Blair aprovecha las dudas del eje Par¨ªs-Bonn para promover una reforma a la baja de la UE
ENVIADOS ESPECIALESLos Quince abren hoy en Cardiff la cumbre europea menos esperanzadora de los ¨²ltimos a?os. Sin decisiones que tomar sobre la mesa, los jefes de Estado o de Gobierno de la Uni¨®n intentar¨¢n sentar las bases de la reforma institucional, la que no pudieron completar al aprobarse el Tratado de Amsterdam. Los Quince no s¨®lo llegan divididos entre s¨ª, como siempre. Adem¨¢s, el brit¨¢nico Tony Blair, el anfitri¨®n, aprovechar¨¢ las debilidades de todo tipo que atenazan al tradicional motor comunitario -el eje franco-alem¨¢n- para dirigirla hacia un enjuague de m¨ªnimos.
Las divisiones afectan tambi¨¦n a los dos grandes partidos europeos: socialistas y populares. Los primeros celebraron su habitual reuni¨®n previa a la cumbre en un ambiente enrarecido por la exclusi¨®n de los l¨ªderes socialistas de tres grandes pa¨ªses: Alemania, Espa?a e Italia. ?Es s¨®lo un encuentro de apenas dos horas para preparar la cumbre y lo m¨¢s operativo es que s¨®lo participen los jefes de Estado o de Gobierno?, explic¨® Rudolf Scharping, presidente del Partido Socialista Europeo (PSE).En realidad es el primer golpe de mano de Tony Blair, que ha querido expresamente excluir del encuentro a los l¨ªderes socialistas que no estar¨¢n en la cumbre: el italiano Massimo D"Alema y los dos binomios partido-cartel electoral de Alemania (Lafontaine-Schr?eder) y Espa?a (Almunia-Borrell). Una ausencia de peso, si se tiene en cuenta que sin esos tres pa¨ªses ninguna decisi¨®n del Consejo de ministros obtendr¨ªa la mayor¨ªa necesaria.
Esta divisi¨®n de matiz se completa con la opci¨®n escasamente europe¨ªsta avalada ayer por los socialistas. Desde sus posiciones conservadoras al enfocar la reforma de las finanzas europeas hasta la fr¨ªa distancia con que han acogido las propuestas de Jacques Delors para reforzar el papel del presidente de la Comisi¨®n a trav¨¦s de una f¨®rmula de preselecci¨®n ligada a las elecciones al Parlamento Europeo en un intento, quiz¨¢ m¨¢s ingenuo que pragm¨¢tico, de aumentar su legitimidad democr¨¢tica.
Los populares llegan a Cardiff sumidos en pol¨¦micas a¨²n de mayor calado tras la admisi¨®n de los eurodiputados de Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi, en el grupo del Partido Popular Europeo (PPE). La soluci¨®n -admitir a t¨ªtulo personal a los diputados y dejar fuera al partido de Berlusconi- no ha evitado que el presidente del Gobierno italiano, Romano Prodi, haya dejado de asistir al tradicional c¨®nclave pre-cumbre del PPE.
Este ambiente de divisi¨®n y de escasa voluntad de profundizar en la construcci¨®n europea ha dejado en ¨®ptimas condiciones el terreno de juego que buscaba el anfitri¨®n Tony Blair para dirigir la cumbre. En Cardiff los Quince se limitar¨¢n a saludar con efusi¨®n los planes de empleo presentados por cada pa¨ªs y a hacer hincapi¨¦ en la necesidad de mayores reformas estructurales para mejorar la competitividad de la econom¨ªa europea. Y centrar¨¢n la discusi¨®n pol¨ªtica en las futuras reformas, con el peligro de acabar enzarz¨¢ndose en una agria disputa sobre su financiaci¨®n.
La reciente iniciativa franco-alemana sobre el futuro de la construcci¨®n europea -un ataque frontal a la Comisi¨®n Europea y un llamamiento al resurgir del nacionalismo en la Uni¨®n- conviene tambi¨¦n al juego de Blair. Todo est¨¢ dispuesto para que el l¨ªder del nuevo laborismo acabe por enterrar otra de las ideas que promueven los c¨ªrculos m¨¢s europe¨ªstas: formar un grupo de sabios bajo la batuta de Jacques Delors para proponer una reforma realista pero ambiciosa.
F¨®rmula diluida
La iniciativa ?no ha obtenido un apoyo deslumbrante entre los jefes de Gobierno?, anticip¨® ayer el portavoz de Blair, quien destac¨® su ?respeto? por el hombre sabio; pero la mayor¨ªa de l¨ªderes, se?al¨®, tambi¨¦n se autoconsideran sabios.La f¨®rmula alternativa de Blair es mucho m¨¢s diluida: convertir ese grupo de sabios en un comit¨¦ de altos representantes de los jefes de Estado o de Gobierno. Esa fue exactamente la empleada para reformar el Tratado de Maastricht y que acab¨® pariendo un rat¨®n, el Tratado de Amsterdam. Es la manera de mantener el debate en el ¨¢mbito exclusivo del Consejo de ministros. O, lo que es lo mismo, impedir que se pueda contaminar la futura reforma con ideas demasiado integracionistas. Es exactamente lo que quieren, aunque no lo pidieron expresamente, Jacques Chirac y Helmut Kohl. O lo que prefiere el jefe del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, cuyas preocupaciones en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica europea jam¨¢s han ido m¨¢s all¨¢ de mantener las posiciones adquiridas en su d¨ªa por Espa?a en tiempos de Felipe Gonz¨¢lez.
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