"Es impresentable hacer el Liceo sin pensar que Dylan pueda tocar en ¨¦l"
?Una an¨¦cdota del Doctor Music Festival? El director de la empresa organizadora del macroconcierto pirenaico, Neo Sala -patillas, cuello poderoso, min¨²sculo pendiente en la oreja izquierda, camiseta con un extravagante personaje de dibujos animados en posici¨®n dudosa-, arruga el entrecejo. Parece rebobinar a velocidad de v¨¦rtigo im¨¢genes de 60.000 personas bailando sobre la hierba, centenares de artistas en los escenarios, chicas cimbreantes camino de las duchas y heavies que se retratan con una vaca, quiz¨¢ la primera que han visto en su vida. De repente le brillan los ojos con una chispa de travesura y su boca se abre en una gran sonrisa: "La vomitada de Patti Smith media hora antes de su actuaci¨®n como resultado del viaje por el puerto de la Bonaigua". Sala sopesa el efecto que han causado sus palabras, r¨ªe entonces abiertamente y en su rostro, siempre un punto alerta, surge una expresi¨®n de felicidad. Josep Maria Neo Sala (Lleida, 1961) es uno de los principales promotores de pop-rock del pa¨ªs, amo y se?or de una empresa, Doctor Music, que factura cerca de 1.000 millones de pesetas al a?o, que ha tra¨ªdo a Espa?a a algunos de los principales grupos y artistas del g¨¦nero y que organiza el festival m¨¢s importante de la Pen¨ªnsula, una acongojante conjunci¨®n de m¨²sica, paisaje, acampada y feliz desmadre: el Woodstock de los Pirineos, la Vaca. Este a?o, el Doctor Music Festival llega a su tercera edici¨®n (10 al 12 de julio) con el reto de vender 32.000 abonos y el alivio de un convenio con las administraciones que garantiza apoyo econ¨®mico durante los pr¨®ximos ocho a?os. Sala, sin embargo, advierte que la guitarra de Damocles sigue pendiendo sobre el festival y que la continuidad est¨¢ supeditada a la respuesta del p¨²blico -"ya podemos pactar, que si no viene la gente, no hay festival"-. Neo Sala, ha quedado dicho, siempre est¨¢ alerta. Y es que el pop-rock, considera, no es un negocio f¨¢cil. Los artistas son gente complicada y quisquillosa, los conciertos requieren una precisi¨®n digna de operaciones militares aerotransportadas, y las administraciones parecen no haberse dado cuenta a¨²n, aunque parezca mentira, de que el pop-rock es cultura. "Es impresentable que se haga el nuevo Liceo sin pensar que puedan tocar en ¨¦l Bob Dylan, Lou Reed o Tom Waits", ejemplifica Sala. "No se ha consultado para nada a ninguno de los promotores de conciertos pop-rock de Barcelona". La familia de Neo Sala es originaria de Tremp y ¨¦l siempre ha tenido mucho contacto con la gente del Pallars, explica, aunque desde los dos a?os -cuando sus padres se fueron a vivir a la capital catalana, donde su padre tiene una peque?a empresa de instalaciones dom¨¦sticas- vive en Barcelona. Vecino del barrio de la Sagrada Familia, el joven Sala empez¨® a montar movidas musicales en el colegio. De aquellos polvos, estos pastos. "Creamos, yo y otros tres compa?eros, el Club de M¨²sica Claret, tras vender la moto al cura de turno. Nos dejaban el auditorio, de 150 plazas, para hacer discoforos los s¨¢bados por la ma?ana: sesiones tem¨¢ticas sobre un artista o una corriente musical". Neo Sala ten¨ªa 14 a?os, buena cabeza para el ajedrez y ya una mentalidad indiscutiblemente empresarial: "Lo hac¨ªamos por inter¨¦s musical y por negocio, pero perd¨ªamos dinero. La primera matin¨¦e estuvo dedicada a la can?¨®, pero a la que los curas se despistaron, la segunda ya la consagraron a Yes, la tercera a Hawkwind, grupo psicod¨¦lico que toc¨® el a?o pasado en el Doctor Music Festival -lo que demuestra que Sala tiene su corazoncito-, y la cuarta a los Who. Ya no hubo m¨¢s. Pero Sala, h¨¢bil negociante, convenci¨® a los curas para que le prestaran el Casal Claret, de m¨¢s aforo -800 localidades-, donde se hac¨ªa cine los domingos. Mont¨® un concierto de Suck Electronic a 100 pesetas la entrada, meti¨® 300 personas y se cubrieron gastos. La cosa empezaba a funcionar. Los curas quedaron contentos y Sala program¨® a Henry Cow -apellido que hoy parece predestinaci¨®n-. Hubo ¨¦xito, pero empezaron los problemas: "El local se llen¨® de canuteros del underground barcelon¨¦s, y yo me convert¨ª en un personaje maldito. A ra¨ªz de aquello tuve que cambiar de colegio y pas¨¦ a la academia Unitec; segu¨ª en contacto con el underground, un ambiente similar al alternativo de ahora y ajeno al mundo de Gay & Company, el promotor que dominaba entonces la escena de pop-rock". Eran finales de los a?os setenta, Neo Sala se lanz¨® a montar conciertos, incluso alquil¨® el legendario Sal¨® Diana -por 20.000 pesetas- para un concierto de Embryo. Mientras, estudiaba en la Universidad: Exactas. "En verano de 1981 me fui a a Boston a mejorar el ingl¨¦s y all¨ª pude asistir a muchos conciertos: Iggy Pop, Iron Maiden, Judas Priest, Van Halen, en una ¨¦poca en que a Barcelona llegaban como mucho tres conciertos al mes. En 1982 montamos entre unos amigos Doctor Music, sin pensar que nos ganar¨ªamos la vida con la empresa ni so?ar en hacer la competencia a Gay". Fueron a?os muy duros en los que a veces no ten¨ªan ni para pagar el tel¨¦fono, pero salieron adelante. El despegue lleg¨® en 1987, cuando les dieron el concierto de Tina Turner. Luego vinieron Whitney Houston, Michael Jackson. Y en 1992 Dire Straits: "Casi 20 conciertos del grupo en estadios de toda Espa?a, m¨¢s de medio mill¨®n de entradas vendidas, un r¨¦cord". Ser promotor es "muy duro, y cada vez m¨¢s. Hoy es imposible empezar como lo hicimos nosotros, debes tener mucho dinero detr¨¢s. Si te equivocas al ubicar al artista, si te equivocas de local, te metes en un l¨ªo de mil demonios. El 99% de las veces, eres t¨² y no el artista el que asume el riesgo del concierto. ?Cu¨¢l es el secreto de este trabajo? Que el artista est¨¦ contento y que te cuadren los n¨²meros. Debes tener mucha sensibilidad para entender a los m¨²sicos y a sus representantes, ponerte en su lugar, comprender lo que piden. No es un negocio como la compra venta de pisos o electrodom¨¦sticos". Dice Neo Sala que la oferta de conciertos ha crecido en los ¨²ltimos a?os, pero no tanto la demanda, "y, adem¨¢s, el sector del entretenimiento se ha diversificado mucho: Internet, las consolas... Antes los conciertos eran la posibilidad m¨¢s corriente de distracci¨®n de los j¨®venes". Neo Sala considera respecto a los promotores musicales: "Gay, nosotros, Pino, deber¨ªamos tener m¨¢s corporativismo, como el sector teatral, pero nos cuesta ponernos de acuerdo". La uni¨®n es necesaria: "Estamos discriminados: se construye un auditorio en Barcelona y te llaman cuatro d¨ªas antes de que est¨¦ listo para pedirte tu opini¨®n, aparte de que los precios que ofrecen son muy altos". Y el Liceo... "es incre¨ªble que se haga con dinero p¨²blico para un grupo reducido de gente, el de la ¨®pera, y sin pensar que pueden tocar ah¨ª m¨²sicos de otros g¨¦neros. A¨²n se piensa que la gente que va a los conciertos de pop-rock rompe las sillas, y eso no es as¨ª, eso es un clich¨¦; eso de verdad pasa en el f¨²tbol: la conflictividad en el deporte es infinitamente superior". Sala deplora que cuando toca un artista como Bruce Springsteen en el T¨ªvoli "te cobre la Guardia Urbana, y en cambio no lo haga cuando juega el Bar?a". Y a?ade: "La Guardia Civil cobr¨® para vigilar en el Doctor Music Festival, pero no en Baqueira Beret". La Administraci¨®n "contin¨²a tratando de manera diferente a un promotor de rock que a uno de m¨²sica cl¨¢sica o de teatro. El pop-rock sigue sin tener el reconocimiento social que merece. Si ha habido ayuda en el caso del festival es porque hay unas connotaciones sociotur¨ªsticas en el Pallars, que es un ¨¢rea econ¨®micamente muy deprimida". Del convenio, que estipula una ayuda oficial de 27 millones de pesetas este a?o, dice Sala que no cubre ni el 10 % del presupuesto (400 millones), pero que cualquier ayuda es fant¨¢stica si se compara con nada. "Y lo importante es el reconocimiento, que significa que eso que hacemos est¨¢ bien hecho". Neo Sala dice que esperaba tener m¨¢s apoyo local al organizar el festival, "pero la gente tom¨® una posici¨®n muy cautelosa y hubo una fracci¨®n incluso apocal¨ªptica. Esa desconfianza fue frustrante. El cambio de mentalidad en la monta?a es dif¨ªcil: muchos de ellos son gente que va a Lleida como muy lejos, y para ir se ponen traje. Pero son buena gente. Ahora hay consenso de que el festival es bueno, aunque siguen sin acabar de volcarse. No son conscientes del provecho que podr¨ªan sacar a largo plazo y s¨®lo piensan en maximizar el beneficio inmediato".
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