El p¨®quer del mentiroso
A finales de los ochenta apareci¨® un libro que reflejaba con bastante exactitud los a?os del dinero f¨¢cil en Wall Street, publicado por un joven de menos de treinta a?os, Michael Lewis, que se retir¨® despu¨¦s de ganar mucho dinero trabajando en Salomon Brothers. Se titul¨® El p¨®quer del mentiroso (Editorial Ariel). El p¨®quer del mentiroso alud¨ªa a un juego en el que participaban habitualmente los operadores de bancos de inversi¨®n como Salomon Brothers, Goldman Sachs, First Boston, Morgan Stanley, Merrill Linch y otras firmas de la Bolsa de Nueva York, an¨¢logo a nuestros chinos: un grupo de personas forma un c¨ªrculo y todos los jugadores sostienen un billete de d¨®lar junto a su pecho. Cada jugador trata de enga?ar a los dem¨¢s sobre el n¨²mero de serie impreso en el anverso de su billete.La primera peculiaridad del juego que describe Lewis consiste en que, en una ocasi¨®n, el entonces presidente de Salomon Brothers, John Gutfreud (calificado como "el rey de Wall Street" por Business Week), se dirigi¨® a uno de los mejores colocadores de obligaciones de la entidad y le desafi¨® a jugar una partida de p¨®quer del mentiroso de "un mill¨®n de d¨®lares, sin l¨¢grimas". La segunda peculiaridad la podemos analizar hoy con m¨¢s perspectiva: el retado se llamaba John Meriwether, miembro del consejo de Salomon Inc. y, seg¨²n el autor del libro, "el rey del juego, el campe¨®n del p¨®quer del mentiroso del corro de Salomon Brothers". M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, Meriwether ha emergido como fundador del Long Term Capital Management (LTCM), el hedge fund que puso recientemente en peligro la estabilidad del sistema financiero mundial. Por ello tiene sentido conocer la descripci¨®n que de ¨¦l hace Lewis. En el curso de su carrera, Meriwether gan¨® cientos de millones de d¨®lares para Salomon: "Pose¨ªa un talento raro en el com¨²n de las gentes y altamente apreciado por los operadores: sab¨ªa ocultar su estado de ¨¢nimo". La mayor¨ªa de los operadores revelan con su modo de hablar o de moverse si est¨¢n ganando o perdiendo dinero, se muestran muy relajados o muy crispados. Con Meriwether jam¨¢s se sab¨ªa a qu¨¦ atenerse; ganara o perdiera, su rostro siempre parec¨ªa entre tenso e inexpresivo. "Creo que pose¨ªa una fant¨¢stica capacidad para controlar las dos emociones que normalmente pierden a los operadores -el temor y la codicia-, y eso le convert¨ªa en un ser tan noble como lo puede ser quien persigue denodadamente su propio inter¨¦s".
En Salomon, muchos le consideraban el mejor colocador de obligaciones de Wall Street. Cuando se hablaba de ¨¦l en la firma, no se empleaba m¨¢s tono que el admirativo. La gente dec¨ªa: "Es el hombre de negocios m¨¢s brillante que tenemos", "jam¨¢s he visto a nadie que corra riesgos con tanta seguridad como ¨¦l", o "es el jugador de p¨®quer del mentiroso realmente peligroso". Ten¨ªa hechizados a los j¨®venes operadores que trabajaban con ¨¦l (el autor del libro fue uno de ellos).
Meriwether cre¨ªa que este juego ten¨ªa mucho en com¨²n con la colocaci¨®n de bonos. Cuando recibi¨® el reto de su jefe pens¨® que no ten¨ªa nada que ganar; si le venc¨ªa disgustar¨ªa al presidente de Salomon, y con ello no obtendr¨ªa ning¨²n provecho, pero si perd¨ªa habr¨ªa de desembolsar ?un mill¨®n de d¨®lares! por una simple apuesta. Era el ¨²nico operador que contaba con el dinero y los nervios necesarios para la partida. Entonces super¨® la apuesta y jug¨® al p¨®quer del mentiroso antes de que la partida diera comienzo: "No, John", dijo, "si vamos a jugarnos esas cantidades, entonces prefiero apostar fuerte de veras. Diez millones de d¨®lares, sin l¨¢grimas". Se estaba echando un farol. Gutfreud consider¨® la propuesta ("aunque s¨®lo fuera para divertirse, la idea era sencillamente un lujo que deb¨ªa regocijarle. Qu¨¦ estupendo era ser rico"), pero diez millones de d¨®lares era mucho dinero y rehus¨®. Esboz¨® una sonrisa forzada y dijo: "Est¨¢s loco".
"No", pens¨® Meriwether, "al contrario, estoy muy, muy cuerdo".
La moraleja la pone cada uno.
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