Kofi Anann en Smara
KOLDO UNCETA Kofi Anann, el secretario general de las Naciones Unidas, ha estado en Smara, negociando con las autoridades saharahuis las condiciones del eternamente aplazado ref¨¦rendum que ha de decidir el futuro pol¨ªtico de ese pa¨ªs. Smara es una ciudad del territorio saharahui hoy ocupado por Marruecos y, a la vez, cabecera de la provincia que lleva el mismo nombre. Pero Kofi Anann s¨®lo ha estado imaginariamente en dicha ciudad. Lo que realmente ha visitado el secretario general de la ONU es uno de los campamentos en los que, desde hace 23 a?os, vive refugiada una buena parte de la poblaci¨®n saharahui, con la esperanza de que alguien, en alg¨²n lugar del mundo, tenga suficiente poder o influencia pol¨ªtica para obligar Hassan II de Marruecos a retirarse de los territorios ocupados por la fuerza o, al menos, a convocar un referendum de autodeterminaci¨®n. Sin embargo Kofi Anann s¨ª ha estado en Smara. Los saharahuis no han elegido n¨²meros u otros c¨®digos para denominar a los campamentos en los que nacen, viven, y mueren desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. Cada uno de estos campamentos intenta reproducir una parte de su pa¨ªs originario, y la organizaci¨®n conjunta de todos ellos trata de reflejar la divisi¨®n pol¨ªtico administrativa real del pa¨ªs. As¨ª, cada asentamiento de refugiados saharahuis se convierte en una r¨¦plica de las wilaya (provincias), dividido a su vez en campamentos que toman el nombre de los distintos municipios que conforman aqu¨¦llas. Para los saharahuis es fundamental no perder las referencias b¨¢sicas de las tierras de las que se vieron obligados a salir. La mayor¨ªa de los refugiados llegaron a los campamentos dejando a parte de sus familias en los territorios ocupados por Marruecos. Los padres, hermanos, sobrinos que all¨ª quedaron componen, junto a los recuerdos del pasado, la memoria de unas tierras, unos paisajes, unas gentes, y una toponimia. Los nombres tienen rostro, en forma de personas o lugares cuya imagen est¨¢ grabada en el recuerdo. En estos a?os, empero, muchos saharahuis han nacido y vivido en un pa¨ªs del que carecen de referencias visuales, un pa¨ªs conocido unicamente a traves de los relatos de sus mayores. Para ellos la Smara, Aai¨²n, Awserd, o Dajla, no representan los lugares de donde salieron sus padres, sino los nombres de los campamentos en los que han crecido y se han hecho adolescentes. Unos nombres que, sin embargo, simbolizan el cord¨®n umbilical que les une a la tierra que aspiran conocer alg¨²n d¨ªa, a los paisajes de sus antepasados, a las costas de un oc¨¦ano atl¨¢ntico tan rememorado como desconocido. En la mayor parte de los casos, el exilio suele ser cosa de una generaci¨®n. Los seres humanos que, por unas u otras razones, se ven abocados a salir de su pa¨ªs, viven hasta su muerte con el anhelo de recuperar en sus retinas las im¨¢genes de siempre, celosamente guardadas en lo m¨¢s profundo del cerebro. Sin embargo, sus hijos tratan normalmente de acomodarse a lo que siempre han conocido, y el cari?o hacia la tierra de sus mayores se confunde muchas veces con la ternura hacia ellos mismos. Las segundas generaciones suelen acabar interiorizando el exilio de sus padres como una tr¨¢gica ruptura familiar de la que es preciso sobreponerse, iniciando una nueva vida en el pa¨ªs de acogida. No es ¨¦ste el caso de los saharahuis. Que la parte del desierto sobre la que se asientan los campamentos pertenezca formalmente a Argelia resulta casi anecd¨®tico. All¨ª han reproducido la estructura de su pa¨ªs original. Es como si nunca hubieran salido del Sahara Occidental. Para ellos no hay m¨¢s alternativa que el regreso al lugar donde les esperan sus familiares. Por ello, resulta importante conservar vivas todas las referencias del pasado, y lograr que los ni?os se familiaricen con los lugares en donde deb¨ªan haber nacido, y en los que habr¨¢n de vivir en el futuro. Definitivamente, Kofi Anann s¨ª ha estado en Smara.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.