Abre el buz¨®n
?Conoce usted intriga m¨¢s emocionante -fuera del amor que empieza o de un viaje a la hermosa ciudad desconocida- que abrir el buz¨®n de las cartas? La realidad suele mostrar su cara laborable: tu ser amado no ha escrito hoy, el banco comunica un balance cercano al n¨²mero rojo y hay dos telepizzas nuevas en el barrio. De repente, un mi¨¦rcoles como otro cualquiera, abres la portezuela del dep¨®sito (la m¨ªa va de abajo hacia arriba, lo que hace el misterio m¨¢s solapado) y te encuentras la fiesta postal. Un env¨ªo que no has solicitado y puede hacer las veces -si no te ama nadie ni tienes ocasi¨®n de estar en Siena- de la felicidad.Pero no mitifiquemos. El correo espont¨¢neo, ese hijo no deseado en tantos hogares, est¨¢ creciendo de tal forma que hay d¨ªas que abonan la sospecha de una gestaci¨®n masiva en laboratorio, muy posiblemente sin llegar a producirse contacto f¨ªsico entre la mano que da (a la tecla, normalmente) y el papel que recibe. Yo no me refiero a tales especies bastardas, entre las que descuellan los ofrecimientos de un seguro de vida para el m¨¢s all¨¢ de tus allegados y la obtenci¨®n gratuita, si acudes esa misma tarde a la direcci¨®n se?alada arriba, de un reloj de pulsera para ti, una vajilla completa para tu se?ora. Hablo de ciertas publicaciones gratuitas que peri¨®dicamente unos benditos te env¨ªan pensando en tu placer o en tus necesidades.
A usted, lector, lectora, si se dedica, pongo por caso, a la medicina, seguro que le llegan saludables revistas m¨¦dicas dif¨ªciles de conseguir por otros medios. Mi buz¨®n suele acoger impresos asociados con la literatura, pero hay dos que me alegran el d¨ªa de su llegada. Uno se llama The Stranded aunque est¨¢ en espa?ol, y lo edita modesta y l¨ªmpiamente la Sociedad de Mendigos Aficionados, con una apartada sede postal madrile?a. Me lo mandaron por vez primera, si no me equivoco, al mencionar yo en una novela a Sherlock Holmes, personaje, como se puede adivinar, en torno al cual gira esta estupenda publicaci¨®n que, sin usar la palabra en su cabecera, es un ejemplo de la cultura agazapada con tanta libertad como entusiasmo en un buen n¨²mero de fanzines. El segundo tipo no tiene un nombre espec¨ªfico, pues se trata de los boletines que algunas librer¨ªas de viejo publican regularmente dando a conocer los renovados tesoros de su cat¨¢logo. En este caso, sin embargo, la alegr¨ªa de encontrar el libro que llevas a?os buscando puede quedar rebajada al comprobar que su obtenci¨®n le resultar¨¢ todo lo contrario de gratuita.
?ltimamente, los peri¨®dicos gratuitos se encuentran m¨¢s que en el buz¨®n en la calle, como dice el saber popular que yo te encontr¨¦ a ti (y t¨², lector, a m¨ª). La cosa est¨¢ llegando a ser un fen¨®meno de la sociedad, raz¨®n por la cual la prensa de pago empieza a ocuparse de ellos, haci¨¦ndoles, supongo, de paso, propaganda gratis. El sector donde la proliferaci¨®n resulta llamativa es el gay, y en eso, como en otras cosas, seguimos el modelo ingl¨¦s y norteamericano. La pionera en Espa?a fue Shangay Express, que ha cumplido cinco a?os con buena salud, pero ahora hay bastantes m¨¢s, y alguna tan hermosamente dise?ada como la barcelonesa Punto II, que s¨®lo lleva tres n¨²meros. Alfonso Llopart, director de Shangay, dec¨ªa con gracia en unas declaraciones que su revista pretende "demostrar que los gay somos tan vulgares o tan especiales como cualquiera", mientras que los responsables de Punto II afirman querer "una revista de ocio, actualidad y tendencias capaz de atraer a un amplio grupo de gente af¨ªn: amigos y curiosos, heterosexuales tolerantes". No queremos permanecer en el gueto, dicen.
Ambas pretensiones poseen su l¨®gica, tan simple y trascendental como es el deseo de ser aceptado, aun en tu vulgaridad de ser diferente, por los dem¨¢s sin tener que pasar ninguna verg¨¹enza. Una revista gay que empez¨® gratuita, Zero, ahora sale a la venta en los quioscos, y la gente no disimula al comprarla. En cuanto a las que se reparten, las firmas comerciales, claro est¨¢, las sostienen con sus anuncios. As¨ª se cuela la publicidad en nuestras casas esquivando el escrutinio del buz¨®n. No hay m¨¢s remedio. Y es que el respeto ajeno y la tolerancia a¨²n no se dan gratis, ni siquiera por carta.
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