La coartada y los l¨ªmites de la paciencia humana
De nuevo en Can Brians. Javier de la Rosa deber¨ªa reflexionar sobre los l¨ªmites de las coartadas y de la paciencia humana. Especialmente la de los jueces. En febrero de 1997, la juez Teresa Palacios, la misma que ayer decidi¨® enviarle a prisi¨®n, rechaz¨® una petici¨®n similar del fiscal. En aquel momento decidi¨® imponerle una fianza de 1.000 millones de pesetas, justamente la mitad de la que ped¨ªa la acusaci¨®n p¨²blica. Y ni siquiera eso. Como De la Rosa le dijo que no ten¨ªa dinero, a¨²n se la rebaj¨® m¨¢s, hasta dejarla en 400 millones, y le ampli¨® el plazo para que pudiera reunir esa cantidad. Una buena demostraci¨®n de que la magistrada no es amiga de encarcelamientos preventivos ni de resoluciones apresuradas, aunque enfrente estuviera un ex vicepresidente del Banco Garriga Nogu¨¦s, hundido en los ochenta con p¨¦rdidas de 100.000 millones, o del Grupo Torras, que naufrag¨® en un mar de deudas de medio bill¨®n.
?Qu¨¦ ha cambiado para que haya tanta diferencia entre aquella primera resoluci¨®n de Teresa Palacios y la decisi¨®n de ayer? Su auto ordenando el env¨ªo a la prisi¨®n de un De la Rosa en sus horas m¨¢s bajas -lejos de sus momentos estelares, cuando compart¨ªa planes con Mario Conde y entraba en bancos y empresas manifestando su desprecio por el dinero ajeno- se resume en la idea de que hay que ver con "una perspectiva distinta" a quien se arremolin¨® hacia un refugio seguro m¨¢s de 20.000 millones.
Cuando la magistrada encar¨® el caso Torras, despu¨¦s de que Miguel Moreiras lo hubiera tenido m¨¢s de tres a?os bloqueado, De la Rosa no dud¨® en presentarse como una v¨ªctima de la situaci¨®n. ?l no sab¨ªa nada de las cuentas suizas, excepto que eran de la propia empresa propietaria de Torras, el grupo kuwait¨ª KIO, por lo que no entend¨ªa la raz¨®n de que le demandaran a ¨¦l. Siempre hab¨ªa actuado como un diligente empleado de KIO, y esto adem¨¢s se probaba con el hecho de que no ten¨ªa dinero ni para hacer frente a la modesta fianza que le hab¨ªan impuesto.
Paciente, la juez acord¨® enviar comisiones rogatorias a Suiza y a otros lugares, a fin de despejar la densa nube de oscuridad que rodeaba los movimientos del dinero y las cuentas numeradas en las que aqu¨¦l hab¨ªa recalado. De la Rosa proclam¨® ante la juez su entusiasmo por conocer los resultados de esas misiones judiciales, incluso os¨® pedir que se ampliaran sus diligencias, aparentemente para conseguir que la verdad saliera a la luz.
?Pod¨ªan ser cre¨ªbles sus alegatos? Lo cierto es que, desde febrero de 1997, De la Rosa segu¨ªa en libertad con una fianza ¨ªnfima en relaci¨®n con el importe de las defraudaciones que se le imputaban.
Poco despu¨¦s, desde Suiza iban llegando informaciones que concordaban poco con el esp¨ªritu de colaboraci¨®n que aparentaba De la Rosa. Sus abogados en el pa¨ªs helv¨¦tico se opon¨ªan al env¨ªo de los datos de las cuentas investigadas a las autoridades judiciales espa?olas. Algo que sin duda ayudaba a alejar en el tiempo el descubrimiento de la verdad de la fecha en la que se cometieron los supuestos delitos.
Pero, finalmente, sucedi¨® lo inevitable. Los papeles suizos llegaron, y con ellos, todo qued¨® al descubierto. El titular de las cuentas, seg¨²n las comisiones rogatorias, era De la Rosa, junto con su mujer, algo poco elegante e inusual si, como ¨¦l dec¨ªa, la cuenta era un instrumento empresarial al servicio de Torras-KIO. En varios casos, esos dep¨®sitos cifrados se abrieron a trav¨¦s del llamado formulario B, que obliga al testaferro que asume la apertura a hacer constar por escrito qui¨¦n es el beneficiario real de los fondos, que no era otro que De la Rosa.
?l y s¨®lo ¨¦l, seg¨²n esos indicios, dispon¨ªa de autoridad sobre esas cuentas, y en las empresas espa?olas de Torras que pagaron la fiesta, para ordenar los movimientos del dinero, la mayor parte del cual est¨¢ ahora en paradero desconocido.
Y no s¨®lo eso. En su declaraci¨®n ante la Corte de Londres, De la Rosa dijo cosas como, por ejemplo, que un determinado env¨ªo de 27,4 millones de d¨®lares (3.800 millones de pesetas) a un banco de Nueva York ten¨ªa como destinatario una sociedad paname?a llamada Horowitz, que, seg¨²n ¨¦l, estaba controlada por el empresario Enrique Sarasola. La rogatoria suiza, en cambio, se?ala ahora que por lo menos unos cinco millones de d¨®lares de esa partida hab¨ªan ido a parar a su ya famosa cuenta Carnation. Las cosas han cambiado
Para el fiscal del caso, Salvador Viada, ¨¦sta era una prueba definitiva, por si hac¨ªa falta alguna, de que De la Rosa no dec¨ªa la verdad ante la juez. Y pidi¨® la trascendental vistilla del pasado martes. All¨ª, Viada resolvi¨® p¨²blicamente el aparente rompecabezas del caso. ?C¨®mo era posible que Torras-KIO reclamara el dinero que hab¨ªa ido a Suiza y que De la Rosa dijera siempre que ¨¦stas eran de los demandantes? Alguien nodec¨ªa la verdad y los papeles reci¨¦n llegados de Suiza lo desvelaban. Era algo que todos intu¨ªan, pero que ahora recib¨ªa una certificaci¨®n.
De la Rosa a¨²n quiso echar mano de la chistera y dar una explicaci¨®n. ?l no era m¨¢s que un testaferro, un simple transmisor de ¨®rdenes al servicio de los propietarios de Torras. ?l no se hab¨ªa quedado el dinero. Sus superiores en KIO -en realidad, s¨®lo dos, el ex presidente jeque Fahad al Sabah y el director general, Fouad Jaffar- eran los receptores finales... El fiscal le pidi¨® pruebas de ello, pues su control absoluto e individual sobre las cuentas le permit¨ªan aportar documentos. En lugar de papeles, sus abogados pidieron una nueva ampliaci¨®n de las comisiones rogatorias.
Pero la paciencia de los jueces tiene un l¨ªmite, y en el caso Torras, ¨¦ste se rebas¨® en la tarde del pasado martes. De la Rosa vuelve Can Brians, lugar que que ya conoci¨® durante su anterior estancia de cuatro meses por el caso Tibidabo.
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