Un gallego pragm¨¢tico al frente de Educaci¨®n
![Luis R. Aizpeolea](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Ff032c279-3573-47a5-a57d-a7b6f47e9b37.png?auth=52e2cc61bf66c3e2879814e3c93a226021616ea94cf5743439c78732fc137c24&width=100&height=100&smart=true)
El nuevo ministro de Educaci¨®n y Cultura, Mariano Rajoy Brey, gallego de 43 a?os, es un pol¨ªtico procedente de la antigua Alianza Popular al que, por su talante pragm¨¢tico y abierto, no le ha costado nada hacer su "viaje al centro". Lo hab¨ªa hecho por su cuenta. Rajoy fue, por ejemplo, uno de los ministros que, en plena guerra digital, en 1997, no particip¨® en la cruzada en la que se embarcaron otros colegas de su Gobierno. Suele manifestar que cuando se tiene poder hay que tratar de buscarse amigos y no enemigos.Fue tambi¨¦n una pieza fundamental para que el entonces l¨ªder de la oposici¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, firmara con el presidente del Gobierno socialista, Felipe Gonz¨¢lez, los pactos auton¨®micos de enero de 1992. Fue el ¨²nico acuerdo que firmaron Gonz¨¢lez y Aznar. Con ello se gan¨® el respeto de los negociadores socialistas.
Precisamente por su car¨¢cter tolerante, Aznar le encarg¨® una de las tareas m¨¢s complicadas de su Ejecutivo: la gesti¨®n de los pactos con los nacionalistas desde su cartera de ministro de Administraciones P¨²blicas que estren¨® en el primer Gobierno del PP. Tuvo que negociar con los nacionalistas todos los traspasos que Aznar hab¨ªa firmado con Jordi Pujol y Xabier Arzalluz en mayo de 1996 para hacer posible su investidura. Y cuando el Ejecutivo cumpli¨® sus compromisos, a finales de 1997, Rajoy se plant¨® y repiti¨® una y otra vez que hasta la pr¨®xima legislatura no habr¨ªa nada de nada.
Cuando las cr¨ªticas de los nacionalistas le sobrepasaban, Rajoy sacaba a relucir un sentido del humor muy gallego y se supo ganar el respeto de Pujol. Con los nacionalistas vascos tuvo menos trato. ?ste ha sido un coto de Francisco Alvarez Cascos, aunque Rajoy se ha llevado muy bien, personalmente. con el hoy lehendakari Juan Jos¨¦ Ibarretxe, con el que tambi¨¦n fue un negociador muy duro.
Las idas y venidas de Ibarretxe a su despacho de Castellana, 3 se zanjaron sin que el entonces vicelenhendakari consiguiera la cesi¨®n de la cuota de formaci¨®n del Inem para el Gobierno vasco. Para Rajoy, la pol¨ªtica auton¨®mica no era desconocida. Su abuelo fue uno de los redactores del Estatuto de Autonom¨ªa de Galicia, durante la Segunda Rep¨²blica. El propio Rajoy es de los pol¨ªticos que empez¨® su carrera desde las autonom¨ªas. Con s¨®lo 26 a?os fue elegido parlamentario auton¨®mico en Galicia. Poco despu¨¦s director de Relaciones Institucionales de la Xunta y lleg¨® a la Vicepresidencia con tan s¨®lo 31 a?os.
De su experiencia auton¨®mica de estos tres a?os le queda la amarga experiencia de sus malas relaciones con la Junta de Andaluc¨ªa. Probablemente, la peor jornada de su gesti¨®n en Castellana, 3 se la dieron los consejeros socialistas andaluces Gaspar Zarr¨ªas y Magdalena Alvarez, en enero de 1997.
Fue en plenas tensiones de la negociaci¨®n de la financiaci¨®n auton¨®mica. Aquel d¨ªa Rajoy perdi¨® los papeles. Fue la ¨²nica vez que se le vi¨® irritado en una rueda de prensa. Los consejeros socialistas hab¨ªan exigido la grabaci¨®n de la reuni¨®n y la hab¨ªan reclamado. Aquello no ten¨ªa precedente para Rajoy. Dentro y fuera de la reuni¨®n hubo palabras mayores. A Rajoy le irritaba el af¨¢n reivindicativo de todas las comunidades aut¨®nomas a la vez. Le parec¨ªa un embrollo irresoluble ante el que reaccionaba con mucho sentido del humor. Y sab¨ªa llevarse siempre el gato al agua.
Tambi¨¦n le toc¨® apechugar con otro imposible que llev¨® con dignidad: el programa de la Administraci¨®n del PP. Otros dirigentes populares elaboraron en la oposici¨®n un programa en el que promet¨ªan una reducci¨®n dr¨¢stica de altos cargos, de organismos y de la propia Administraci¨®n que Rajoy pronto comprob¨® que no era posible llevarlo adelante. Tuvo el valor de reconocerlo y de ajustar la gesti¨®n de su Gobierno a la realidad. Aunque ¨¦l nunca se refiere al asunto, tuvo que defender, desde su comienzo, la autonom¨ªa de su ministerio ante Alvarez Cascos, imbuido en 1996 de una enorme autoridad.
Pero ya estaba acostumbrado a gestionar tareas complicadas. A los 34 a?os, Aznar se lo trajo a Madrid desde Galicia para que le ayudara en la refundaci¨®n del PP. Le correspondi¨® renovar el partido. A ¨¦l le tocaba tratar de convencer a los viejos dirigentes regionales de AP que su hora hab¨ªa pasado. Sol¨ªa contar, pasado ya el tiempo, que trataba de hacerlo de manera amable. Siempre les invitaba a comer antes de notificar los relevos.
Quiz¨¢s, por toda esta experiencia, Rajoy no quer¨ªa ponerse al frente de la secretaria general del PP. No lo ocultaba en sus conversaciones, aunque siempre ha admitido, a la vez, que si Aznar se lo hubiera propuesto no le hubiera quedado m¨¢s remedio que aceptarlo. Como hombre de Derecho -su padre fue juez y ¨¦l es registrador de la propiedad-, le hubiera gustado ser ministro de Justicia o de la Presidencia. Pero a Rajoy a¨²n le queda mucha carrera por delante en el PP.
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