Falangista
DE PASADALas noticias explican que el falangista lisiado fue descubierto casualmente en un solar rodeado de casas arruinadas entre la avenida de Pulianas y la carretera de Madrid, junto a la facultad de Medicina de la Universidad de Granada. El hombre vest¨ªa camisa y pantal¨®n de campa?a y ten¨ªa una mirada arrogante, engre¨ªda. Sus miembros eran deliberadamente desproporcionados. La mano derecha, alzada al frente, equival¨ªa por lo menos a mano y media o a dos manos, de larga que era; en cambio, la ausencia de la pantorrilla amputada hab¨ªa sido disimulada con una pernera amplia, donde el soldado cobijaba sin agobios el mu?¨®n. Las noticias, sin embargo, no dicen c¨®mo apareci¨® la estatua del falangista ni por qu¨¦ pas¨® inadvertida durante cuarenta o cincuenta a?os. Una teor¨ªa apunta a que surgi¨® espont¨¢neamente en el solar, empujada por los calores de julio -un mes favorable a los alzamientos militares- junto a matas de jaramagos y espigas de avena loca. Si esto es as¨ª, alguien dej¨® caer la semilla. Quiz¨¢ primero apunt¨® en el suelo un boceto del cr¨¢neo, como la promesa de una sand¨ªa y, conforme pasaron los d¨ªas, la estatua fue creciendo en aquel erial abandonado, primero el cuello, luego los hombros, despu¨¦s el t¨®rax y la muleta, los pies enredados entre ramas minerales de laureles y finalmente la basa con su plinto estropeado. Si esta hip¨®tesis es cierta el falangista floreci¨® en la ¨¦poca de las gram¨ªneas, los calabacinos y los pepinos tempranos, detalles de suma utilidad para eventuales estudios bot¨¢nicos. Ahora bien, no siempre nace un falangista salvo que sea necesario, y aqu¨ª es donde radica el problema. La estatua, una vez alcanzadas sus proporciones naturales, aguarda en el solar la llegada de alguien, no se sabe qui¨¦n, quiz¨¢ de uno o de varios individuos con los que convino brotar desde el fondo de la tierra como una cucurbit¨¢cea de estaci¨®n. Nadie, sin embargo, ha ido a su encuentro, ni siquiera un museo de caridad -si es que existen tales establecimientos-, un cacharrero o uno de esos iluminados que conversan e intiman con las masas de granito. Pero el falangista, paciente, aguarda. ?A qui¨¦n? Quiz¨¢ un camarada, a un c¨®mplice, a otro mutilado, a un mel¨®n, a una calabaza, a una guerra improbable o a una paloma que defeque certeramente sobre su cabeza de estatua.
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