Y en el camino nos encontraremos
Saben de bot¨¢nica, de geolog¨ªa y de astronom¨ªa. Con esos conocimientos se las apa?an para elegir las hierbas curativas que alivian las heridas de sus bestias, deciden si beben o no el agua de un arroyo y se orientan con la luz de las estrellas para conducir su reata de hasta 15 mulas por un acantilado serrano: son, como Miguel Hern¨¢ndez, peritos en lunas. El censo provisional que maneja Isidro Garc¨ªa, etn¨®grafo y coordinador del I Encuentro Andaluz de Arrier¨ªa, recoge la existencia de unos 3.000 arrieros en Andaluc¨ªa, concentrados en los parques de Los Alcornocales y Grazalema en la provincia de C¨¢diz; en Las Alpujarras granadinas; en la sierra de Ronda en M¨¢laga y en la serran¨ªa onubense. El Ayuntamiento de Jimena de la Frontera (C¨¢diz) concentra al mayor n¨²mero de ellos en el I Encuentro Andaluz de Arrier¨ªa, que se inici¨® ayer y concluir¨¢ hoy, en esta poblaci¨®n de gran tradici¨®n arriera: el censo municipal de 1830 establec¨ªa que 700 de los 8.000 habitantes de Jimena depend¨ªan de esa actividad. Hoy, ning¨²n arriero vive en exclusiva de ese trabajo, que subsiste residualmente y ligado a las descorchas de los alcornocales, al transporte de materiales a algunas fincas inaccesibles y al arado de los olivares serranos, a los que no pueden acceder los tractores. Cada mes de mayo, los arrieros se convierten en la pieza clave para trasladar el corcho desde el fondo de los bosques hasta el pie de la carretera, donde se apila hasta que se carga en camiones. Al andoque (con parihuelas) o a tercio (a pulso, con una soga) los arrieros cargan sus mulos con hasta 300 kilos de corcho. Familias enteras se trasladan al monte durante los meses que dura la faena. En sus jatos (campamentos) reposan y cocinan, aunque poco tiempo: comienzan su jornada a las 6.00 y no dan de mano hasta que se va la luz del d¨ªa. Con el dinero que obtienen por la temporada de descorche se mantienen el resto del a?o. "Son el ¨²ltimo eslab¨®n de la relaci¨®n virginal con la naturaleza", dice Garc¨ªa. Y a ellos se les debe el conocimiento y la existencia de una intrincada red de caminos, sendas y veredas que surcan los montes andaluces. Unas ca?adas que sirven hoy para salvar la orograf¨ªa m¨¢s complicada; que se convertir¨¢n, en el futuro, en activos del turismo ecol¨®gico; y que tuvieron ayer su uso m¨¢s vital, cuando proteg¨ªan de los caminos transitados a los contrabandistas de sedas y tabacos procedentes de Gibraltar. "Los participantes est¨¢n llegando a Jimena a trav¨¦s de los antiguos caminos de herradura, por los vericuetos que s¨®lo ellos conocen", explica el alcalde, Ildefonso G¨®mez (PSOE). Sin su tr¨¢nsito pausado y constante, estos caminos ya no existir¨ªan, habr¨ªan sido cubiertos por el matorral mediterr¨¢neo. Los arrieros conservan intactas sus costumbres seculares, manejan su propio vocabulario, romances, y tienen hasta su propio cante por arrier¨ªa. Son expertos en recorrer los montes sin titubear ante las bifurcaciones y saben como nadie el valor de un animal. "Todo el pan que me he comido ha salido de las bestias", reza un dicho arriero. "Para estos trajinantes, la vida de una mula es tan importante como la suya propia", confirma Isidro Garc¨ªa. Jimena re¨²ne a estas gentes del camino en el I Encuentro de Arrier¨ªa, que mediante exposiciones, v¨ªdeos, conferencias y mesas redondas, reivindica la vigencia de talabarteros y herreros, esquiladores y recoveros. Y premia, en un concurso, al m¨¢s eficaz de los arrieros.
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