Crisis en Ajuria Enea, acuerdo en Lizarra
Un viaje desde el consenso a la construcci¨®n de nuevas mayor¨ªas
La firma el 12 de enero de 1998 del Acuerdo para la Pacificaci¨®n y la Normalizaci¨®n pasar¨¢ a la historia de Euskadi como el momento en el que la sociedad vasca manifest¨® su m¨¢s firme e incondicionado rechazo a la violencia de ETA. Pero no fue ¨¦sta su principal aportaci¨®n. Mucho antes de su firma la sociedad vasca se estaba movilizando contra la violencia, convocada por el propio Gobierno vasco, los ayuntamientos, partidos y sindicatos y organizaciones pacifistas. La aportaci¨®n m¨¢s importante del Pacto, la que nadie ha podido suplir tras su entrada en crisis, fue el descubrimiento de que en toda sociedad hay cuestiones fundamentales que no pueden resolverse mediante ese mecanismo democr¨¢tico que es la suma de votos, sino que requieren un consenso b¨¢sico.Desde el principio, el Pacto se vio sacudido por las tensiones. Pero ninguna pod¨ªa hacer sombra al brillo alcanzado por la Mesa de Ajuria Enea. Como ocurre con los planetas, ese brillo era reflejado. En un primer momento, el foco que ilumin¨® la Mesa fue la decisi¨®n de los partidos firmantes de cimentar un espacio de consenso con los materiales de la tolerancia, el reconocimiento de la diferencia, el respeto a la realidad y la confianza mutua. Muy pronto, esta fuente de luz empez¨® a fallar. Sin embargo, durante un tiempo, la actividad terrorista de ETA actu¨® como foco alternativo y perverso, pero que hac¨ªa que la Mesa se mostrara ante la ciudadan¨ªa como la ¨²nica instituci¨®n pol¨ªtica de referencia frente a la barbarie. Pero la Mesa de Ajuria Enea empez¨® a desmoronarse en 1993 cuando sus dos elementos fundamentales, la apuesta por la reinserci¨®n frente a la negociaci¨®n y la opci¨®n por el consenso, empezaron a ser cuestionados. Primero con planteamientos del Gobierno socialista hacia ETA y HB que bien pod¨ªan interpretarse como una oferta de negociaci¨®n. Por entonces se iniciaba tambi¨¦n el proceso de paz en Irlanda y empezaban ya los viajes a Dubl¨ªn de delegaciones nacionalistas. Es el a?o de la v¨ªa Ollora.
La negociaci¨®n, ese concepto que parec¨ªa haber deca¨ªdo del vocabulario pol¨ªtico vasco, renac¨ªa con fuerza. ?Tal vez porque hab¨ªa quienes pensaban que hab¨ªa que aprovechar un momento en el que el MLNV parec¨ªa m¨¢s debilitado que nunca? Por fin, en el verano de 1994 el Partido Popular se embarca en una empecinada campa?a de cuestionamiento de la pol¨ªtica de reinserci¨®n, provocando un conflicto de interpretaciones sobre el texto del Pacto.
Segunda fase y ruptura
Todo esto fue configurando la idea de una nueva fase, que estaba expl¨ªcitamente recogida en el acuerdo para la formaci¨®n del Gobierno de coalici¨®n PNV-PSE-EA de diciembre de 1994. En septiembre de 1995, el lehendakari abre una ronda de consultas para estudiar la posibilidad de superar el aislamiento de HB, abriendo una nueva estrategia de di¨¢logo con la fuerza radical. Se hab¨ªa entrado, cuando menos subjetivamente, en una fase resolutiva. Para terminar con la violencia era preciso desarrollar determinados temas, especialmente los referidos al derecho de autodeterminaci¨®n y a la dispersi¨®n de los presos. Y para sacar adelante esos temas era preciso sumar votos, ya que no era posible sumar voluntades. El consenso se volv¨ªa disfuncional.Eran los tiempos de la propuesta sobre derechos hist¨®ricos de Jes¨²s Eguiguren, por lo que la respuesta del PSE a la posibilidad de iniciar esta nueva fase fue positiva. No as¨ª la del PP, que mantiene una oposici¨®n total a cualquier iniciativa de di¨¢logo con el MLNV. El Pacto, de hecho, se hab¨ªa roto. Considerando imposible "acordar iniciativas novedosas desde la unanimidad", cada cual qued¨® libre de tirar por su lado. No era posible hacer conjuntamente m¨¢s que rechazar la violencia.
Sin embargo, no es hasta febrero de 1997 cuando se oficializa la idea de que la Mesa debe iniciar esa segunda fase. En esa fecha, el lehendakari Ardanza present¨® a los partidos un documento en el que, tras constatar el acuerdo en el rechazo activo de la violencia, manifestaba la existencia de discrepancias a la hora de dise?ar las medidas para lograr su definitiva superaci¨®n. Con tal fin, los partidos anunciaban su voluntad de "iniciar una nueva fase de trabajo en esta Mesa" con el objetivo de superar sus discrepancias, reforzar el consenso democr¨¢tico y, sobre todo, llegar a concretar "desde el consenso recuperado y a partir de los principios del acuerdo de Ajuria Enea y de las declaraciones que lo han desarrollado hasta ahora, el proceso que deber¨ªa conducir a ese arreglo razonable y democr¨¢tico que, mediante el di¨¢logo, sea capaz de superar la actual situaci¨®n de violencia". Muy pronto se constat¨® que, m¨¢s all¨¢ de las primeras declaraciones, la Mesa de Ajuria Enea hab¨ªa quedado definitivamente desactivada.
Y as¨ª se llega a los ¨²ltimos diecis¨¦is meses en los que la propuesta de iniciativas de paz se ha multiplicado hasta el infinito, todas ellas caracterizadas por seguir la misma pauta de legitimaci¨®n: la b¨²squeda de mayor¨ªas sindicales, sociales o pol¨ªticas, aunque sea por la m¨ªnima diferencia. De Ajuria Enea se hab¨ªa llegado a Lizarra.
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