Tiempo y dinero
"El presente y el pasado./ Ambos quiz¨¢ est¨¦n presentes en el futuro./ Y el futuro contenido en el pasado". T. S. Eliot Con el paso de los d¨ªas, m¨¢s raz¨®n pienso que ten¨ªa T. S. Eliot al resaltar la ¨ªntima relaci¨®n entre el pasado, el presente y el futuro. Pero, parad¨®jicamente, tambi¨¦n tengo la impresi¨®n de que hoy d¨ªa se presta poca atenci¨®n a las lecciones del ayer. Quiz¨¢ ello se deba a la frecuente observaci¨®n de que "la historia no se repite", la cual nos lleva a creer que aprender del pasado no vale la pena. En lo que a m¨ª respecta, aunque es posible que la historia no se repita a s¨ª misma, como Mark Twain, creo que s¨ª rima. Por ello, a menudo vuelvo la vista al pasado para comprender el sentido del poema que el tiempo nos ofrece al pasar.Tambi¨¦n se dice que "el tiempo es dinero". Y sin embargo, tampoco observo en la evoluci¨®n de temas monetarios internacionales suficiente apreciaci¨®n de la importancia del tiempo como una fuente de suministro de informaci¨®n. Desde hace medio siglo, un baluarte de la cooperaci¨®n monetaria internacional -y como tal, un t¨ªpico blanco de cr¨ªticas de sus deficiencias- es el Fondo Monetario Internacional (FMI), la instituci¨®n a la que he dedicado la mayor parte de mi vida profesional. En la actualidad, el ambiente que se respira es de cr¨ªtica, cr¨ªtica que cubre todo el espectro de posibles quejas, desde que la instituci¨®n hace demasiado hasta que no hace lo suficiente. Y lo cierto es que las cr¨ªticas pueden ellas mismas ser criticadas de no haber captado las lecciones del pasado.
Quienes creen que el FMI hace demasiado consideran que sus esfuerzos para contener o resolver crisis econ¨®micas suministrando ayuda financiera a pa¨ªses en dificultad hacen m¨¢s da?o que bien. Argumentan (razonablemente) que tales esfuerzos s¨®lo sirven para amortiguar la disciplina de mercado y provocar reacciones perversas (azar moral), estimulando a los agentes econ¨®micos a actuar con imprudencia. El argumento es razonable porque la contenci¨®n de amenazas al sistema beneficia a todos, incluso a aquellos que las crearon o contribuyeron a ellas. Esto es inevitable, pero el problema del azar moral no se resuelve con quejarse de su presencia. La cuesti¨®n clave est¨¢ en determinar si existen alternativas a la acci¨®n p¨²blica para contener tales amenazas. Los cr¨ªticos del FMI razonan que se debe dejar que las fuerzas de mercado operen con plena libertad y que no haya intervenci¨®n oficial para contener crisis financieras potenciales. Mucho se ha escrito conceptualmente para explicar que los bienes p¨²blicos, esto es, bienes de cuya existencia se benefician todos, hacen necesaria una intervenci¨®n estatal cuando su oferta se ve amenazada. No cabe duda que la estabilidad financiera es un bien p¨²blico y, por tanto, no debe sorprender que los Gobiernos se vean abocados a protegerla. De hecho, existe un amplio consenso sobre el marco institucional requerido para salvaguardar dicha estabilidad. Baste citar aqu¨ª uno de los elementos b¨¢sicos de ese marco, el prestamista de ¨²ltima instancia, esto es, la autoridad monetaria.
Dicho esto, si los pa¨ªses est¨¢n dispuestos a aceptar al mercado como el ¨²ltimo guardi¨¢n de la estabilidad financiera, en principio no hay nada que lo impida. En lo que al FMI concierne, la instituci¨®n, cuya responsabilidad fundamental es la vigilancia de pol¨ªticas econ¨®micas m¨¢s que el financiamiento de desequilibrios externos, puede funcionar perfectamente en ese contexto. Pero mientras no est¨¦n as¨ª dispuestos -y el apoyo de todos los Gobiernos a las intervenciones del FMI eso indica- reconozcamos que en este terreno al menos los Gobiernos demuestran haber aprendido las lecciones del pasado (por ejemplo, la Gran Depresi¨®n y la d¨¦cada turbulenta de los a?os treinta). Lo mismo no se puede decir de aquellos que por tal motivo critican al FMI. Quienes creen que el FMI no hace lo suficiente consideran que sus actividades no fomentan suficiente progreso en ¨¢reas como est¨¢ndares laborales, mejoras ambientales, reducci¨®n de pobreza, etc¨¦tera. Hay tambi¨¦n aspectos razonables en esta argumentaci¨®n: la pobreza se debe reducir, el ambiente se debe proteger y los t¨¦rminos de los contratos laborales deben ser equitativos. Y estos objetivos exhiben aspectos de bien p¨²blico que justifican la preocupaci¨®n gubernamental de conseguirlos.
En contraste con la estabilidad financiera, sin embargo, hay menor convergencia de opini¨®n sobre c¨®mo alcanzar estas metas. Ello refleja, por un lado, los inevitables juicios de valor involucrados en estos temas, que permiten que se planteen diferencias razonables de opini¨®n. Pero tambi¨¦n se debe a otros factores: falta de consenso sobre los criterios para medir el progreso en estos asuntos y falta de voluntad de someter la pol¨ªtica nacional a criterios internacionales en dichos asuntos. Y en lo que respecta al FMI hay un factor adicional. As¨ª como no hay duda de que la estabilidad financiera es parte integral de su mandato, no est¨¢ claro que esta instituci¨®n sea el veh¨ªculo m¨¢s adecuado para estos otros prop¨®sitos.
El tiempo tiene algo que ense?arnos aqu¨ª tambi¨¦n. T¨ªpicamente, los Gobiernos han sido reacios a someter sus actuaciones a un ¨¢rbitro internacional o a aceptar limitaciones externas sobre sus pol¨ªticas. S¨®lo han aceptado a rega?adientes l¨ªmites a su autonom¨ªa cuando los acontecimientos demuestran que no existe alternativa. Quiz¨¢ la lecci¨®n fundamental que el ayer nos ofrece es que la b¨²squeda de ventajas nacionales sin consideraci¨®n de sus repercusiones externas lleva a costosos e inevitables conflictos entre pa¨ªses. Junto con el reconocimiento de que el intercambio abierto y ordenado entre naciones contribuye a su bienestar, tal lecci¨®n est¨¢ por detr¨¢s del fen¨®meno de globalizaci¨®n, tan mencionado hoy d¨ªa.
Lo que la globalizaci¨®n requiere no son medidas para eliminarla o controlarla, sino el reconocimiento de los l¨ªmites que impone al libre albedr¨ªo de las naciones. Como en el conocido tema del tr¨¢fico, la mejor opci¨®n para conservar una medida razonable de autonom¨ªa nacional es el dise?o y la aceptaci¨®n de normas de conducta financiera internacional com¨²nmente acordadas. Dicho c¨®digo de conducta es precisamente el mandato permanente y din¨¢mico del FMI. Y al perseguir su cumplimiento, la instituci¨®n contribuye cr¨ªticamente a la consecuci¨®n de estabilidad y eficiencia econ¨®mica con equidad.
?sta es la base fundamental del apoyo que todos los pa¨ªses han dado al FMI. Este apoyo contrasta claramente con el alud de cr¨ªticas expresadas sobre sus actividades en Asia. Como afirm¨¦ antes, este apoyo gubernamental reconoce las lecciones del pasado. No as¨ª las cr¨ªticas. Es de esperar que la sabidur¨ªa de los Gobiernos en reconocer el valor de las lecciones del tiempo nos permita escapar de una famosa profec¨ªa:
"Quienes no son capaces de recordar el pasado se ver¨¢n condenados a repetirlo". George Santayana.
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