La guarder¨ªa
Anunciaron a Jesul¨ªn, Finito y Pep¨ªn y parec¨ªa que iban a salir los ni?os de la guarder¨ªa. Salieron, y pudo comprobarse que se trataba de hombres hechos y derechos. Pasa mucho con los toreros principiantes, casi todos unos ni?os, a quienes ponen apodos llamativos o que estremezcan los corazones: que se les queda el nombre y al llegar a mayores ya no les cuadra. Algunos tienen el acierto de cambi¨¢rselo a tiempo. Ocurri¨®, por ejemplo, con Vicente Pastor, que fue conocido por El Chico de la Blusa y se quit¨® enseguida el mote. Otros, en cambio, por cargar con el apodo, se encuentran con surrealistas situaciones. A Gregorio T¨¦bar le pusieron El Inclusero y cuando presentaba a su padre hab¨ªa de dar explicaciones. Uno sali¨® llam¨¢ndose El Escorpi¨®n, pero no hizo carrera, y al volver a la vida civil algunos recelaban de su catadura, con ese nombre. Son t¨ªpicos los conocidos por Ni?o (hay muchos: desde el Ni?o de la Taurina hasta el Ni?o de las Monjas) y en estos casos la zozobra les viene a sus hijos porque resulta parad¨®jico ser hijo de un ni?o.
Torrestrella / Jesul¨ªn, Finito, Liria
Toros de Torrestrella (siete fueron rechazados en el reconocimiento; 2?, que se parti¨® un cuerno, sustituido por el sobrero): desiguales, en general bien presentados, excepto por los pitones, de los que eran sospechosos; 4?, anovillado; encastados, con poco temperamento, nobles; 1?, bravo.Jesul¨ªn de Ubrique: estocada trasera ca¨ªda y rueda de peones (algunos pitos); estocada ca¨ªda y rueda de peones (silencio). Finito de C¨®rdoba: pinchazo hondo y estocada (algunas palmas); dos pinchazos bajos y estocada ca¨ªda (algunas palmas). Pep¨ªn Liria: pinchazo saliendo arrollado, media, rueda insistente de peones y descabello; se le perdon¨® un aviso (ovaci¨®n y saludos); estocada ladeada (oreja). Plaza de la Maestranza, 15 de abril. 6? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Los tres del d¨ªa de autos se llamar¨ªan Jesul¨ªn, Finito y Pep¨ªn pero con s¨®lo verlos se daba por seguro que ya hab¨ªan perdido la virginidad. Unos m¨¢s altos que la Giralda, otro con montaraz apostura y barba cerrada, no era como para tomarlos por ni?os.
El de la barba cerrada es Pep¨ªn, Pep¨ªn Liria en los carteles, que se quer¨ªa pegar con los toros, y resultaba excesiva la intenci¨®n porque los toros no quer¨ªan pegarse con nadie. Antes al contrario: ?lvaro Domecq, propietario de la ganader¨ªa Torrestrella, envi¨® una corrida encastada, noble en el car¨¢cter y hasta un poco baja de temperamento. Quiere decirse que los toros no ofrec¨ªan dificultades y ¨²nicamente hac¨ªa falta presentarles la muleta donde y como es debido para torearlos bien.
Las maneras de Pep¨ªn Liria -es obvio- no se adecuaban a semejantes prop¨®sitos. Ponerse tremebundo y acabar demostrando mayor incivilidad que el propio toro no conduce a nada. La voluntariosa entrega se le agradec¨ªa, mas el arte de torear discurre por distintos derroteros.
Y he aqu¨ª que, de repente, Pep¨ªn Liria se percat¨®. Le cost¨® pero consigui¨® percatarse. No hay que atribuirlo a la casualidad: esto mismo a Pep¨ªn Liria le ha sucedido montones de veces. No hay duda de que atesora en su mente y en su coraz¨®n un fondo de torer¨ªa innata. S¨®lo que debe de estar muy profundo y llegar all¨ª cuesta su tiempo.
Seis minutos llevaba Pep¨ªn Liria de ajetreo fragoroso con el sexto toro; seis minutos de corretear y zapatillear, afanarse de un lado a otro pegando pases r¨²sticos y ofreciendo im¨¢genes rupestres. Y en ¨¦stas que se percat¨®. Y par¨® quieto. Y adelant¨® la muleta. Y se trajo embebido al toro, para ce?irle los redondos con armon¨ªa y ce?imiento, con templanza y ligaz¨®n. Tres tandas instrument¨® as¨ª, abrochadas mediante los cl¨¢sicos pases de pecho. Y pues ¨¦se era el toreo verdadero, el que ilumina la magia del arte, y prende y emociona en cuanto se produce sin necesidad de saber nada de la tauromaquia, la Maestranza entera reaccion¨® coreando ol¨¦s rotundos, rompiendo a aplaudir, poni¨¦ndose en pie impulsada por el entusiasmo. Los seis minutos anteriores de faena no hab¨ªan servido para nada. Los seis minutos anteriores de faena se pod¨ªan haber tirado a la basura. Porque el toreo es as¨ª -breve, conciso y puro-, o no es toreo.
Demostraci¨®n del toreo que no es toreo la ofrecieron los portadores de los otros diminutivos, el Jesul¨ªn, m¨¢s largo que mayo; el Finito, recio y gal¨¢n. Se pusieron a pegar pases, que es lo que no deber ser. Lo de Jesul¨ªn de Ubrique tuvo peor sombra. A Jesul¨ªn de Ubrique le correspondi¨® un primer toro de preciosa estampa e incuestionable boyant¨ªa que embest¨ªa humillad¨ªsimo al primer toque, y se dedic¨® a pegarle pases con el pico, fuera cacho, la suerte descargada, sin que en momento alguno se le pasara por la imaginaci¨®n hacer honor a su casta brava. Y en el segundo de su lote, anovillado y d¨®cil, estuvo igual de vulgar, pegapasista y pesado.
El primer toro de Finito de C¨®rdoba se arranc¨® brav¨ªsimo en el primer puyazo y derrib¨® al caballo con tanto estr¨¦pito que mientras el picador ca¨ªa al descubierto la vara sal¨ªa despedida por los aires y tras dar un fulgurante volteo en lo alto, fue a parar al tendido. Menos mal que no dio a nadie y cay¨® de regat¨®n.
El toro no repiti¨® la proeza aunque se recreci¨® en el segundo tercio, e igual que toda la corrida,se iba pronto, largo y fijo al lejano cite de los banderilleros; en el turno de muerte embest¨ªa si le daban la distancia precisa y le presentaban debidamente la pa?osa. No se encontr¨® con torero dispuesto a eso, sin embargo. Finito de C¨®rdoba, al toro agresor y al inv¨¢lido quinto, ambos pastue?os, se empe?¨® en darles derechazos a docenas, hogando las embestidas, utilizando trucos, pegando gritos Y fracas¨® en el empe?o.
Tendr¨¢n nombre de ni?os pero ya son hombres hechos y derechos. Y daba pena verlos all¨ª, tan grandullones, conformistas y decadentes, sin vender una escoba.
Babelia
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