Chuchear a las palomas
El pueblo navarro de Etxalar, situado en pleno valle del Bazt¨¢n, donde se alzan varios hitos que limitan los territorios franc¨¦s y espa?ol, posee un paisaje rural de una incomparable belleza que sirve como lugar de paso a las bandadas de palomas silvestres en su ¨¦poca migratoria. En el peque?o alto de Illarramendi (470 metros), recortado en su cima por una suerte de peque?as ondulaciones que facilitan el trasiego natural de las aves, se practica un arte de caza ancestral, de cuyos or¨ªgenes no existen apenas referencias hist¨®ricas. Las palomeras de Etxalar, que as¨ª se conoce esta t¨¦cnica cineg¨¦tica, es un ritual tan antiguo como original, a la vez que eficaz. Los mozos del pueblo, formando grupos de 12 personas, dedican dos meses del a?o a la caza de la paloma torcaz y zurita mediante un procedimiento cuya pr¨¢ctica es exclusiva del lugar. "Es un aut¨¦ntico espect¨¢culo y al presenciarlo te remontas a siglos atr¨¢s", asegura Jos¨¦ ?ngel Goienetxe, el alguacil de Etxalar encargado de velar por el normal desarrollo de la caza en el coto. Todas las ma?anas, cuando el d¨ªa est¨¢ a punto de amanecer, los palomeros ascienden al monte Illarramendi, divisan el horizonte y pronostican la suerte de la caza, y casi nunca fallan. Si la climatolog¨ªa y la direcci¨®n del viento son propicios, la cuadrilla rompe filas y se distribuye cada cual en su puesto. La t¨¦cnica de las palomeras exige que los palomeros se escondan en caba?as de ramaje y en unas plataformas de unos 20 metros de altura que se encuentran ocultas entre los ¨¢rboles y que reciben el nombre de "trepas". Cada plataforma tiene una misi¨®n espec¨ªfica y a quienes las ocupan se les pide "un alt¨ªsimo grado de precisi¨®n y coordinaci¨®n con el resto del grupo", explica Jos¨¦ ?ngel Goienetxe. Unos hacen flamear unos trapos de tela fuerte que provocan un fuerte ruido al ser aireados y otros est¨¢n provistos de unos discos de madera muy similares a las raquetas de ping-pong. Los dem¨¢s est¨¢n pertrechados junto a seis grandes redes de forma rectangular sujetas al suelo por uno de los lados y alzadas por el opuesto con una combinaci¨®n de cuerdas y poleas. Estas redes constituyen la trampa y el destino final donde quedar¨¢ atrapado el bando de palomas. Y al frente de todos los componentes de la brigada de palomeros se halla el director de la batida, el responsable de ordenar c¨®mo se act¨²a en cada momento de la caza. Cuando el vig¨ªa divisa un bando de palomas que se adentra por el desfiladero lo anuncia con un toque de corneta, que proh¨ªbe a los escopeteros lanzar cualquier disparo y obliga al resto a guarecerse para no ser visto por la bandada. Los palomeros comienzan la faena en ese momento profiriendo gritos y flameando las telas para que las palomas tomen la direcci¨®n adecuada y se dirijan hacia las redes. A una voz de aviso del director, se empiezan a lanzar desde las trepas las paletas de madera, que se disparan con gran violencia volte¨¢ndolas hacia arriba para que vuelven a caer a gran velocidad, lo que hace creer a las palomas que aquellos son gavilanes que les atacan. El instinto lleva a la bandada a lanzarse en masa al suelo, volando a muy poca altura y pasando a gran velocidad hasta chocar con las redes. En ese momento se activan las poleas y caen las redes apresando a las aves, de las que muchas esquivan la red o han tenido tiempo de rebasarla. De inmediato las palomas libres remontan el vuelo, ya en la jurisdicci¨®n de los escopeteros, quienes se colocan m¨¢s all¨¢ de la red y alineados lo suficientemente alejados para no herirse entre s¨ª con los tiros. ?stos disparan r¨¢pida y continuadamente sobre ellas, haciendo numerosos blancos, pero en menor proporci¨®n con el n¨²mero que ha entrado en la red. La operaci¨®n no finaliza ah¨ª. Los palomeros se introducen bajo la red y comienzan a desnucar a las palomas gir¨¢ndoles el cuello o modi¨¦rdolo sin compasi¨®n. Dejan vivas algunas que guardan en un delantal con doble forro para su posterior venta. Entones termina la faena. A partir de ah¨ª empieza el recuento, siempre por docenas, al abrigo de la le?a que calienta el "hogar de los palomeros", donde dan cuenta de un sabroso asado para festejar la caza.
La ¨²nica mujer palomera
Mar¨ªa ?ngeles Irisarri es la primera mujer palomera. La tradici¨®n de Etxalar se hereda de padres a hijos varones, pero esta joven ha roto esta costumbre que los habitantes de este pueblo "llevan en la sangre". El nombre de Ferm¨ªn Sanzberro aparece tallado en una piedra del "hogar de los palomeros", en homenaje a los 69 a?os (entre 1895 y 1963) que se dedic¨® a cazar palomas. La familia de Felipe Iparragirre, que estuvo 59 a?os, tuvo continuidad con su hijo Francisco (63 a?os como palomero) y hoy se mantiene con el hijo de ¨¦ste y su nieto. Entre los actuales palomeros Gerardo Danboriena lleva 33 a?os y reconoce que a¨²n sigue aprendiendo. Para la historia quedar¨¢n tambi¨¦n las 1.200 docenas de palomas que se capturaron en la temporada de 1942 o las 192 docenas apresadas un d¨ªa de 1950. Cuando lo normal es que en cada golpe de red caigan entre dos y cuatro docenas de palomas, en Etxalar recuerdan la vez en que 112 palomas sucumbieron al enga?o.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.