La hora del 'capit¨¢n Timo'
Comienza el juicio a un supuesto timador que se hizo pasar por militar para estafar 1.300 millones
Jos¨¦ Manuel Quint¨ªa Barreiros nunca llegaba solo a sus compromisos. Ya fuese una reuni¨®n con generales en el hotel Ritz para tratar el futuro del Casino Militar o una cita empresarial en un bar de la calle de Espronceda, siempre le acompa?aba un malencarado grupo de guardaespaldas y una flotilla de Mercedes blancos y azules coronados con una banderita de Espa?a en el aler¨®n.Todo un despliegue de poder, bien ali?ado con falsos documentos oficiales con el sello de secreto, que en menos de dos a?os le elev¨® a ojos de empresarios y militares en poseedor de una informaci¨®n tan privilegiada como enriquecedora. O tan enga?osa. A Quint¨ªa hubo quien le salud¨® como Jos¨¦ Manuel Cervera de la Prada, capit¨¢n de fragata; otros lo hicieron como Jos¨¦ Manuel Salas Prieto, capit¨¢n de nav¨ªo; algunos m¨¢s, como Jos¨¦ Manuel Losada, coronel del Cesid y asesor del ministro de Defensa, y unos pocos, como Jos¨¦ Manuel Argiz de Espa?a, capit¨¢n de nav¨ªo, marqu¨¦s de Villarias y caballero de la Orden de Yuste. El poli¨¦drico Quint¨ªa, considerado por fuentes policiales como uno de los avezados timadores de la capital, se sentar¨¢ hoy en el banquillo de la Secci¨®n XV de la Audiencia de Madrid para enfrentarse a una acusaci¨®n fiscal de 10 a?os de c¨¢rcel por falsedad y estafa. Junto a ¨¦l desfilar¨¢n otros siete acusados -Manuel y Francisco Argiz Fonseca, Alejandro de la Mata, Luis Vega Antu?a, Joaqu¨ªn Mu?oz Casillas, Jos¨¦ Guti¨¦rrez de la Rosa y Manuel Prieto- de participar en una trama urdida por Quint¨ªa y con la que supuestamente consigui¨® estafar 1.300 millones de pesetas con el se?uelo de suculentos negocios de intermediaci¨®n con el Ministerio de Defensa. ?ste es un resumen, basado en el escrito fiscal, de dos de sus presuntos timos.
Llegan los fondos reservados. Mayo de 1991. Jos¨¦ Manuel Quint¨ªa Barreiros se visti¨® de capit¨¢n de fragata y con el nombre de Jos¨¦ Manuel Cervera de Prada lleg¨® en un Mercedes con banderita de Espa?a en el aler¨®n a la puerta de la empresa RM. Cuatro guardaespaldas, identificados como agentes de la Guardia Civil por el falso marino, le precedieron. En la tienda compr¨® 132 tel¨¦fonos, as¨ª como decenas de aparatos de radio para su flotilla de Mercedes. Todo pagado al contado y con dinero procedente de los fondos reservados del Ministerio del Interior, como no se cansaba de recordar Cervera de Prada. No fue la primera operaci¨®n que cerr¨® con aquella empresa. Hubo m¨¢s, hasta un monto de 102 millones de pesetas, y con ellas, como recuerda el fiscal, empez¨® a ganarse la confianza del gerente. Sobre todo desde el momento en que en 28 facturas figuraban como destinatarios un "teniente coronel de Intendencia jefe de la Habilitaci¨®n General del Ministerio de Defensa" o un "comandante habilitado del Cuarto Militar, palacio de la Zarzuela".
Tanto relumbr¨®n permiti¨® a Quint¨ªa convencer al gerente de que ¨¦l ten¨ªa mano para conseguirle en las bases estadounidenses los mismos productos que vend¨ªa su empresa y a un coste menor. Es m¨¢s, le hizo saber que luego esos materiales pod¨ªan ser revendidos al Ministerio de Defensa. En fin, recibi¨® 20 millones de pesetas para la compra de esas gangas. Como pincelada realista, en los ¨²ltimos d¨ªas de su relaci¨®n, Cervera de Prada comunic¨® al gerente que le hab¨ªan ascendido a capit¨¢n de nav¨ªo. Y as¨ª, con los millones, desapareci¨®.
Marino en Villalbilla. Enero de 1992. Quint¨ªa Barreiros, siempre seg¨²n el fiscal, dirigi¨® la escena vestido con el azul rabioso del uniforme de capit¨¢n de fragata y bajo el nombre de Jos¨¦ Manuel Salas Prieto. El timo fue bien sencillo. El capit¨¢n, haci¨¦ndose pasar por un enviado de Defensa, ofrec¨ªa una operaci¨®n redonda: el ministerio estaba interesado en una finca de 117.690 metros cuadrados ubicada en Villalbilla. Pero hab¨ªa un escollo: el propietario, seg¨²n contaba el impostor, se negaba por motivos ideol¨®gicos a vender el terreno a militares. Buscaba, pues, a alguien que hiciese de intermediario, comprase el suelo y luego lo revendiese a Defensa. Los beneficios eran astron¨®micos: la finca se pod¨ªa comprar a 2.600 pesetas el metro cuadrado (306 millones de pesetas) y Defensa estaba dispuesta a pagar 3.900 pesetas el metro (458 millones). La diferencia se repartir¨ªa entre el intermediario y Quint¨ªa.
El feliz inversor apareci¨® bien pronto: era el administrador ¨²nico de una empresa dedicada a las transacciones inmobiliarias. Para evitar suspicacias y rematar la estafa, el falso capit¨¢n de fragata afin¨® su mascarada. Mientras uno de sus compa?eros aparec¨ªa como propietario del terreno, ¨¦l blandi¨® un falso documento del Ministerio de Defensa, donde el "alto mando" le confer¨ªa el poder para iniciar los "tr¨¢mites de formalizaci¨®n de la compra descrita en el llamado expediente n¨²mero 114/92, comisi¨®n del proyecto Alfa, recta 2". Es decir, la finca de Villalbilla.
El 13 de febrero de 1992, el inversor firm¨® el contrato. Pag¨® en efectivo 156 millones de pesetas y acord¨® pagar en sucesivos talones 50 millones, 36 millones y 64 millones. En total, 306 millones. La supuesta estafa iba sobre ruedas cuando el capit¨¢n tuvo que improvisar. El inversor, al verse con problemas para satisfacer el segundo cheque (50 millones), propuso al militar que Defensa le adelantara el dinero. Para mantener la ficci¨®n, Quint¨ªa cit¨® el 16 de marzo de 1992 al comprador en una cafeter¨ªa de la calle de Espronceda. Lleg¨® en un Mercedes negro, acompa?ado de un nube de escoltas con cara de pedernal. All¨ª mismo le hizo entrega de un malet¨ªn con los 50 millones. Lo que no sab¨ªa el comprador era que la suma proced¨ªa de su propio dinero.
El siguiente problema, siempre seg¨²n el fiscal, lleg¨® cuando, satisfechos los pagos, no se elev¨® a escritura p¨²blica la supuesta compraventa. En un intento de desviar la atenci¨®n, el capit¨¢n propuso un nuevo negocio con Defensa a su cliente. En esta ocasi¨®n se trataba de la adquisici¨®n de un mill¨®n de s¨¢banas para las Fuerzas Armadas. Se trataba de una adjudicaci¨®n directa, a cargo de los fondos reservados. El pelotazo, bien engrasado con todo tipo de documentaci¨®n militar con el sello de reservado, consist¨ªa en este caso en que el capit¨¢n comprar¨ªa a las Fuerzas Armadas de Portugal el mill¨®n de s¨¢banas a cambio de munici¨®n y equipamiento militar. Luego las vender¨ªa a su inversor por 1.390 millones y ¨¦ste las revender¨ªa a Defensa por 1.790 millones. La v¨ªctima, nuevamente, pic¨® y desembols¨® 900 millones de pesetas. En total, la supuesta estafa se elev¨® entre ambos golpes a 1.200 millones.
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