Todo a cien
Soltaron nueve toros, antes hab¨ªan rechazado los veterinarios nueve y ninguno val¨ªa un duro. Los del reconocimiento no se sabe, pues eso es acto forense. Pero los que salieron a la luz p¨²blica no val¨ªan un duro. En realidad estaban hechos un trapo. Hubo una voz en los tendidos de sol -reserva de la sabidur¨ªa popular- que pregunt¨® d¨®nde compraba la empresa los toros; si ser¨ªa en un "todo a cien".Seguramente no hab¨ªa sido alli. En los "todo a cien" no venden cosas tan malas. Lo que soltaron por los chiqueros de la Maestranza ol¨ªa a podrido, era g¨¦nero adulterado a conciencia, objeto de estafa, prueba del delito.
No hab¨ªa manera de que sacaran un toro ¨ªntegro. Todos manifiestamente rechazables por su falta de trap¨ªo, por sus hechuras anovilladas, por sus carnes fofas, por sus cuerpecillos tipo sable, a los poco pasos ya estaban peg¨¢ndose costaladas.
Gonz¨¢lez / Tato, Puerto, D¨¢vila
Cinco toros de Manuel Gonz¨¢lez (nueve rechazados en el reconocimiento, dos devueltos por inv¨¢lidos); 2?, de Gonz¨¢lez S¨¢nchez Dalp. Sobreros: 3?, del hierro titular; 4?, de Antonio Ord¨®?ez, devuelto por inv¨¢lido y sustituido por el tercer sobrero, del mismo hierro. Los seis y los tres sobreros, sin trap¨ªo; varios anovillados e impresentables; todos inv¨¢lidos.El Tato: estocada ladeada, rueda de peones y cinco descabellos (silencio); estocada corta trasera y rueda insistente de peones (ovaci¨®n y salida al tercio). V¨ªctor Puerto: bajonazo y rueda de peones (silencio); bajonazo (silencio). D¨¢vila Miura: pinchazo perdiendo la muleta, otro sin perderla y estocada trasera (silencio); media, rueda vertiginosa e insistente de peones, pinchazo, estocada y rueda de peones (escasa petici¨®n y vuelta). Plaza de la Maestranza, 14 de abril. 5? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Un club de ganaderos sostiene que la culpa es de los veterinarios pues rechazan en los reconocimientos los toros buenos y s¨®lo aprueban los malos. Menuda panda los de ese club. Mas no est¨¢n solos. Otro club de maleantes a su servicio, que usurpan credenciales de revisteros, van propalando que la culpa es de la Prensa. No de toda la Prensa sino cierta Prensa, por pretender que se lidien toros con la debida integridad. Y as¨ª, entre golfer¨ªas y estulticias, van tirando, mientras la autoridad competente -la central y la auton¨®mica- hace el Don Tancredo, y permite las corruptelas, y deja impunes los atropellos, y le trae absolutamente sin cuidado que esta fiesta secular se vaya al garete.
Tres horas dur¨® la funci¨®n y no fue m¨¢s porque se hizo de noche, el p¨²blico ya estaba harto de corrida y de Maestranza, y decidi¨® no seguir protestando las invalideces de los toros.
Hasta entonces tres se hab¨ªan ido al corral, no de buena gana. El primero de ellos, que hac¨ªa tercero, tard¨® un cuarto de hora en marcharse, mientras ese monumento a la inutilidad que es la parade de cabestros del coso sevillano deambulaba por el redondel, despreocupada y ajena, sin sin ning¨²n prop¨®sito que no fuera soltar las tripas a placer, evacuar cagada y dejar perdido de plastas el albero.
El cuarto tard¨® menos, el segundo sobrero que le sustituy¨® tampoco se ten¨ªa en pie y aunque el tercero y definitivo sobrero result¨® a juego, se le dio franqu¨ªa por puro agotamiento. Adem¨¢s El Tato lo hab¨ªa recibido de rodillas con la cl¨¢sica larga cambiada a porta gayola, y como con los dos anteriores hab¨ªa hecho lo mismo, el p¨²blico agradeci¨® el detalle y le dedic¨® una ovaci¨®n.
La renta de las largas cambiadas le dur¨® a El Tato la lidia entera y m¨¢s que hubiese. Afanaba unos pases horrendos, citaba pegando unos gritos espantosos y si bien se mira aquello constitu¨ªa un esc¨¢ndalo.
Toros p¨²tridos, El Tato y V¨ªctor Puerto en la palestra, la noche cayendo...: a alguien le iba a dar un ataque de nervios. Muchos espectadores resolvieron marcharse a media corrida y esos fueron los afortunados. A las ocho de la tarde a¨²n estaba el tercer toro, vivito y coleando, en el redondel.
El Tato hac¨ªa deporte; V¨ªctor Puerto, extra?amente precavido, no sacaba una suerte a derechas; D¨¢vila Miura las ejecutaba al aire pues su toro perd¨ªa continuamente el equilibrio.. A lo mejor se trataba de un castigo divino. Muchos pecados debi¨® haber cometido la afici¨®n para merecer aquello.
D¨¢vila Miura tra¨ªa aires distintos a los de sus colegas; era otra historia, seg¨²n se pudo comprobar. Y cuando tuvo delante un toro embestidor, que fue el sexto, se entreg¨® de firme, le recreci¨® la torer¨ªa y lig¨® tres hermosas tandas de redondos. No es que se ajustara mucho -se pasaba distante al embestidor- mas templ¨® y lig¨® las suertes muy de verdad y las cerr¨® mediante pases de pecho soberanos. S¨®lo instrument¨® una tanda de naturales y acab¨® ci?endo hondos ayudados por alto. Mat¨® mal y perdi¨® por eso la oreja que muchos espectadores estaban decididos a obsequiarle. Varios de ellos hasta la llegaron a pedir.
La oreja habr¨ªa servido para decir que D¨¢vila Miura salv¨® la tarde y, si la salv¨®, aqu¨ª no ha pasado nada. Pero s¨ª pas¨®: una pandilla de incompetentes desvergonzados hab¨ªa hecho burla de la Maestranza y desprecio de su sana afici¨®n dejando la fiesta por los suelos.
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