M¨²sica cubana escasa de alma y de perfiles
Dentro del ciclo titulado La generaci¨®n del 98 y la m¨²sica, en el que RTVE y la Fundaci¨®n March dan muestras de una amplitud ilimitada de criterios, nos llega algo que parec¨ªa concreto: la m¨²sica de Cuba dirigida por Leo Brouwer, titular de la Sinf¨®nica de C¨®rdoba y sobrino-nieto de Ernesto Lecuona. Brousver parece haber querido orillar en su programa los componentes que alimentaron durante d¨¦cadas el nacionalismo cubano -indigenismo, hispanismo y africanismo- a trav¨¦s de cuatro autores del XIX, el cruce de los siglos y el XX. Total: Ignacio Cervantes (1847), Ruiz Espadero (1832), el holand¨¦s Hubert de Blanck (1856) y Emesto Lecuorta. Cualquier selecci¨®n podr¨ªa haber sido v¨¢lida menos la que representa escasamente el alma y los perfiles de la cubanidad musical. Cervantes ir¨¢ siempre unido a sus contradanzas, una de las fuentes de la m¨²sica de Cuba, y no al delicado Scherzo mendelssohniano de 1886. Ruiz Espadero, pianista virtuoso fascinado por el ejemplo de Gottschalk, tuvo ¨¦xito en su d¨ªa con El canto del esclavo, sobre texto italiano de Lorenzana, pero la cubanidad de esta melod¨ªa es difusa.
Orquesta y Coro de RTVE
Director:L. Brouwer. Teatro Monumental. Madrid, 24 de abril.
La cantata Col¨®n, de Hubert de Blanck, tan bien interpretada por los solistas y el Coro de RTVE, preparado por Reiner Steubing, me parece impracticable en su texto, de Ram¨®n Espinosa de los Monteros, y en la simplona convencionalidad de los pentagramas. Tras esta recuperaci¨®n venida de los desvanes de la historia, pasamos a Ernesto Lecuona en varias canciones sentimentales de sal¨®n norteamericanizadas por unas orquestaciones que hac¨ªan inevitable la sombra de Kostelanetz. Excepci¨®n: el famoso Siboney, tambi¨¦n desnaturalizado por el ampuloso y comercial tratamiento instrumental. Cant¨® excelentemente I?aki Fres¨¢n, de tan hermoso timbre vocal como sobria pero efectiva expresividad. Nada de cosas como el Canto lucum¨ª, La comparsa o Mar¨ªa la O, ejemplos de Lecuona tan t¨ªpicamente particularizados. S¨®lo elogios merecen el director Brouwer y sus colaboradores.
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