La "ruta de la papelina" estrena parada
El poblado chabolista de Las Barranquillas, en Vallecas-Villa, se convierte en otro "supermercado" de la droga
Hasta hace dos meses, Las Barranquillas era un peque?o n¨²cleo chabolista situado al pie del vertedero municipal de Vallecas, donde una treintena de familias malviv¨ªa de la recogida de chatarra y de las chapuzas. Pero desde finales del verano, esta barriada, situada detr¨¢s de Mercamadrid, al final de un camino transitado cada d¨ªa por miles de camiones, se ha convertido en una nueva parada de la ruta de la papelina, que recorre la carretera de Villaverde a Vallecas, desde La Celsa hasta La Rosilla. Los chamizos se han triplicado y en ellos se han asentado algunas familias desalojadas de otro h¨ªper de la droga ya desmantelado, el de Torregrosa, en Usera.
La llegada de camellos ha llenado de angustia y temor a los viejos habitantes de la barriada, una treintena de familias payas y gitanas. Ellos saben bien lo que es la pobreza y algunos conocen de primera mano los problemas de las toxicoman¨ªas. Pero su barrio, a pesar de la cercan¨ªa de n¨²cleos conflictivos como La Celsa y La Rosilla, nunca hab¨ªa sido un lugar de constante trapicheo como es ahora. El d¨ªa a d¨ªa era dif¨ªcil, como en todos los lugares donde escasea el dinero, pero viv¨ªan sin excesivos sobresaltos: unos con chapuzas y trabajos temporales, y otros rebuscando en el vertedero donde un clan del Pozo del Huevo organiza la recogida de residuos.
Ahora, cada tarde, sobre todo a partir del anochecer, numerosos drogodependientes acuden en coche (propio o en veh¨ªculos compartidos conocidos como cundas) a la parte baja de esta barriada, la situada junto al camino de la Gavia, para comprar papelinas.
Acercarse a pie es mucho m¨¢s peligroso porque por el camino que une la carretera de Vallecas Villa con Las Barranquillas pasan cada d¨ªa miles de camiones que acuden a tirar escombros en el vertedero municipal. No obstante, tambi¨¦n hay toxic¨®manos, los m¨¢s deteriorados, que se aventuran a acercarse andando al poblado.
Al anochecer
"Es como una romer¨ªa; de noche, desde el cerro del vertedero ves una fila de coches que llegan al barrio y poco despu¨¦s observas decenas de lucecitas de los mecheros con los que cada toxic¨®mano prepara la droga", explica uno de los vecinos de toda la vida que no quiere identificarse por temor a represalias de los camellos."No tenemos nada contra los toxic¨®manos, aqu¨ª en este barrio viven varias personas con ese problema, pero sabemos que suelen necesitar dinero y que en los lugares donde se vende droga siempre hay reyertas y problemas, de hecho ya nos empiezan a desaparecer cosas de nuestras casas", a?ade. "Adem¨¢s, no es s¨®lo que vendan droga, es que algunos de los nuevos van en plan prepotente y agresivo", matiza.
En el lugar viv¨ªan ya una veintena de ni?os a los que cada d¨ªa acude a buscar un autob¨²s de transporte escolar que les lleva a un colegio de Vallecas Villa. Pero las nuevas familias tienen hijos peque?os que no est¨¢n matriculados en ning¨²n centro y se pasan el d¨ªa correteando por el poblado.
En el Consorcio para el Realojamiento de la Poblaci¨®n Marginada, organismo de la Comunidad encargado del chabolismo que ahora se conoce como IRIS, saben del crecimiento de Las Barranquillas, pero todav¨ªa no han recibido directrices de las instituciones para intervenir en ¨¦l con sus trabajadores sociales. Los responsables policiales y municipales reconocen el problema.
Por ahora, la ¨²nica entidad que acude al asentamiento es el Movimiento Cuarto Mundo, una ONG internacional que trabaja en los barrios m¨¢s pobres intentando que sus habitantes reciban mayor formaci¨®n. Dos d¨ªas a la semana lleva a la barriada una biblioteca ambulante para los ni?os. Esta entidad tambi¨¦n acude a la barriada de El Salobral, en Villaverde, otro de los poblados chabolistas que est¨¢ creciendo a pasos agigantados.
Ante el nuevo rumbo que ha tomado Las Barranquillas, varios de los antiguos vecinos han puesto tierra de por medio y han plantado su chabola en lugares m¨¢s alejados. Otros se lo est¨¢n pensando porque ven que el nuevo cariz que est¨¢ tomando el barrio s¨®lo les perjudica.
Algunos se han apuntado a las listas del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) para ver si les conceden un piso social de alquiler y pueden librarse de la quema. Pero hay quienes creen que no son ellos quienes deben abandonar este rinc¨®n polvoriento en el que llevan a?os.
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