Invenciones bellas e independientes
Accede a un nuevo sill¨®n acad¨¦mico Xavier Montsalvatge, nacido en Gerona en 1912 y desde los 21 a?os creador de una obra extensa, significativa e imprescindible a la hora de historiar nuestra m¨²sica del siglo XX. Artista e inteligencia sin fronteras, su refinada sensibilidad espiritual y su conversar ameno y levemente ir¨®nico, ha llenado cap¨ªtulos enteros de nuestra vida cultural a cuyo corpus musical aporta invenciones tan bellas como veraces e independientes.Al igual que Felipe Pedrell, Enrique Granados, Federico Mompou o Amadeo Vives, Montsalvatge practic¨®, de hecho, la doble capitalidad, pues si Barcelona es su centro, Madrid le dispensa, desde sus primeras apariciones en el Ateneo, una acogida entusiasta y entra?able. Con los ojos, los o¨ªdos y el pensamiento bien abiertos, recibi¨® Montsalvatge en su estudio a lo largo de su constante viajar, cuanta inquietud art¨ªstica le ofrec¨ªa su tiempo; de tan intensa concienciaci¨®n extrajo despu¨¦s consecuencias v¨¢lidas para sus pentagramas nunca supeditados a modas o tendencias. Renuente a la abstracci¨®n y al formulismo, atiende en primera y definitiva instancia las voces de su m¨¢s ¨ªntimo hontanar que se hac¨ªan luego expresi¨®n comunicativa de emociones musicales perdurables.
Quienes las vivimos, olvidaremos dif¨ªcilmente las tertulias barcelonesas que segu¨ªan a la ¨®pera y al concierto, puntualmente narradas por uno de sus protagonistas, Manuel Valls. Los Mompou, los Montsalvatge, los Valls, los Turull, los Toldr¨¢ y cuantos ¨ªbamos y ven¨ªamos a Barcelona gozamos del humanismo de Montsalvatge, cuyas calidades afectivas medio se ocultaban tras la moderaci¨®n de su gesto y su palabra. Y es que arte y humanidad, actividad y sosiego, se dieron las manos continuamente en Montsalvatge y en su producci¨®n desde las lejanas, triunfantes y vivas Canciones negras hasta la Fol¨ªa daliniana estrenada el a?o pasado.
Apasionado de la ¨®pera y del ballet; adherido con entusiasmo a las formas cinematogr¨¢ficas; levemente po¨¦tico o incisivamente dram¨¢tico, incluso en la objetividad instrumental de la Sinfon¨ªa de R¨¦quiem, Montsalvatge constituye un caso ejemplar de creador completo, un poco al modo de su congeneracional Benjamin Britten. El ingreso de Montsalvatge en la Real Academia de San Fernando es pues un acto de justicia, un honor debido antes que otorgado frente al cual sentimos honda alegr¨ªa. En una circunstancia parecida, Montsalvatge reaccion¨® por escrito con estas palabras: ??Viva Mompou!?. Del mismo modo respondemos ahora cuantos nos interesamos por la cultura viva con el grito sin ruido de ?viva Montsalvatge!
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