Pizzas a 100 por hora
El Defensor del Menor analiza sobre el terreno la violencia de algunas maquinas recreativas, en particular una que simula las carreras alocadas de los repartidores de comida
La pretensi¨®n de una empresa espa?ola de colocar una r¨¦plica de la silla el¨¦ctrica en los salones recreativos de Madrid ha puesto en solfa las m¨¢quinas que pueblan estos recintos. El aparato, un asiento de madera con grilletes en los reposabrazos, se basa en aguantar el m¨¢ximo tiempo posible las vibraciones inocuas que produce el mecanismo, que simula el achicharramiento del condenado. En Madrid no s¨®lo el Gobierno regional est¨¢ en contra de su instalaci¨®n; el defensor del menor, Javier Urra, la critic¨® por "banalizar la muerte". Pero, ?qu¨¦ otros artefactos se esconden en estos salones llenos de ingenios mec¨¢nicos? Para averiguarlo, EL PA?S invit¨® al Defensor del Menor a pasearse por uno de estos salones. Aunque en ninguna m¨¢quina advirti¨® delito, Urra s¨ª que pudo comprobar c¨®mo algunos ingenios se sirven de la violencia y otros sacan jugo de situaciones poco recomendables para la juventud. As¨ª ocurri¨® con la m¨¢quina llamada Radical Bikers, que simula la atropellada carrera de un pizzero para llegar a su destino en el m¨ªnimo tiempo posible. "Hay que evitar que las empresas fuercen a los j¨®venes a ir tan r¨¢pidos", se?al¨® Urra, quien prometi¨® presentar una recomendaci¨®n para acabar con esta pr¨¢ctica.?ste es un resumen de lo que vio el Defensor del Menor en su visita al sal¨®n recreativo.
Contra los terroristas. En la pantalla surgen, detr¨¢s de ventanas, parapetados en los coches de la calle o escondidos detr¨¢s de edificios, terroristas de mala catadura que el jugador tiene que liquidar a balazos. Pero ojo: tambi¨¦n aparecen de vez en cuando ciudadanos que no son malhechores y que el usuario debe tratar de no abatir en la refriega. Si mata a uno solo de los viandantes, el usuario queda eliminado. El Defensor del Menor observ¨® funcionar esta m¨¢quina durante un buen rato y concluy¨®: "La filosof¨ªa est¨¢ clara: el bueno s¨®lo consigue su objetivo con violencia. Parece que la ¨²nica manera de triunfar es abatir al contrario"
La princesa Ana. La siguiente m¨¢quina examinada por Urra se llama Time Crisis y es de factura y mensaje parecido: un elegante joven repeinado, que s¨®lo habla ingl¨¦s, debe rescatar, pistola en mano, a la princesa Ana de un castillo defendido por villanos armados con metralletas. "Otra vez lo mismo", frunc¨ªa el ce?o el Defensor del Menor: "La ¨²nica forma de llegar al final es llevarse por delante a los oponentes".
Pu?etazo de adrenalina. Al lado de Time Crisis se encuentra Real Puncher, que consiste, por 100 pesetas, en pegarle un guantazo por las buenas a un puching ball conectado a un mecanismo electr¨®nico que indica la puntuaci¨®n alcanzada. Cuanto m¨¢s fuerte el golpe, m¨¢s puntos y m¨¢s posibilidades hay de que desaparezca el monstruo de la pantalla. "Es s¨®lo una descarga de adrenalina. Nada grave", opin¨® Urra.
Peripecias de pizzeros. El Defensor del Menor se interes¨® mucho por las m¨¢quinas que simulan la conducci¨®n de un autom¨®vil. "Lo m¨¢s denunciable de estos juegos es que, por lo general, para ganar la partida hay que conducir como si estuvieras solo en la carretera, s¨¢ltandote todas las normas de tr¨¢fico", dijo Urra.
Justo a continuaci¨®n, el Defensor vio el aparato que m¨¢s indignaci¨®n le caus¨® en su visita a los juegos recreativos: el Radical Bikers. El argumento era simple: un pizzero recorre una ciudad (se supone que Roma) encima de una motocicleta diminuta y a toda velocidad. El juego consiste en llegar lo antes posible con la pizza a la casa del cliente. A Urra este ingenio le pareci¨® particularmente denunciable: "Parece un simulador. Es exactamente lo que pasa en la realidad. Mi oficina prepara una recomendaci¨®n para que las empresas que emplean a estos j¨®venes eviten que los chavales que trabajan de motoristas en los telepizzas contravengan las normas de tr¨¢fico para poder hacer su trabajo, ya que llegar a la hora convenida, de forma legal, es imposible. Y esto se reproduce en la m¨¢quina. Est¨¢ aqu¨ª, en unos juegos recreativos. No me extra?ar¨ªa nada que los chavales vinieran aqu¨ª a entrenar". "Mejores reflejos". El Defensor del Menor, tras examinar y criticar las carreras de los pizzeros, se dirigi¨® a un grupo de chicos que se esforzaba en acabar con unos seres de aspecto repugnante que custodiaban una imaginaria fortaleza donde unos renombrados cient¨ªficos estaban presos. Los chicos, con rev¨®lveres de pl¨¢stico y una maestr¨ªa endiablada, acababan con una rapidez pasmosa con esqueletos, murci¨¦lagos y parrajacos sangrantes. Urra dialog¨® con los muchachos, que le informaron de que La casa de la muerte, la m¨¢quina en la que jugaban, era la m¨¢s violenta de las que conoc¨ªan. "No por jugar a eso te haces m¨¢s violento. S¨®lo se te desarrollan los reflejos", le explicaba un joven. Pero el Defensor del Menor adujo: "Con estas cosas, aunque estemos de acuerdo con el chico, los chavales se acostumbran a estar con una pistola en la mano. Adem¨¢s, todas las im¨¢genes son grotescas, deformes, con mucho humo y fuego".
Con todo, para Urra, ninguna de estas m¨¢quinas es tan perjudicial como "la silla el¨¦ctrica". "Son algo negativo, bordean lo tolerable, pero no tienen nada que ver con la otra m¨¢quina. Hay que tener en cuenta que son los buenos con los que se identifican los j¨®venes", dijo Urra.
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