. Con el paso del tiempo, esas l¨ªneas explosivas, que eran su herramienta dominante, se ven acompa?adas de l¨ªneas verticales y horizontales. De ese modo el artista consegu¨ªa helar el movimiento. El resultado deviene en una suerte de pugna entre una atm¨®sfera apacible, algo de silencio que se palpa, y una agitaci¨®n volc¨¢nica, donde acaba por vencer otra vez el aire calmo del silencio. Y una pregunta queda flotando en la mente que visiona los cuadros zobelinos: ?es el aire tenso y musical el que espera? El Z¨®bel hombre acreditaba un conocimiento de la pintura cl¨¢sica, de ahora y de siempre, poco comunes. En una entrevista que le hice para el cat¨¢logo de Grises, advirti¨® que los pintores que m¨¢s directamente le interesaban e inspiraban eran los barrocos espa?oles y el rom¨¢ntico ingl¨¦s Turner. Meses antes de la muestra de Bilbao le visit¨¦ en su casa de Madrid. Me ense?¨® los pergaminos chinos que pose¨ªa y otras joyas pict¨®ricas, como una crucifixi¨®n hermos¨ªsima de Rubens. Conversar con Z¨®bel era entrar en un mundo de una riqueza cultural inmensa. Seg¨²n su propia expresi¨®n, le gustaba la pintura, toda, hasta la mala. Ya se sabe que en 1963 fund¨® el Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
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