La curiosidad del dinosaurio
Raymond Carr es ante todo un producto t¨ªpico de una Universidad esencialmente at¨ªpica. El joven provinciano que descubri¨® la Universidad de Oxford por vez primera en los a?os cuarenta era un alumno brillante y algo acomplejado por sus or¨ªgenes sociales humildes, que decidi¨® aprovechar al m¨¢ximo el contacto casi diario e individual con sus tutores de Christ Church y el acceso a una de las mejores bibliotecas del pa¨ªs, la Bodleian Library, comportamiento poco frecuente entre sus coet¨¢neos. De aquellas lecturas un tanto desordenadas naci¨® su inagotable curiosidad por el pasado, pasi¨®n que sigue domin¨¢ndole en la actualidad.El jurado que tan merecidamente le ha otorgado el premio posiblemente ignore que, en un primer momento, Carr pens¨® dedicarse al estudio de la historia econ¨®mica y mar¨ªtima de la Suecia del sigloXVIII, campo de estudio cuya aridez pronto agot¨® su paciencia. Como ¨¦l mismo ha relatado en alguna ocasi¨®n, fue la negativa de Gerald Brennan a escribir una historia de Espa?a para la Oxford University Press la que le anim¨® a adentrarse en el estudio de un pa¨ªs que hasta entonces le era desconocido, y cuyos frutos se plasmaron en la obra por la que siempre ser¨¢ recordado, su Espa?a, 1808-1939.
Con la modestia e iron¨ªa que le caracteriza, Carr se ha definido en ocasiones como autor de un solo libro. Sin subestimar la importancia e inter¨¦s de sus obras posteriores sobre la IIRep¨²blica, la Guerra Civil, el franquismo o la transici¨®n a la democracia, o de libros tan poco conocidos en Espa?a como su historia de Puerto Rico, o la m¨¢s esot¨¦rica historia de la caza del zorro en Inglaterra, existen motivos para darle la raz¨®n.
La aparici¨®n de Espa?a, 1808-1939 supuso un verdadero acontecimiento historiogr¨¢fico, porque el libro ofrec¨ªa un an¨¢lisis global, complejo y sutil, del sigloXIX espa?ol, nacido en buena parte del deseo de aportar las claves que pudieran facilitar una mejor comprensi¨®n de la quiebra de la democracia en 1936. La visi¨®n de Carr llam¨® notablemente la atenci¨®n en Espa?a porque se apartaba de los paradigmas deterministas tan en boga en la ¨¦poca, y porque pon¨ªa en duda la excepcionalidad y magnitud del "fracaso" del liberalismo espa?ol en el sigloXIX, y el consiguiente catastrofismo antropol¨®gico que hab¨ªa generado en algunos sectores.
M¨¢s all¨¢ de la visi¨®n concreta de Espa?a que aporta, el libro de Carr ha llamado poderosamente la atenci¨®n de varias generaciones de historiadores porque se trata de un libro-r¨ªo, en el que fluyen y se entrecruzan muchos de los asuntos que han venido nutriendo el debate sobre el sigloXIX y buena parte del XX, tales como el papel del Ej¨¦rcito, el fen¨®meno del caciquismo, o las relaciones centro-periferia. Incluso en el terreno de la historia econ¨®mica, en la que el propio Carr ha reconocido que nunca se movi¨® con la soltura que hubiese deseado, el libro aportaba ideas y enfoques que han inspirado numerosas monograf¨ªas posteriores.
Las mismas preguntas sin respuesta f¨¢cil que le hab¨ªan animado a cometer la locura de sustituir a Brennan -que ya no cre¨ªa en la historia como disciplina, y pensaba que la novela pod¨ªa expresar mejor la verdad hist¨®rica- han inspirado toda su obra posterior. Posiblemente por ello sea capaz de escribir sobre los a?os setenta de este siglo con la misma visi¨®n hist¨®rica y capacidad anal¨ªtica que caracterizan sus p¨¢ginas sobre la Revoluci¨®n de 1868 o sobre la Restauraci¨®n. Tambi¨¦n ha podido contribuir a ello su sorprendente conocimiento de la literatura espa?ola de ambos siglos, que siempre ha considerado una fuente hist¨®rica de primer orden.
En privado, Carr gusta de definirse como un dinosaurio, perteneciente a la ¨²ltima generaci¨®n de hispanistas brit¨¢nicos que merece ese t¨ªtulo. Como tambi¨¦n le gusta reconocer, y no sin cierto orgullo, que la mejor historia de Espa?a la hacen actualmente los profesores que ense?an e investigan en las universidades espa?olas, muchos de los cuales siguen inspir¨¢ndose en el trabajo de este maestro octogenario.
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