Dylan se aferra a sus canciones de siempre en su concierto en Santiago
A ciertas edades, lo m¨¢s conveniente es no arriesgar demasiado y, fiel a ese principio, Bob Dylan, que cumplir¨¢ 58 a?os dentro de mes y medio, emprendi¨® anoche, en Santiago de Compostela, su gira espa?ola con un concierto tan correcto como previsible. Ante 6.500 personas, que casi cubrieron el aforo del pabell¨®n del Sar, Dylan se aferr¨® a su repertorio de siempre y ofreci¨® una actuaci¨®n para todos los p¨²blicos. A los incondicionales no los priv¨® de casi ninguno de sus m¨¢s conocidos himnos, de Like a Rolling Stone a Blowind in the wind. La facci¨®n m¨¢s juvenil tuvo que esperar a ¨²ltima hora para recibir la esperada descarga de electricidad de un concierto en el que el cantante estadounidense tambi¨¦n se explay¨® en su veta ac¨²stica."Ser¨¢ un concierto de grandes ¨¦xitos", vaticin¨® por la tarde Andr¨¦s Calamaro, un argentino de estirpe dylaniana que ejerci¨® de telonero de la estrella de Minnesota. Calamaro basaba su predicci¨®n en lo ocurrido en las dos anteriores actuaciones, en Lisboa y Oporto, y se equivoc¨® muy poco. La noche comenz¨® entre Mr. Tambourine man y The times they are a changing y concluy¨® con las inevitables Blowind in the wind y Highway 61 revisited; es decir, la prehistoria dylaniana. Eso s¨ª, las versiones estaban convenientemente desfiguradas para mostrar apariencia de novedad, aunque entorpeciese las ansias del p¨²blico por corear sus celeb¨¦rrimos estribillos.
A las diez en punto, Dylan apareci¨® sobre el escenario vestido de traje vaquero negro. Fue una declaraci¨®n de intenciones. Durante la media hora siguiente, el antiguo disc¨ªpulo de Woody Guthrie se explot¨® su vieja alma ac¨²stica y country. Sonidos suaves de guitarra acompa?ados de un cl¨¢sico contrabajo mantuvieron a la mitad del p¨²blico aferrado a los asientos de las gradas mientras los concentrados en la pista calentaban motores abri¨¦ndose paso entre las interminables colas para hacerse con un vaso de cerveza.
Agotado el preludio ac¨²stico, Dylan tom¨® la guitarra el¨¦ctrica y se atrevi¨® con otras incursiones sonoras, un rock siempre a medio ritmo, sin grandes estridencias y con alg¨²n toque reggae espor¨¢dicamente. El p¨²blico se entreg¨® con una larga versi¨®n de Just like a woman y, 80 minutos despu¨¦s del inicio, Dylan dej¨® que la gente se extasiara con Like a Rolling Stone. A continuaci¨®n, en medio del fervor popular, se retir¨® a bastidores y esper¨® a que la concurrencia se desga?itase un rato exigiendo la habitual raci¨®n de bises.
La propina no defraud¨®. El cantante de Minnesota reserv¨® para el final Blowind in the wind y Highway 61 revisited, que marcaron el momento m¨¢s el¨¦ctrico de la noche, cuando Dylan rescat¨® m¨¢s claramente su vieja influencia blues, bastante ausente hasta entonces. Veinte canciones y 120 minutos despu¨¦s de su aparici¨®n sobre el escenario, Dylan concluy¨® la funci¨®n. El p¨²blico capt¨® que el gui¨®n ya no daba m¨¢s de s¨ª y se retir¨® disciplinadamente, sin insistir m¨¢s. Nadie sali¨® defraudado, pero tampoco nadie se emocion¨® m¨¢s de la cuenta. Dylan promocion¨® su revolucionaria aparici¨®n de 1966 con una propuesta estricta y predeciblemente conservadora.
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