Bach al desnudo
Es m¨¢s que probable que, al d¨ªa de hoy, en Madrid no se hayan interpretado nunca en su integridad las Cantatas de Bach, uno de los pilares art¨ªsticos m¨¢s valiosos de la cultura occidental. Al reclamo de cuatro de ellas (23, 73, 95 y 109), alrededor de 2.000 personas se dieron cita en una atestada Catedral de la Almudena: ambos datos pueden aportar, quiz¨¢s, una pista valiosa para los programadores de conciertos, tan amigos de las efem¨¦rides, ya que en el a?o 2000 se conmemorar¨¢ el 250? aniversario de la muerte del compositor alem¨¢n.Se interpretaban, adem¨¢s, cuatro Cantatas apenas frecuentadas y con unos elementos constructivos poco proclives a la espectacularidad. Todas ellas fueron escritas en los dos primeros a?os de estancia de Bach en Leipzig, coincidentes con el esplendor inusitado de su producci¨®n sacra. Debemos apartar de una vez por todas la idea de Bach como un compositor al servicio permanente de su fe luterana. Hoy sabemos que quiso abandonar su puesto de Leipzig y la certera cronolog¨ªa de las Cantatas nos ha ense?ado que la eclosi¨®n de esos primeros a?os dio paso a un silencio casi obstinado. Bach tuvo otros intereses (la especulaci¨®n, la m¨²sica instrumental), por m¨¢s que el siglo XIX se empe?ara en legarnos una imagen deificada y ba?ada en religiosidad. Viene esto a cuento porque, antes del concierto, alguien incidi¨® machaconamente por megafon¨ªa en aquella idea trasnochada con ayuda, adem¨¢s, de la espuria y nada fiable Cr¨®nica de Anna Magdalena Bach.
Gustav Leonhardt
Orquesta Barroca de Friburgo. Coro Balthasar Neumann. Director: Gustav Leonhardt. Obras de Bach. Catedral de la Almudena. Madrid, 10 de noviembre
Sin artificios
Gustav Leonhardt encarn¨® al compositor alem¨¢n en la pel¨ªcula hom¨®nima de Jean-Marie Straub, cuya obra repasa estos d¨ªas la Filmoteca Espa?ola. La misma sobriedad con la que entonces actuaba y tocaba es la que transmti¨® ayer a los m¨²sicos que ten¨ªa a su mando. El Bach del Leonhardt director es adusto, desnudo, sin la m¨¢s m¨ªnima concesi¨®n al artificio o a los excesos de emoci¨®n (cuando el holand¨¦s se sienta al clave o al ¨®rgano, las cosas cambian sutil pero apreciablemente). La ac¨²stica de la Almudena es la menos adecuada para esta m¨²sica y oblig¨® a los int¨¦rpretes a hacer malabarismos para poder escucharse entre s¨ª y para que una gran parte del p¨²blico los escuchara a ellos, una empresa doblemente imposible.Esa lucha constante contra los elementos provoc¨® un inicio de concierto desangelado, lleno de vacilaciones. Con el d¨²o inicial de la Cantata n¨²m. 23 empez¨® a remontarse el vuelo, que alcanz¨® su punto m¨¢s alto en el soberbio coro de la Cantata n¨²m. 109, que dio la medida de las posibilidades del Coro Balthasar Neumann. Entre los solistas, Monika Frimmer y Kai Wessel mostraron mejores maneras y mayor expresividad que Nico van der Meel y Peter Kooij, con muy escasa presencia sonora. Nuevamente la ac¨²stica se ali¨® en su contra, pero sabemos por anteriores visitas que la Orquesta Barroca de Friburgo es uno de los mejores grupos de su clase y Gustav Leonhardt, m¨¢s que dirigirla, la lleva en volandas: tal es la comuni¨®n de ideales entre una y otro.
Aunque, por expreso deseo de Leonhardt, no se aplaudi¨® en ning¨²n momento del concierto, los rostros del p¨²blico reflejaban la emoci¨®n del contacto cercano con esta m¨²sica ¨²nica. La entrada era libre: quien se perdiera semejante regalo, hoy tiene la oportunidad de disfrutar de id¨¦ntico obsequio en la Concatedral de Guadalajara.
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