Schiller y Verdi marcan la pauta frente al Fringe
Edimburgo, como cualquier festival que se precie este verano, tambi¨¦n tiene su Don Carlo.El de la capital escocesa es en realidad Don Carlos, pues se representa la versi¨®n original en cinco actos cantada en franc¨¦s. Bueno, lo de original es un decir, pues participa tanto de p¨¢ginas del estreno en 1867 como de la edici¨®n traducida al italiano de 1886 y no se incluyen algunos fragmentos de los que el propio Verdi prescindi¨® antes del estreno en Par¨ªs. En cualquier caso, en las cuatro horas y 45 minutos de m¨²sica (con dos descansos) hay algunos momentos rara vez escenificados, como el final del cuarto acto, despu¨¦s de la muerte de Rodrigo, y la escena completa de Fontainebleau. ?Ay si Verdi hubiera tenido un Bayreuth! El Don Carlos de Edimburgo se inscribe en un ciclo dedicado a Schiller que contempla las cuatro ¨®peras de Verdi inspiradas por el dramaturgo alem¨¢n -I masnadieri, Luisa Miller y Giovanna d"Arco, adem¨¢s de Don Carlos- y las obras teatrales en que se basaron -Los bandidos, Intriga y amor, La doncella de Orleans y Don Carlos, infante de Espa?a, respectivamente-. Todo esto se salpimenta con coloquios, encuentros y hasta lunchtime talks, unas curiosas charlas a la hora de comer donde cada uno se lleva su plato de salm¨®n ahumado.
Las se?as de identidad del Festival Internacional de Edimburgo est¨¢n en propuestas de este estilo. Para protegerse del apabullante festival alternativo Fringe -m¨¢s de mil espect¨¢culos en 160 espacios y con la gente joven entregada-, el Festival Internacional da a sus actividades un aire de master universitario, defendiendo la cultura del espect¨¢culo por encima del espect¨¢culo en s¨ª mismo. Consiguen as¨ª algunos adictos a los que se ve con la mayor naturalidad en zapatillas deportivas en un estreno de ¨®pera. Adem¨¢s, ?qui¨¦n se resiste, por muy joven que sea, al tir¨®n de Abbado y la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, Boulez y el ensemble InterContemporain, Peter Stein, Luc Bondy (con la Fedra de Racine) y el core¨®grafo Hans van Manen? La localidad m¨¢s cara para Don Carlos asciende a 50 libras (la cuarta parte de lo que cuestan las ¨®peras en Salzburgo). Es un argumento que esgrimen continuamente los que ven en Edimburgo uno de los festivales del futuro. En la capital escocesa coinciden estos d¨ªas el Festival Internacional de Cine, el del libro y un sinf¨ªn de exposiciones.
La producci¨®n de Don Carlos vista en Edimburgo es la que de la mano de Luc Bondy se present¨® en el teatro Ch?telet de Par¨ªs en febrero de 1996. Se ha depurado, pero mantiene sus mismos aciertos -el intimista cuarto acto; la poderosa imagen del caballo blanco en el primero; la escena de los abanicos con movimiento de Lucinda Childs en el canto sarraceno- y la incapacidad para resolver m¨ªnimamente las escenas de grupo del acto tercero.
Bernard Haitink dirige espl¨¦ndidamente a los cuerpos estables del Covent Garden, creando el clima de misterio de impulso po¨¦tico cuando las situaciones lo requieren, y dejando que la m¨²sica defina el drama. Del primer reparto se mantienen la elegante soprano finlandesa Karita Mattila y el bar¨ªtono americano Thomas Hampson. Entre las incorporaciones recientes destaca la arrolladora princesa de ?boli de la mezzosoprano lituana Violeta Urmana. Cerruccio Furlanetto compone un Felipe II convincente en el apartado teatral, y el tenor australiano Juli¨¢n Gavin dibuja con alg¨²n altibajo el complicado personaje de don Carlos.
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