El 'dream team' hace feliz al Bar?a
El Camp Nou celebra acarameladamente el esperado reencuentro con Johan Cruyff y su equipo
M¨¢s genio, m¨¢s leyenda, m¨¢s mito. Johan Cruyff brind¨® ayer un favor inmenso al Bar?a. El holand¨¦s hizo el mayor gesto de reconciliaci¨®n para cerrar una herida, para dejar a la historia descansar y para tender un puente entre el pasado y el presente. Una noche perfecta. Johan, coreado al principio y al fin, no quiso monopolizar la magia. El dream team hab¨ªa acabado de dar la vuelta de honor, la de su despedida, bajo el canto de una soprano. Desde el c¨ªrculo central, Cruyff cogi¨® otra vez el micr¨®fono, pidi¨® al p¨²blico que dejara de corearle y con la voz quebrada afirm¨®: "En nombre m¨ªo y de todos, hemos pasado una noche fant¨¢stica. Y ahora, para que se vea que todos somos un mismo club, quiero que todo el mundo se ponga en pie y cante el himno del Bar?a". Pocas veces ha explotado en el estadio una apoteosis tan emotiva como la de anoche.Hasta N¨²?ez ejerci¨® m¨¢s que nunca de presidente. Estuvo en el palco del Camp Nou de principio a fin, desde que sali¨® el dream team hasta que se despidi¨®, y aplaudi¨® sin reservas. Nadie le reprochar¨¢ nada. Todo el mundo cumpli¨® su papel menos una persona: Louis van Gaal, que prefiri¨® camuflarse en el vestuario en lugar de participar en el acto final. El holand¨¦s chirri¨® y dio otro paso de gigante para no entender nunca ni a este estadio, ni a esta afici¨®n, ni su pasado. Van Gaal ya evit¨® incluso saludar a Cruyff antes del encuentro. Le ningune¨®. Su ¨²nica concesi¨®n fue permitir a Busquets que jugara 24 minutos, los ¨²nicos de esta temporada, con el Bar?a. El p¨²blico tampoco entendi¨® que el guardameta fuera reemplazado por Arnau. Siempre se lo tendr¨¢n que explicar a Van Gaal: le tendr¨¢n que contar que Busi dio la vuelta de honor al Camp Nou con el dream team, que Guardiola debi¨® reprimirse para no seguirla y que Celades, ?scar y Roger se acercaron al c¨ªrculo central para cantar tambi¨¦n el himno del Bar?a. Y que luego se hicieron una foto de familia con su maestro.
El Camp Nou habr¨¢ dormido esta noche en paz. Quiz¨¢ la herida nunca se cure, jam¨¢s cicatrice. El futuro dir¨¢. Pero ayer el estadio vivi¨® una de sus horas m¨¢s sublimes. Y lo hizo con el pasado y el discurso final de Cruyff. Primero con algo que se le deb¨ªa, con una cuenta pendiente, un pedazo de historia que le hab¨ªan robado y que no le hab¨ªan dejado vivir. El Camp Nou, absolutamente a rebosar, se entreg¨® al dream team, abraz¨® a Cruyff, se reencontr¨® con sus ¨ªdolos, se reconcili¨® con Laudrup y acogi¨® a Stoichkov e Iv¨¢n de la Pe?a, los ¨²ltimos desheredados. El pasado manda. Quiz¨¢ el dream team fue y es el equipo de los elegidos. El Bar?a pas¨® a ser ayer en muchos momentos el equipo visitante, el equipo de los de fuera. Cruyff puso un grano de arena para acabar con esa esquizofrenia, en la que a¨²n se debate el club, con un mensaje de unidad.
Fue una fiesta desde el principio hasta el fin. Instantes antes de iniciarse el partido, Cruyff apareci¨® en el c¨¦sped, micr¨®fono en mano. "S¨®lo Dios", dijo haciendo un gui?o con el mote con el que le conoc¨ªan sus jugadores, "sabe cu¨¢nto tiempo hemos tenido que esperar este momento fant¨¢stico. En nombre de todos, y del equipo y m¨ªo, s¨®lo deseo una cosa: disfrutad y hasta despu¨¦s del partido". El aviso estaba dado. El p¨²blico estaba en pie, aplaudiendo a rabiar, coreando su nombre. Fue un discurso muy suyo. Cuatro palabras. N¨²?ez aplaudi¨®. No lleg¨® a cruzarse con Cruyff - ni le homenaje¨® con un recuerdo-, pero no falt¨® a la cita, escoltado por el alcalde Joan Clos y Xavier Trias, el consejero de la Presidencia de la Generalitat, y con Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol, tambi¨¦n en el palco.
El Camp Nou acat¨® el gui¨®n l¨²dico propuesto por Cruyff y se olvid¨® de las guerras. Nadie antepuso la crispaci¨®n. Pero no hab¨ªa duda, desde los kil¨®metros de atasco que casi cercaron Barcelona, de que el p¨²blico ser¨ªa incondicional del holand¨¦s. "Gr¨¤cies, Cruyff, per existir", rezaba una de las muchas pancartas. "D¨¦jalos, no saben lo que hacen", aparec¨ªa en otra. El p¨²blico enloqueci¨® en cuanto Zubi, Koeman, Laudrup y Bakero empezaron a calentar. Todos haciendo rondos y coreando cuando hac¨ªan sprints y se acercaban a la grada. En el otro campo, en el del Bar?a, Van Gaal apareci¨® firme, inmutable, controlando el ensayo.
Las pantallas gigantes, mientras, glosaron el pasado. Im¨¢genes de las Ligas de Tenerife, del memorable partido ante el Dinamo, del penalti fallado por el Deportivo, de las copas ganadas, del gol de Wembley, revivido por el p¨²blico en silencio y luego con una atronadora ovaci¨®n. Todo trufado con las palabras de Cruyff. El decorado estaba armado, y la ilusi¨®n, por las nubes. El periodista Llu¨ªs Canut, que actu¨® de speaker, anunci¨® uno a uno la salida de los jugadores del dream team. Cruyff cogi¨® despu¨¦s el micr¨®fono y cuid¨® los detalles: los dos equipos saltaron al c¨¦sped bajo el himno del Bar?a y se retrataron mezclados.
"?Ol¨¦, ol¨¦!". El p¨²blico recibi¨® y despidi¨® as¨ª al dream team cuando era el equipo de Wembley y jugaba sin refuerzos. Y casi enloqueci¨® cuando, en el primer minuto, Laudrup casi marca el primer gol. La tensi¨®n decay¨® cuando los veteranos se retiraron. Hubo paz salvo un par de incidentes, como cuando un seguidor intent¨® retirar una pancarta con la leyenda "Gr¨¤cies, dream team" y otro le reprob¨®. Poco despu¨¦s se oy¨® que el p¨²blico coreaba al dream team, y el Camp Nou abrazaba la apoteosis. Ayer Cruyff aliment¨®, agigant¨® a¨²n m¨¢s su leyenda.
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