Los Rolling Stones demuestran en M¨¢laga que siguen siendo los grandes se?ores del rock
La banda brit¨¢nica actu¨® ante unas 50.000 personas, entusiasmadas por el espect¨¢culo
Alrededor de 50.000 personas acudieron anoche al tard¨ªo comienzo de la gira espa?ola de los Rolling Stones. Un espacio cercado del puerto de M¨¢laga fue su escenario, situado de tal modo que parec¨ªa talmente que la actuaci¨®n del grupo formaba parte de las atracciones de la feria del barrio de Huelin. Cost¨® hacer creer al respetable que esta vez la cosa iba en serio. La presencia de Mick Jagger y compa?¨ªa en los medios hizo milagros: en las ¨²ltimas horas se aceleraron las ventas y se aproxim¨® al lleno. El primer concierto espa?ol de Bridges to Babylon logr¨® seducir por su eficacia y brillantez.
A las diez en punto, una explosi¨®n sacud¨ªa a los asistentes, que inmediatamente brincaban de gozo con Satisfaction. La ovalada pantalla gigante de v¨ªdeo reflejaba las peculiaridades indumentarias del cantante y sus dos guitarristas, Keith Richards y Ronnie Wood. De hecho, la nitidez y la imaginaci¨®n de la realizaci¨®n visual son dos de las grandes bazas de esta Bridges to Babylon Tour.Funciona tambi¨¦n el truco irland¨¦s (U2) de trasladarse al centro del campo para darse un ba?o de multitudes y demostrar que tambi¨¦n pueden engatusar sin necesidad de alardes luminot¨¦cnicos. La crudeza de la versi¨®n del Like a Rolling Stone, de Dylan, evidenci¨® que tambi¨¦n se la juegan y que pueden quemar cartuchos por una audacia.
Ardientes
Como siempre, los espect¨¢culos de los Rolling Stones suben el list¨®n dentro de la industria musical. Pero tan deslumbrante despliegue no debe ocultar lo b¨¢sico: en una buena noche, este grupo quema. Quema su intensidad y cura su profesionalidad.Con profesionalidad resuelven la explicable demanda por sus cl¨¢sicos de los a?os sesenta y los setenta. Las canciones m¨¢s juveniles, a miles de a?os luz de su actual realidad, son despachadas con eficacia. Por el contrario defienden con ce?uda energ¨ªa su ¨²ltimo repertorio. Desde luego, los Rolling Stones no graban simplemente para cumplir las cl¨¢usulas de su generoso contrato con Virgin: lo hacen para desentumecerse y autoconvencerse de que todav¨ªa son un proyecto vivo.
De su vitalidad dan cuenta miles de detalles. El gozo con que Keith Richards acuchilla su guitarra en cuanto tiene hueco para dejar su marca. Las fugaces sonrisas de esa m¨¢quina de ritmo elemental y prodigiosa que se llama Charlie Watts. La fuerza que Mick Jagger exhibe en los papeles m¨¢s teatrales. El fervor que parece contagiar a los m¨²sicos contratados, del saxofonista Boby Keys a la vocalista Liza Fisher.
Evidencias
En estos tiempos, resulta casi obligado manifestar civismo respecto a todo lo que rodea a los Stones. Una situaci¨®n afeada por el desmelene de los medios en busca de im¨¢genes o declaraciones, el consabido pasmo respecto a las condiciones que imponen a los promotores para sentirse c¨®modos en camerinos y alojamientos. En fin, todo el folclor que acompa?a a las giras de las superestrellas.Finalmente, los sarcasmos son reacciones autom¨¢ticas frente a semejante prodigio: ya en su cincuentena, estos m¨²sicos poseen una discograf¨ªa inmensa, la legitimidad hist¨®rica, el savoir-faire de los viejos diablos.
Cuando esto se manifiesta ante un p¨²blico receptivo, como el que se reuni¨® ayer, s¨®lo queda confirmar que Rolling Stones es sin¨®nimo de rock. El mejor rock posible en este final de siglo.
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