Una terna que parec¨ªa aspirante al anonimato

Morante, Mora y Abell¨¢n coincidieron en no pretender hacerse notar. A juzgar por lo visto ayer, m¨¢s que buscar la incomodidad de la gloria y las servidumbres de la popularidad, aspiran a la modesta tranquilidad del anonimato.S¨®lo Eugenio de Mora pis¨® fuerte, aunque vacilante, hasta el punto de que lo m¨¢s notable fue el comportamiento incierto y cambiante del tercer toro, que no era el m¨¢s aparatoso. Sali¨® en manso, se emple¨® con genio en una primera vara y huy¨® de la segunda para no decir nada en banderillas. Lleg¨® a la muleta comi¨¦ndose el enga?o, por lo que Abell¨¢n lo someti¨® por bajo en sus mejores muletazos. Continu¨® persiguiendo el enga?o y, de pronto, tir¨® el pit¨®n a la barbilla del torero, que tambi¨¦n tuvo la suerte de que no lo encontrase en el suelo. A partir de ah¨ª el toro se reserv¨® la embestida mientras calculaba por d¨®nde pod¨ªa hacer da?o. Tambi¨¦n ah¨ª acab¨® el torero, o quiz¨¢s hubiera sido mejor que acabara, porque le quedaron dos fe¨ªsimas estocadas atravesadas con salida al exterior. Tampoco el sexto permiti¨® que Avell¨¢n se encontrase a gusto recetando los mil y un derechazos y naturales que mandan las vigentes ordenanzas.

Algo fall¨® en el trasteo de Morante, que sevillane¨® con capa y muleta con buenas maneras, cierta dosis de preciosismo y una levedad que provoc¨® no se le pusiera demasiada atenci¨®n. El cuarto ten¨ªa genio y pies. Morante estuvo f¨¢cil y sin apreturas.

Eugenio de Mora se enfrent¨® a un toro con el que se emplearon en varas con nocturnidad y alevos¨ªa. El animal lleg¨® a la muleta andando al paso; la cosa es que el toledano se centr¨® y logr¨® llevarlo con la izquierda bastante bien. En el quinto tore¨® de verdad en dos series por la derecha.