As¨ª no se puede seguir
La estructura del Estado es y no puede dejar de ser un problema de naturaleza constituyente. Y ante un problema de esta naturaleza los partidos estatales no pueden tener una pol¨ªtica propia. O esto se entiende o se camina hacia el desastre.La Constituci¨®n espa?ola no defini¨® la estructura del Estado, porque la sociedad espa?ola no sab¨ªa exactamente lo que quer¨ªa en este terreno. Se alcanz¨® un compromiso y se establecieron unas posibilidades y unos l¨ªmites dentro de los cuales se ejercer¨ªa el derecho a la autonom¨ªa de las nacionalidades y regiones, remiti¨¦ndose la definitiva definici¨®n de la estructura del Estado al proceso pol¨ªtico futuro de interpretaci¨®n de la Constituci¨®n.
Inicialmente el Gobierno de Adolfo Su¨¢rez intent¨® interpretar la Constituci¨®n prescindiendo del PSOE y a trav¨¦s de acuerdos con los nacionalismos vasco y catal¨¢n. El resultado de dicha estrategia fue pura y simplemente la descomposici¨®n de UCD tras el fiasco del refer¨¦ndum del 28 de febrero de 1980 en Andaluc¨ªa. En ese momento la definici¨®n de la estructura del Estado estaba en fase constituyente y ning¨²n partido estatal puede aproximarse a ese problema en solitario o en compa?¨ªa ¨²nicamente de partidos nacionalistas.
Fueron precisos los Pactos Auton¨®micos suscritos entre el Gobierno de Calvo Sotelo y el PSOE en 1981 para que se acabara definiendo la estructura del Estado. Si entre 1981 y 1993 ha habido una pol¨ªtica de estructura del Estado coherente, que ha permitido la transformaci¨®n de uno de los Estados europeos m¨¢s centralistas en uno de los m¨¢s descentralizados, es porque se ejecut¨® por un partido estatal una pol¨ªtica que no hab¨ªa sido definida exclusivamente por ¨¦l. No fueron las mayor¨ªas absolutas del PSOE lo determinante. Lo determinante fue que el PSOE no estaba ejecutando una pol¨ªtica propia, sino compartida en su definici¨®n.
En 1992 se actualizaron los Pactos de 1981 entre el Gobierno del PSOE y el PP en la oposici¨®n. Se manten¨ªa la estrategia de no aproximaci¨®n en solitario de ninguno de los dos partidos estatales de Gobierno al problema de la estructura del Estado y se sentaban las bases para un perfeccionamiento del proceso de construcci¨®n del Estado de las autonom¨ªas.
Esta trayectoria es la que se interrumpe en 1993. Y desde entonces el Estado carece de pol¨ªtica en lo que a su estructura se refiere. La ¨²nica pol¨ªtica que existe desde entonces es la que formulan los partidos nacionalistas. Los partidos estatales oscilan entre el enrocamiento en lo que a la estructura general se refiere y la adopci¨®n de medidas arbitristas para conseguir el apoyo de los partidos nacionalistas para gobernar.
En esas estamos desde hace seis a?os. Y, como es l¨®gico, cada vez peor. Los ciudadanos sabemos lo que quiere el nacionalismo vasco y el nacionalismo catal¨¢n. Pero no sabemos lo que quieren los partidos de gobierno del Estado espa?ol. Y en democracia lo decisivo acaba siendo la palabra. Si no se es capaz de decir qu¨¦ es lo que se quiere, se acaba perdiendo. La ponencia sobre el Estado de las autonom¨ªas del XIII Congreso del PP es un buen ejemplo. En un momento en que se avanzan desde los nacionalismos vasco, catal¨¢n y gallego las propuestas que todos conocemos, el partido que gobierna Espa?a resulta que no tiene absolutamente nada que decir.
Y no tiene nada que decir porque no puede decir nada en solitario. El PP no puede tener en este terreno una pol¨ªtica propia de la misma manera que no puede tenerla el PSOE. La pueden tener los dem¨¢s. Pero ellos, no. Mientras esto no se entienda, la estructura del Estado ser¨¢ sumamente fr¨¢gil.
No basta, por tanto, una aproximaci¨®n o unos contactos. Es necesario un pacto lealmente suscrito y de vigencia indefinida que excepcione las cuestiones relativas a la estructura del Estado del contencioso electoral y sus resultados. Despu¨¦s de lo que ha llovido, comprendo que no es f¨¢cil. Pero es la ¨²nica manera de que pueda existir un compromiso razonable entre la definici¨®n estatal y la definici¨®n nacionalista de la estructura del Estado.
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