Garc¨ªa Baena, vivir en Delfos
C omo el de Tarso, este otro Pablo tambi¨¦n fue Saulo. Arrojado desde un jamelgo contra las piedras de la plaza del Potro en C¨®rdoba, tuvo una visi¨®n: don Luis de G¨®ngora, impecablemente desvestido con una cl¨¢mide, descendi¨® del Parnaso con los dos pies puestos sobre el cuello de un Quevedo -previamente le hab¨ªa roto las gafas- que, postrado bajo el cordob¨¦s, hac¨ªa de felpudo, a base de piel de oso de las Monta?as Rocosas, mostrando tres palmos de lengua y un endecas¨ªlabo perverso. Cuando termin¨® de descender, don Luis tuvo unas palabras cari?osas para Pablo: "Anda, vamos a zamparnos unas japutas en Pepe el de la Juder¨ªa". All¨ª, junto a Ricardo Molina y Juan Bernier, Pablo Garc¨ªa Baena pag¨® dos rondas de Montilla y, ya en el fragor de ¨¦sta-corre-de-mi-cuenta, entre todos fundaron C¨¢ntico, la revista literaria que encendi¨® la bombilla de la libertad en aquella Espa?a de los catetos imperiales puestos a desfilar por un tal Paco Ner¨®n Franco Bahamonde. Eran tiempos de camisas azulonas viejas y viejas chaquetas zurcidas, grandes y ¨²nicas - "un hombre, una chaqueta vieja", pudo ser el tope hasta el que lleg¨® la democracia org¨¢nica-, y Pablo decidi¨® llevarla con la rara dignidad de quien se sabe mitad Juan de la Cruz, mitad Califa Omeya. En C¨®rdoba -su ciudad amada sin previo pago- a¨²n no sab¨ªan que aquel Saulo con sandalias que, con las primeras calimas del verano, ca¨ªa por M¨¢laga para ir a los Ba?os del Carmen con Bernab¨¦ Fern¨¢ndez-Canivell, ser¨ªa Pablo de Delfos, el premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Poes¨ªa, el rey de la l¨ªrica m¨¢s hermosa de la segunda mitad del siglo XX. No es que Pablo sea de C¨¢ntico, es que C¨¢ntico no ser¨ªa sin Pablo. Y es que la poes¨ªa de este otro cordob¨¦s -que no precisa de grupos ni de revistas para ser eso: la Poes¨ªa, con may¨²scula- es y ser¨¢, desde siempre y para siempre, una, grande y libre. Sin aguiluchos ni columnas de H¨¦rcules; s¨ª, seguro, regal¨¢ndole tres toneladas de verdad a una proclama que debiera presidir -ahora sin rel¨¢mpagos terror¨ªficos- el libro de su poes¨ªa completa: "Non plus ultra". Andaluc¨ªa sin poetas ser¨ªa la tierra inh¨®spita que relatara T. S. Eliot -Abril es el mes m¨¢s cruel...-, pero la poes¨ªa escrita por los andaluces ("poes¨ªa andaluza" es otra carajotada nacionalista), desde aquellos bereberes que irrumpieron por Gibraltar con las cimitarras de Tarik y Muza y los versos de Omar Khay¨¢n, es un manojo de lilas engendradas por la tierra muerta si las aguas de C¨¢ntico y los r¨ªos de Garc¨ªa Baena no hubiesen depositado el limo de Grecia y Roma y Bagdad y Venecia y C¨®rdoba sobre este huerto, por fortuna sin amo, que empieza por la pelliza de Despe?aperros para quedarse en el taparrabos del Atl¨¢ntico y el tanga sabroso del Mediterr¨¢neo. As¨ª, entre la pelliza, el tanga y el taparrabos transcurri¨® un C¨¢ntico del que quedan tres, cuatro nombres y una recua de malditos enganchados de ¨²ltima hora empujando el carro. Pablo es el antiguo cochero de todo este desfile de muchachos de primeros de junio. Acaba de cumplir un a?o al frente del CAL -Centro Andaluz de las Letras- y sigue bien de salud y humor. Como si recorrerse los pueblos y las ciudades andaluzas a trompic¨®n de taxi con la baca llena de libros fuese un tr¨¢fago que pudiera pagarse con 30 ¨® 40 monedas de plata. Sonr¨ªe la sonrisa de los hombres buenos, y su interlocutor m¨¢s pr¨®ximo pudiera pensar que est¨¢ trotando al son de Navajita Plate¨¢ y Bambino, que le cantan villancicos a un Ni?o Jes¨²s con Portal de Bel¨¦n en un tablao renacentista de Benalm¨¢dena. Va desde Almer¨ªa a Huelva -atajando por Ja¨¦n, que, como se sabe, pilla de paso- portando las palabras ("¨²nica cosa abundante en la cocina del pobre") de la tribu, los ripios del clan, los Poemas para un cuerpo, la primera parte de la segunda versi¨®n de Jacinto, las Espadas como labios, el Bestiario de Livermoore, el Campo de pluma, La voz a ti debida, Un r¨ªo, un amor, los Extranjeros en la noche, El cuarto de ba?o de Alarica Torres, el Poeta en Nueva York. Es su trabajo por los andaluces, Espa?a y la humanidad: darnos la paz y la palabra. Pero en las tardes de agosto, bajo una parra salvaje de C¨®rdoba, Pablo a¨²n derrama el vino de su bondad escribiendo m¨¢s versos prodigiosos, como si este hombre todav¨ªa precisara un nuevo pelda?o para sentarse junto a la pitonisa del or¨¢culo y adivinar ¨¦l mismo que su casa sigue en su Delfos de C¨®rdoba, invadida por los turistas alemanes de un tour que buscasen entre las piedras inmortales la butaca 3 de la fila 13 de un palacio del cinemat¨®grafo incompleto. All¨ª est¨¢ ¨¦l, Pablo Garc¨ªa Baena: ...y la m¨¢s hermosa sonr¨ªe al m¨¢s fiero de los vencedores, antes, mucho antes, que el tiempo acabe. JUVENAL SOTO
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